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El plan de los marinos para evitar el golpe que Allende desoyó

|Cartas al Director |Miércoles 28 de agosto 2013 6:55 hrs. Radio U. de Chile

Estimado Director:

Con el respeto que usted me merece, después de cuarenta años, me permito presentarle una arista distinta de la historia de Chile, de la cual, por circunstancias de la vida, me correspondió ser protagonista. No es una elaboración intelectual profunda, sólo el interés de un periodista que me entrevistó, y en ese aspecto, lamento decepcionar a los intelectuales de esta red. Es sólo un testimonio personal, que, creo, puede ayudar a formarse un criterio más amplio de cómo se fraguó el golpe y cómo al interior de la Fuerzas Armadas de Chile también hubo personas que arriesgaron su vida para evitar, a mi juicio, la tragedia más negra que dividió el alma nacional.

  1. EL PERRAJE Y LAS ELECCIONES EN HUASCO

“Nosotros vivíamos algo ajeno a lo que pasaba en Chile porque habíamos salido a principios de 1970 a navegar en la Esmeralda. Cuando retornamos, había mucho debate político y actividad pública. Me tocó cubrir las elecciones el 4 de septiembre de 1970 en un puerto del norte, en Huasco. El segundo comandante de la Esmeralda era el jefe de plaza y me tocó ser su escolta. En la noche de la elección había una recepción en un club social donde estaba la alta sociedad huasquina y el jefe de plaza recibió una información y dijo “cagamos, ganó este huevón de Allende”. Me llamó la atención que el comandante tuviera una expresión tan despectiva por quien fue elegido presidente. Que a priori, que hubiese un opinión tan taxativa sobre quien fuera electo por los chilenos me sorprendió. Tenía 16 años. No tenía la menor idea de política. Lo único que sabía es que cada cierto tiempo se cambiaban los presidentes y se elegía uno nuevo.

“Cuando llegué a bordo de la Esmeralda comenté con mis compañeros que a los oficiales no les gusto que haya sido elegido Allende. Le pregunto por qué, quién es Allende que genera tanto rechazo. Y un viejo marino me dio una cátedra de política. Me dijo: ‘Acá en la marina existen dos clases sociales: estamos nosotros, la tripulación, el perraje; y por otro lado, están los oficiales. Ellos son los que mandan, viven bien, llegan a buenos sueldos, son atendidos por camareros. El perraje estamos acá mal alimentados, dormimos hacinados, hacemos la pega, somos los obreros. Exactamente lo mismo pasa en la vida civil: están los obreros, los tipos que trabajan y se sacan la mugre y la pasan mal, y están los empresarios, los ricos, que son los que la llevan. Lo que pasa es que este presidente fue elegido por los de abajo, por los trabajadores, porque él prometió crear una condiciones nuevas en el país y mejorar la situación. Es lo mismo que nosotros empezáramos a hacer cosas para mejorar. Obviamente a los oficiales no les va a gustar’.

  1. OFICIALES Y SUBOFICIALES

“Me quedó clarita la película con esa cátedra de política de un sargento de la Esmeralda. Sirvió para rayarme la cancha porque la diferencia se notaba en todo: Los Oficiales comen en un comedor con servicio completo, con copas y un mayordomo que les va sirviendo. El marino come en un pasillo, con la cuchara y pasa la comida en una cadena que va tirándola. Te acomodas donde puedas.

“Nosotros dormíamos en literas de 4 camas, como un nicho en el cementerio, de un ancho de 60 CMS. Todos hacinados en la proa del buque, donde más se mueve. Los oficiales en la mitad del buque, donde tú no puedes tener acceso. La dotación de oficiales serían 30 y la tripulación 250. O sea, 250 personas hacinadas de la mitad del buque para adelante y los otros 30 dueños de la mitad hacia atrás.

