INTENSA RÉPLICA A PUBLICACIÓN DE OSCAR GUILLERMO GARRETÓN

 

INTENSA RÉPLICA A PUBLICACIÓN DE OSCAR GUILLERMO GARRETÓN

 05/10/2023  Editor  13 Comments

Compañeros, compañeras, amigas, amigos: Hace unas semanas La Tercera publicó un extracto de las “Memorias de Oscar Garretón” específicamente sobre el tema “sedición” y los marineros constitucionalistas.

Las nauseas que me produjo ese bodrio, me obligaron a escribir ese relato, lo hago de manera muy personal, aunque creo interpretar a muchos.

Como no tengo o no tenemos llegada directa a medios de difusión, les pediría hacer un despliegue al máximo para difundir este “intercambio entre Manuel y Ramiro”.

Sería apropiado adjuntar las “Memorias de Garretón” para que quienes lean el relato puedan situarlo en su contexto.

Agradecido.

Leo Luna

Octubre 2023-10-05

___________________________________________

DIARIO LA TERCERA

Pocas semanas antes del “11″, tres dirigentes políticos fuimos acusados de un intento de sedición en la Marina: el senador Carlos Altamirano, secretario general del PS; Miguel Enríquez, secretario general del MIR, y yo, diputado y secretario general del MAPU. Los tres, sindicados como cabeza del ala más dura o “ultra” de la izquierda.

Hay un hecho que ha marcado y determinado muchas encrucijadas de mi vida. Pero, aún más importante, ha quedado grabado en la historia del Golpe militar de 1973.

La acusación fue rodeada de una gran parafernalia, fueron detenidos suboficiales de tierra y de distintos barcos de guerra, mientras se nos acusaba de ser los cabecillas de un plan que pretendía tomar los barcos por la fuerza, asesinar a los oficiales y luego bombardear las poblaciones de oficiales en el sector Las Salinas de Viña del Mar, como señal para el inicio de una insurrección nacional destinada a instaurar una dictadura comunista.

Los marinos encarcelados sufrieron torturas que desataron una importante solidaridad popular con ellos. En tanto, entre la oficialidad de la Marina se producía un vuelco hacia posiciones golpistas alimentadas por la versión de que pretendíamos asesinarlos a ellos y a sus familias. Como consecuencia, el comandante en jefe, almirante Raúl Montero, hombre muy íntegro y marcado por la tradición constitucionalista de las Fuerzas Armadas, fue removido a manos de su segundo al mando, el almirante José Toribio Merino, claramente partidario del Golpe. El propio Merino transmitía que debió presionar fuertemente a Pinochet, que dudaba en sumarse.

Esa fue la magnitud política del caso, en momentos en que la crisis se había intensificado al extremo a mediados de 1973. Se hablaba abiertamente de Golpe de Estado, sea para promoverlo o denunciarlo. El desabastecimiento se agudizaba por la suma de errores económicos, el boicot premeditado de gremios opositores, el estado de movilización permanente y la acción del gobierno de Nixon para estrangular financieramente a Chile y apoyar la desestabilización interna. En ese cuadro, las Fuerzas Armadas se transformaron en foco central del debate y la acción política. Cuando las armas se convierten en opción generalizada, quienes las poseen pasan a ser codiciados.

Si ya antes las relaciones con las FF.AA. se habían hecho habituales a partir de la incorporación de altos oficiales al gobierno de la UP, en ese tiempo se desataron. Casi a diario se producían tan intensos como discretos contactos entre civiles y militares, y se denunciaban iniciativas golpistas.

Reunión con suboficiales

Fue en ese escenario que me llegó un mensaje del regional Valparaíso del MAPU, señalando que un grupo importante de suboficiales de Marina pedían contactarse conmigo, como diputado y jefe de partido de la Unidad Popular, para hacer llegar una grave y urgente información al Presidente Allende.

El encuentro se realizó en un departamento ubicado en la zona de Recreo, entre el Puerto y Viña del Mar.

Al llegar, ya estaba allí un grupo de unas 10 a 12 personas. Al saludarlos se fueron presentando como suboficiales de distintas armas y barcos de la Marina. Uno de ellos, que después supe era el sargento Juan Cárdenas, tomó la palabra. Me señaló que deseaban que le hiciera llegar al Presidente Allende la información de que en la Marina se preparaba el Golpe de Estado para el día 7 de agosto.

Para fundar dicha afirmación, procedieron a entregar, uno a uno, datos precisos de arengas de oficiales en distintos barcos a las que habían asistido, así como encuentros entre oficiales de la Armada y de otras ramas de las FF.AA., a los que marinos habían servido como mozos e informado a ellos. La información me pareció muy precisa y pormenorizada. Luego de hacerles diversas preguntas, les señalé que haría llegar el informe al Presidente.

Entonces ellos me plantearon que tenían un plan para frustrar el intento de Golpe: reducir y apresar a los oficiales, para luego proclamar su lealtad al gobierno y la necesidad de contar a futuro con una Marina leal a la Constitución y al pueblo.