“El trato era absolutamente vejatorio. Se dirigían a ti en forma despectiva. Me acuerdo un día que estábamos limpiando un bronce del barco y como tenía un poco de pintura un marino sacó una lija para limpiar. Pasa un oficial y le dice “así no se lija el bronce, animal, tienes que pasarle el guaipe”. El marino con pachorra le respondió: “gracias mi teniente, sin su consejo no hubiese sabido qué hacer”. Lo retaron, no lo dejaron salir a puerto… Ese era un trato permanente, de hacerte sentir inferior, ignorante y los tipos saben que mantienen el poder en ese clima de tensión.

“Mi conciencia de las cosas parte en Huasco y se va desarrollando. La comida es mala, el uniforme que nos llegaba nos tenía todos pililos, los sueldos bajísimos, las guardias extenuantes, los regímenes de franco muy limitados. Así se crearon expectativas dentro de la Armada con Allende. Íbamos a cambiar el régimen y alguien dijo que el gobierno proponía una Escuela Unificada, algo que a nosotros nos gustó porque de ahí en adelante no habría más escuelas separadas, de grumetes y Naval, y nos creamos una expectativa de cambio”.

  1. EL ADOCTRINAMIENTO

“Cuando terminamos el periodo de instrucciones en 1971 nos seleccionan para especialidades. Los que teníamos mejores notas nos mandaron a cursar la mejor especialidad que tenía la marina, que es Técnico Superior en Electrónica.

“En las charlas que daban los oficiales en los cursos, de distintos temas, se empiezan a meter temas contingentes de orden político sobre lo que pasaba en el país. Al rato es recurrente y plantean cosas que uno no estaba tan de acuerdo. Estaban en contra de las 40 medidas del gobierno de Allende, como la renacionalización del cobre. Los oficiales decían que eso era lo peor porque iba a significar una catástrofe en la marina, ya que todas las compañías norteamericanas no iban a dejarse expropiar y eso implicaba que la Armada dejaría de recibir apoyo logístico, debido a que nuestra infraestructura era fundamentalmente norteamericana.

“Lo mostraban como un desastre, pero no faltó que alguien dijera: ‘Pero compremos en otro lado, si al final nos vamos a quedar con la riqueza, vamos a tener plata ¿para qué nos vamos a hacer tanto problema?’. Y saltó otro diciendo que era mejor que el cobre fuera nuestro. Y luego otro diciendo que había leído por ahí que los ingleses décadas atrás se llevaron el salitre y nosotros quedamos pelados, así que estaba bueno lo que estaba haciendo el gobierno. Obviamente el comandante no tenía respuesta.

“En otra charla, otro comandante criticaba la entrega del litro de leche a cada niño porque en el país los niños no estaban acostumbrados a tomar leche y que los pobres las usaban para rayar las canchas de fútbol. Así, día a día, te van metiendo cosas y como la mayoría de nosotros creíamos que era adecuado lo que hacía el gobierno de Allende comenzamos a prepararnos, leíamos cosas, nos instruíamos para argumentar en las clases. Algo tenemos que decir, no nos podíamos quedar callados.

“Al tiempo empiezas a intuir algo. Aquí no se está hablando de temas institucionales y técnicos, sino que de temas políticos. Pese al temor que existía nosotros no sabíamos donde apuntar las opiniones, pero proyectábamos que esto tendía a derrocar al gobierno. Llegábamos preparados a las charlas y les decíamos ‘usted está equivocado en lo que está diciendo. Tengo estadísticas, números, etc.’. Todo para argumentar. Se producían unas discusiones enormes.

“En 1971 al curso completo se nos ocurrió hacer un paseo de curso. De civil arriba de un camión nos fuimos a acampar a una quebrada. Nos acompañan dos oficiales y en algún momento nos pusimos a discutir y todo el mundo se puso en evidencia. Pensamos que la discusión quedó entre camaradas, pero cuando llegamos a la escuela los oficiales hacen informes y sumarios porque se presumía que había gente política en el curso. Cuando empieza esto del sumario los llamamos a los oficiales para decirles que cómo traían a la unidad temas que fueron de un paseo, era de poco hombres, si estábamos compartiendo, que no se podía hacer, que jamás hubo maltrato y que podíamos decir que ellos también tenían una postura política. Si hay sumario y nos llevan a un fiscal, les dijimos que nosotros íbamos decir que ellos habían hablado también de política, que el tema lo habían puesto ellos. Hasta ahí no más quedó la amenaza, claro que pasamos a segundo año marcados absolutamente los 15 del curso de Electrónica.

  1. PARO DE OCTUBRE DE 1972

“En 1972 la cosa se empieza a complicar a nivel nacional. Hay paros y sabotajes. En las charlas ya no se hablaba en contra de una medida, sino que directamente en contra del gobierno. Nosotros como marineros constitucionalistas, una cosa que marcábamos como argumento sólido, algo que aprendimos en la Escuela de Grumetes, respetábamos el reglamento igual como el ciudadano respeta la Constitución.

“Los oficiales hablaban del presidente como el pelotudo, el huevón, en esos términos. Para qué hablar de cómo se referían a los ministros: huevones ignorantes, analfabetos, que no sabían nada. Ese era el lenguaje que usaban. Así, nosotros, pensábamos que si ese era el gobierno que los ciudadanos eligieron, había que esperar que desarrollen su pega. No hay ninguna ordenanza que determine que si no me gusta el gobierno, lo voy a cambiar.

“Estaba en la Escuela de Operaciones (Las Salinas, Viña del Mar) y comenzaron a darnos instrucciones antidisturbios. Luego la instrucción fue más directa, con salidas a las calles, a patrullar, cosas que no estaban contempladas en los programas de estudio: ejercicios de tiro, lanzamiento de granadas, de bombas lacrimógenas. Y salimos en patrullas el día del paro a las calles. Me llamó la atención que controlábamos a la gente que andaba caminado, pero en una oportunidad en el cerro Barón de Valparaíso se nos ocurre parar unos autos. Lo paramos, les pedimos que se bajaran y les pedimos documentos. Cuando llega el oficial se emputece de una forma con nosotros, nos trata pésimos, que cómo se nos ocurría controlar a gente decente que anda en vehículo. O sea, el huevón que anda en auto es decente y el que anda a pata hay que sacarle la cresta…

“Todas esas cuestiones nos mostraban el trato que se daba a la población y contra quien nos estaban entrenando. Al encontrarnos con otras unidades, con carabineros, nos dimos cuenta que había un sentimiento de tropa muy similar. Se fue creando una conciencia de que algo viene, de que algo se tramaba y que nosotros teníamos que estar al lado del gobierno porque es constitucional.

“De repente nos enteramos que la Infantería de Marina estaba pasando explosivos a Patria y Libertad. Los atentados que hacían a las torres y los oleoductos eran con material pasado por la Armada. La institución es un como un gran pueblo chico, o sea, se sabe todo. Siempre hay alguien cerca de donde ocurren las cosas, o es un mayordomo o un escolta o un guardia. Siempre alguien paró la oreja, escuchó algo y se sabe todo. Esos rumores se sabían y a la vuelta de muchos años se han confirmado”.

  1. LOS PRIMEROS CONTACTOS

“Terminamos el curso y nos fuimos embarcados en los buques. Allí nos encontramos con gente que llegó de la Escuela de Ingeniería o de otras escuelas y contaban que allá pasaba lo mismo. Si se discuten los mismos temas y los oficiales decían las mismas cosas.

“Navegando en la escuadra nos encontrábamos con amigos de otros buques. Yo estaba en el crucero Prat. Había una percepción más o menos similar de parte de la tropa de que algo se estaba fraguando, que había un in crescendo contra el gobierno y los oficiales hablaban mucho de que teníamos que estar unidos ¿cuándo los oficiales nos habían pedido que nosotros estuviésemos unidos a ellos?