En un rapto de sensatez poco común de esos tiempos, les manifesté que su plan me parecía “una locura” (consta en el expediente del proceso). Que, con eso, solo se precipitaría una situación de violencia a nivel nacional. Sin embargo, les reiteré que haría llegar sus antecedentes al Presidente, porque me parecían suficientemente graves y detallados.

Antes de retirarme les pregunté qué querían ellos, aparte de que no hubiera Golpe, y qué significaba eso de una Marina distinta. Varios opinaron. Pude constatar que solo algunos simpatizaban con la Unidad Popular; otros eran más bien constitucionalistas, pero todos muy marinos, con vocación de seguir siéndolo.

Hasta allí la reunión, de la cual existe información detallada en el expediente de la causa. Tuve acceso a ese expediente, y pude calibrar su debilidad cuando solicitaron mi extradición a Colombia, donde me había acogido a asilo político. Hasta conocer ese documento, siempre supuse que los marinos apresados “confesaron” que Altamirano, Enríquez y yo éramos los cabecillas. Tenía lógica. Habían sido torturados, nosotros estábamos libres, en la clandestinidad o exiliados. Me parecía comprensible que se defendieran de esa manera. Pero, al revisar ese documento, me resultó admirable que, en medio de apremios y tiempos de una dictadura descontrolada en sus odios, ellos fueran muy veraces respecto a esa cita, a pesar de los costos que debían pagar por su entereza.

Después de la reunión con ese grupo de marinos, informé al Presidente de ella, pero no tengo idea cuál fue la importancia que le dio. En ese período, seguramente recibía decenas de informaciones sobre el mismo tema.

Poco después, la Armada hizo estallar la noticia de que había sido detectado un intento de sedición, cuyos cabecillas éramos Carlos Altamirano, Miguel Enríquez y yo. Informaba que habían apresado a sediciosos dentro de la Marina. E informaba que el objetivo era matar a la oficialidad y bombardear las poblaciones de personal naval y sus familias en el sector de Las Salinas, para así dar inicio a una insurrección nacional que instaurara un régimen marxista en Chile.

Por cierto, en el clima que se vivía, esta fue una bomba. Más aún cuando se sindicaba como “cabecillas” a quienes aparecíamos liderando el sector “duro” de la Unidad Popular, más el MIR.

Solo a partir de eso me enteré de que los marinos también habían contactado a Carlos Altamirano y a Miguel Enríquez. Ninguno de los dos estuvo en la reunión en que yo participé, ni yo en las que ellos hubieran tenido.

El tema se puso candente. Poco después se hicieron públicas denuncias de torturas en instalaciones navales a los marinos apresados y eso desató movilizaciones en Santiago, Valparaíso y Concepción. Mientras, se preparaba la acusación para llevarnos a tribunales que, en el caso de Altamirano y mío, por ser parlamentarios, requería el desafuero previo.

La denuncia tenía fecha del Golpe

En mis reflexiones posteriores he pensado que, en primer lugar, los marinos involucrados se pueden haber equivocado en la fecha o la estrategia para enfrentar la sedición contra Allende, pero no al denunciar que se preparaba un Golpe por parte de la oficialidad. La propia Marina se ha ufanado siempre de ser ella y el almirante Merino, como su cabeza, los que precipitaron el Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, a pocas semanas de distancia con la fecha señalada por los marinos y a diferencia de las vacilaciones de Pinochet, quien, muy al último y solo por presiones, habría aceptado sumarse. La reacción que propiciaban ante esto los marinos más tarde apresados puede haber provocado mi desacuerdo, como consta en el expediente de la causa y ratificó años después en Europa su cabeza visible, el sargento Cárdenas. Pero en el clima de legitimación de la violencia que entonces se vivía, sus propuestas no eran sino reactivas ante una amenaza tan real que se materializó apenas un mes después de lo que ellos preveían.

Asimismo, esta denuncia de “sedición” jugó un rol decisivo para deslizar a toda la oficialidad de la Marina hacia posiciones golpistas, que eran encabezadas por el almirante José Toribio Merino. Para los oficiales ya no se trataba, según las versiones entregadas por sus superiores, solo de la política nacional, sino que también del asesinato de ellos y de sus familias. El clima de odio y exasperación se hizo extremo.

Sin duda, este hecho explica que Altamirano, Enríquez y yo encabezáramos la lista de los “13 más buscados”, que apareció después del Golpe. También, que durante largo tiempo se esgrimió como prueba de los planes golpistas de Allende y la Unidad Popular. Fue, además, enseñado así por muchos años como parte de la historia de la Marina en la Escuela Naval y compilado en cuanto “libro blanco” imprimió la dictadura para justificar el Golpe. Y pesó en mí durante largos años como causa principal de mi prolongado exilio, de la cárcel que debí vivir a mi vuelta a Chile a fines de los años 80 y de permanentes reiteraciones posteriores de la “versión oficial”.