“El tipo que estaba en el Blanco, el en Cochrane o en el Orella tenía la misma sensación. Así empezamos a averiguar con otros barcos. “Vamos a ver que pasa en el crucero O’higgins”- decíamos. O “¿quién conoce a alguien del Latorre? ¿Qué está pasando allá?”.

“Las charlas direccionales ya eran evidentemente dirigidas en contra del gobierno, era para denostarlo, que eran incompetentes, que eran imbéciles, hacían mofa de los ministros. Se hablaba muy mal de ellos. O creaban una serie de conflictos en la tropa. Que si estaba malo el rancho era culpa del gobierno. Una vez nos faltaban los platos, había 6 para 20 personas. Cuando reclamábamos nos decían ‘a ustedes no les gusta el gobierno de la Unidad Popular, por ellos no están los recursos para comprar platos’. Pero luego vino una visita inspectiva del alto mando y aparecieron todos los platos, servicio completo, vasos. O sea, estaban manipulando, creando animosidad en contra del gobierno. Todo eso lo vas percibiendo, por alguna razón nos están acondicionando mentalmente para algo que viene. Eso ya lo percibíamos.

“Después nos vamos a los buques y el sentimiento es parecido. Los marinos de tropa, en vez de creerse el cuento, empiezan a tener un rechazo generalizado. En todos los buques se comentaba que la cosa se está poniendo fea, que parece que viene un golpe de Estado. Vamos a apagar esta cuestión dijimos.

“Así que los más amigos nos empezamos a transmitir mensajes entre los barcos y las escuelas. Lo hacíamos usando un programa de actividades en el que cada cierto tiempo se juntaba la flota en un puerto y se hacían maniobras. Sabíamos que buques iban y como conocíamos a quienes estaban arriba de esos buques, nos juntábamos para conversar los temas y transmitir la información.

“A los que les correspondía hacer la maniobra, hacían de enlace y transmitían la información de lo que pasaba. Al final todos engancharon. Y era más bien por ser constitucionalistas y de que si intentaban hacer un golpe de Estado nosotros seríamos la carne de cañón.

“Lo que más nos complicaba era que era un enfrentamiento contra un pueblo indefenso. Aquí había que salir a matar gente. Entonces conversábamos que se parara la mano, que cómo íbamos a dar un golpe de Estado, si este gobierno tiene un apoyo de la gran puta. Si Allende se pega una concentración y llega un millón de personas, entonces va a haber gente que saldrá a defender el gobierno.

“Los oficiales decían que si acaso no sabíamos sobre los acondicionamientos que se hacen para dominar la situación. Si basta con que matemos unos 10 mil gallos y todo el resto se va a atemorizar. Eso lo decían antes del golpe, así con esas palabras. Entonces pensábamos que aquí lo que venía era una masacre de la gran puta.

“Un día se sabe que un oficial de la unidad cree en el gobierno y lo va a defender. No pues, si vamos de franco cuando vaya saliendo, le pegamos un tiro cuando vaya saliendo, cayó al agua y se desapareció- escuché decir a otro oficial. Frente a esa situación angustiosa ¿qué te queda? Acá no me salvo ni por una ni por la otra. O me convierto en carne de cañón o me quedo y me van a pasar la cuenta igual. No era mucho el margen de maniobra. Sobre todo para aquellos que ingenuamente ya habíamos demostrado una posición política ya en la escuela. Si estábamos fichados ya.

  1. LA PROPUESTA AL GOBIERNO

“Con ese ambiente tan complicado teníamos que hacer algo. Estábamos en la disyuntiva entre quedarnos callados y ser carne de cañón para el golpe o nos iban a pasar la cuenta igual. Entonces se nos ocurrió hacer una reunión de coordinación de distintos buques.

“Teníamos contactos sólo con suboficiales. Percibimos que la situación en otras ramas era la misma. Que se estaba fraguando el golpe de Estado en la oficialidad, pero que la gente de tropa no estaba con ellos. Uno por la afinidad con el gobierno, porque el gobierno de Allende los interpretaba; y otros por ser constitucionalistas.

“Así que nos reunimos en el restorán Los Pingüinos de Valparaíso unos 15 marinos de distintos buques y escuelas. Ningún oficial. El sargento Cárdenas hizo un resumen de la situación política y ¿qué hacemos? Yo plantee que era una situación grave que se había salido de los cauces institucionales y que había que ponerla en conocimiento del gobierno. ¿Cómo? Al ser subordinados no podíamos pedir audiencia al gobierno, por lo que tenía que ser por canales informales.

“También plantee que teníamos que hacer un movimiento capaz de neutralizar la fuerza de los golpistas. En el momento que sucediera vamos a tomarnos los buques y escuelas para que fracasara.

“Aparecieron posturas más extremistas, como la de Cárdenas, que decía que más evidencia no se necesitaba. Planteaba tomarse los buques de la escuadra y las escuelas. Conformar unas fuerzas populares y nos ponemos a disposición del presidente Allende. La idea era comunicar antes al gobierno y en el próximo zarpe de la Escuadra, tomarse los buques, arrestar a la oficialidad golpista y volver a puerto declarando la lealtad al gobierno.

“El problema era ¿cómo tu vas a convencer a las estructuras de gobierno oficial, siendo uno un sedicioso al tomarse la escuadra, que el gobierno te acepte? Así que no llegamos a acuerdo. El grupo de Cárdenas mantuvo esa idea y el grupo nuestro pensaba que por ahí no iba la mano. Así que cada uno en su grupo inició los contactos con el gobierno, los que se dieron a través del MIR.

  1. TANQUETAZO Y ASESINATO DE COMANDANTE ARAYA

“El Tanquetazo del 29 de julio, los oficiales se andaban sobando la mano. La gente nuestra nos preguntaba qué íbamos a hacer, que teníamos que reaccionar. Yo les decía que no era un golpe. La marina no se sumó porque tenía otros planes, hacer el golpe los primeros días de agosto. Era un movimiento al parecer de oficialidad de bajo nivel. El alto mando, Merino, Huidobro y Carvajal, tenías otra estrategia.

“De la muerte del comandante Arturo Araya nos enteramos por la radio. Hicimos una reunión en los buques y conversamos lo mismo: el extremismo está matando a nuestra gente, cómo nos vamos dejar matar así, tenemos que actuar.

“De los leales al gobierno sólo quedó el almirante Montero, una persona muy respetable. Hasta el golpe vimos en él, ninguna actividad conspirativa y siempre defendió la institucionalidad. No era bien visto al interior de la marina. Le pasó lo mismo que Prats, sabía lo que venía, pero estaba solo ¿qué iba a hacer? En su fuero interno debe haber pensado eso.

  1. LA DETENCIÓN

“Nuestro grupo de planteó que si queríamos lograr parar el golpe teníamos que sumar más gente, de forma silenciosa, secreta. Así se dio un trabajo de buscar gente confiable. Cárdenas con su grupo se reunieron con civiles, con Miguel Enríquez, con Garretón y Carlos Altamirano. Lamentablemente en la última reunión con Altamirano a Cárdenas lo tomaron preso. Andaba con una lista y entre esa lista estaba su grupo y yo estaba en Talcahuano. A los de Valparaíso los trataron muy mal.

“El buque Prat había tenido un incendio en las máquinas. Todo el mundo pensaba que era un sabotaje, pero gente que trabajaba allí había constatado hace tiempo que esas máquinas estaban sobre exigidas, además el buque era muy viejo, pero no lo pescaron. Cuando ocurrió el incendio se corrió la voz de que había sido un sabotaje de los extremistas y el buque se va a reparaciones a Talcahuano. Yo estaba a cargo de un radar y manteníamos otros equipos averiados. Era el 8 de agosto de 1973 entregué mi turno y me fui a acostar, pero llega el oficial a cargo, el teniente Santiago Lorca, y me dice que no me acueste, que tenía que ir a la base buscar unos equipos que acaban de llegar. Le dije que había trabajado todo el día y que estaba cansado, que quería puro dormir. ‘No, si tienes que ir tú’- me dice.

“Me obligó a salir del buque en comisión de servicio. Salimos en una camioneta que en un momento del trayecto se desvía por la Península de Tumbes hacia arriba. Allí me cae la chaucha en ese minuto. ‘Cagué, viene el golpe de Estado y me van a pasar la cuenta’- pensé. El oficial era el mismo del paseo de la escuela.

“Pensé tirarme de la camioneta para afuera y los oficiales me dijeron quédate quieto. Llegamos al fuerte, yo no tenía idea que existía, un lugar oscuro y se bajan todos y me dejan arriba de la camioneta. Escucho “¡López baja!”.

  1. LOS PRIMEROS TORTURADOS

“Allí me di cuenta que estaba rodeado de infantes de marina, con las caras pintadas y me dieron una pateadura y culatazos. Me hicieron pebre, sin preguntarme nada, ni siquiera el nombre. Pensé que hasta ahí no más llegaba mi historia. Luego me desnudaron y comenzaron a interrogarme. ‘Vos sabís por qué estás aquí, no te hagas el huevón’- me decían. Intuía porqué estaba pero no sabía la magnitud. Me fui de negativa por bastante rato, me preguntaban por distintas personas, si es que los conocía. Luego trajeron a un colega mío sangrando y me dijeron que había hablado. Allí caché por donde iba la mano. Cuando se lo llevan, grita para atrás ‘yo no hablé ninguna huevá’.

“Después viene una tanda de torturas desnudo a cargo de unos 5 soldados. En ese tiempo eran sólo golpes, claro que en la península al lado del mar, principios de agosto, desnudo, con un frío de la gran puta. Al rato me doy cuenta que no estaba solo, que les pegaban a otros más. Al rato les digo que digan la huevá que quieran, yo firmo lo que quieran. A esas alturas del partido uno ya se da cuenta de que no han dado el golpe de Estado y que no te iban a matar. Estoy seguro que quieren hacer un proceso, pensaba y que al final había un gobierno civil, tendría contactos con abogados y que tendría derechos.

“Me fueron a tirar a una casona y al otro día me llevan a Talcahuano, luego a la cárcel de Concepción, donde nos pilló el golpe. Éramos como 83 procesados. Unos 18 nos quedamos en Talcahuano.

“A comienzos de agosto se hace público que estábamos presos. Nuestros compañeros avisan a las familias y ellos nos buscan. La Armada los negó. A los abogados costó mucho lograr visitarnos porque estábamos incomunicados después de las golpizas”.

“Esperábamos que luego de calmarse la situación, tomar contactos con los abogados, se iba a evaluar lo que estaba ocurriendo en la marina y que al menos una autoridad de gobierno nos iba a llamar para pedir nuestra versión de que si era efectivo o no que se estaba conspirando al interior de la marina para dar un golpe de Estado. Nadie nos llamó.

“Sentimos que hubo una desidia de parte del gobierno cuando había elementos de juicios suficientes para empezar una investigación y verificar qué mandos estaban involucrados en esto. Eso no se hizo”.

  1. EL GOLPE

“El 11 llega un capitán de carabineros junto a un pelotón. Nos sacan al patio y nos alinean en una pared, apuntándonos con fusiles. Ya habíamos escuchado por la radio los bandos militares y como sabíamos de antes lo que iba a pasar, pensamos ‘bueno, nos dejaron vivir un poquito más’. Nos alinearon y el tipo dice ‘ustedes son los sediciosos. Me alegra comunicarles que las fuerzas armadas se han tomado el país y los responsables tienen que pagar. Nosotros estamos ocupados en operativos afuera, ustedes quédense en las celdas, que ya nos vamos a encargar de ustedes’. Nos meten y chao. Sólo esperamos que nos fueran a matar.

“Al pasar las horas me tocó ver los primero detenidos que llegaron después del golpe. Lo pasamos pésimo. A fines de 1973 me trajeron a Valparaíso y al grupo nuestro lo llevaron al campo de concentración de Ritoque. Yo estuve 2 años en la cárcel. Incluso llegaron presos algunos abogados nuestros.

“En 1975 yo me enfermé de tuberculosis. Estaba tan mal y pasó una inspección de la Cruz Roja a visitar los centros de detención. Me fueron a ver, yo pesaba como 40 kilos, expectoraba sangre y me mandaron a tratamiento al sanatorio de Peñablanca. Con 2 custodios y amarrado a la cama. Esa imagen que llevó la Cruz Roja para fuera provocó que fueran algunos embajadores a verme, el de Noruega, de Alemania, se movieron para sacarnos. No teníamos proceso y a fines de agosto me llega la condena de prisión a 3 años y un día, claro que yo ya estaba pasado y llevaba más tiempo preso. El cargo era incumplimiento de deberes, pero después del 11 nos cambian los cargos por sedición y motín”.

  1. LA VIOLENCIA DE LOS CAMARADAS

“Se dan varios factores para explicar la violencia de los militares después del golpe. Ser incondicional al mando genera siempre prebendas y privilegios. Si eres incondicional a un oficial y respondes siempre a las tareas que te impone, siempre te va a proteger, algún beneficio te va a chorrear: estímulos en hoja de vida, algún reconocimiento, ascensos más rápidos. Dentro de la marina hubo compañeros que apoyaron el golpe.

“Hay tipos que en forma espontánea e individual actuaron como lo hicieron, otros también con trastornos mentales y en momentos en que tienen la posibilidad de hacer lo que quieren con alguien, se exacerban. No es necesario mandarlo. Eso se preocupó de alimentar el mando, de generar odio con los supuestos adversarios”.

“El buque Lebu trabajaba para la Sudamericana de Vapores, que hasta ese momento era del Estado. Habían algunos buques que privados le arrendaban al Estado y el Lebu y el Maipo lo prestaron como centros de detención. No hay centro de detención donde no hayan torturado después de 1973. Cuando estábamos en la cárcel de Valparaíso llegó gente detenida en esos buques. Allí nos enteramos que estaba usando esos buques como centro de torturas”.

  1. EL OLVIDO DE LOS POLÍTICOS

“La gran decepción con el mundo político fue a la vuelta de la democracia. Ingenuamente pensamos que como todo el mundo supo que lo que nosotros denunciamos era mucho más atroz de lo que imaginamos, con toda la cantidad de desaparecidos, muertos y exiliados. A la vuelta de la democracia, dijimos ‘bueno, hagamos una cuenta de quienes estuvieron en una posición constitucionalista y le haremos juicio a quienes complotaron contra el Estado. Nunca ocurrió. Es más, la Concertación cuando determina la reparación para todos los empleados públicos afectados por el golpe, a nosotros expresamente se nos deja fuera. Nos siguieron castigando por un proceder democrático y correcto que tuvimos.

“Desde 1990 que exigimos un reconocimiento público que constatara que nuestro accionar fue ajustado derecho. Quienes se habían salido de la legalidad, eran quienes nos habían tomado presos. Nos escucharon y nos palmotearon la espalda harto, nos ofrecieron hasta medallas, pero en la práctica jamás se hizo nada.

“Presionando logramos recién en 1998 que se nos considerara dentro de esa ley, pero jamás se estructuró alguna comisión que nos llamara para preguntar por lo que realmente pasó.

“El 2002 pedimos una entrevista con Michelle Bachelet, cuando era ministra de Defensa. Ella nos dice que no puede hacer un decreto de ley y se ofreció a buscar los mecanismos legales para hacer alguna reparación. Trabajamos un proyecto de ley con ella hasta el 2005 y dejamos un proyecto de ley de 9 puntos. Ya habíamos conformado un grupo con gente de la Fach, Carabineros y del Ejército. Bachelet se fue de campaña y el proyecto se perdió”.

Víctor López Z.
Un Marino Constitucionalista.

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