En agosto de 1973 los propios marinos apresados y luego torturados hicieron una declaración pública en la que reiteran la falsedad de esta versión. En relación con las acusaciones que se nos hicieron a Altamirano, Enríquez y a mí, su declaración coincide exactamente con el expediente del proceso por sedición con que se pidió mi extradición a Colombia y se me juzgó posteriormente en Chile.

Este juicio de sedición tuvo importancia decisiva en los caminos de mi vida al volver a Chile. No solo por la cárcel con que se inició, sino que también porque cuando la dejé, a fines de 1988, fue con libertad condicional y prohibición de ejercer cargos públicos o participar como candidato en elecciones de votación popular, porque la pena del delito que se me imputaba era “entre 20 años y muerte”. Por eso, no sin un dejo de ironía, siempre digo que el almirante Merino estuvo en el origen de mi carrera empresarial.

Me costó un largo proceso salir de las garras de la justicia naval de entonces. Fue el abogado Luis Arévalo quien me defendió abnegada y gratuitamente en ese caso. Yo estaba preso, sin ingresos, y mi familia sobrevivía difícilmente gracias a un trabajo modestamente remunerado de mi mujer.

Solo en 1993, 20 años después de los hechos, ante un recurso de queja nuestro, pudimos llegar a la Corte Suprema. Su fallo, por seis votos contra cero, determinó que yo no había participado en sedición alguna. Entre los seis votos a mi favor se incluía el del auditor general del Ejército, general Fernando Torres Silva, quien, para procesos provenientes de la justicia militar, se transformaba en integrante de la corte. Pero faltaba algo.

Treinta y tres años después

Este episodio histórico tuvo su cierre a comienzos de 2006, o sea, casi 33 años después. Ya se había producido el “nunca más” del Ejército encabezado por el general Juan Emilio Cheyre y la Fuerza Aérea había recibido como parte de su “familia” a Michelle Bachelet, hija del general Alberto Bachelet, muerto en cárceles de la dictadura. Sin embargo, la Marina parecía reacia a adoptar posturas similares.

De allí mi sorpresa cuando a fines de 2005 recibí una invitación del comandante en jefe de la Marina, Rodolfo Codina, para participar junto a un grupo de invitados de distintos ámbitos —parlamentarios, altos oficiales de otras ramas, empresarios— en un viaje del “Aquiles” al archipiélago de Juan Fernández. Lamentablemente, no pude viajar. Sin embargo, en enero de 2006 recibí una nueva invitación. Esta vez para recorrer en el “Aquiles” los mares de la X y XI Región del país. Consciente del significado del gesto hecho por la Marina, el viaje representó desde sus inicios una fuerte carga emocional para mí. Treinta y tres años después de los hechos que se me imputaron y 12 años después de que la Corte Suprema había fallado unánimemente que yo no había hecho sedición alguna, recibía esta señal.

Por si faltaran motivos de recuerdo, exactamente en los momentos de estar recién embarcados, próximos al zarpe, recibí un inesperado llamado telefónico de la Presidenta Bachelet. Me pedía que asumiera la presidencia de Fundación Chile, principal centro de alianza público-privada del país, dedicado a la innovación de alto impacto y el emprendimiento.

Llamó mi atención la presencia en el barco no solo del almirante Codina, comandante en jefe de la Armada, sino que también de un nutrido número de miembros del almirantazgo. El viaje fue un maravilloso recorrido por esos mares y costas de enorme belleza. Un tiempo magnífico y el clima que se creó entre los civiles y los marinos colaboraron al agrado en la travesía.

Todo esto era la antesala de la última noche. Me había extrañado que la invitación indicaba —con esa prolijidad típica de las FF.AA.— que debíamos llevar ropa informal gruesa, pero además… un terno oscuro de noche los hombres y un vestido elegante las mujeres. Me pareció extraño este componente del equipaje. Lo comenté con el vicealmirante Cristián Millar, que creo fue un importante gestor de la iniciativa, y él, sin entrar en detalles, me señaló que la tenida más formal era para la cena de gala la última noche embarcados.

Esa noche, el salón principal del “Aquiles” tenía varias mesas donde nos habían asignado a cada uno un puesto identificado por una tarjeta con nuestro nombre. Los oficiales, de uniforme de gala.

Mientras servían unos cócteles y poco antes de sentarnos a la mesa se me acercó el vicealmirante Millar para decirme al oído más o menos lo siguiente: “Óscar, en esta cena el almirante (Codina) va a decir unas palabras para agradecer que hayan aceptado nuestra invitación y estén presentes”. (Una pausa). “Ahora, quiero que estés atento a sus palabras, porque si bien no hay referencias personales, hay párrafos que tienen que ver contigo”. Hizo luego una nueva pausa y a continuación agregó: “Al final de la comida agradecerán las palabras del almirante cuatro invitados: el general director de Carabineros, el presidente de la Comisión de Defensa de la Cámara de Diputados, el vicepresidente del Senado y la subsecretaria de Marina”. Y continuó Millar: “Ahora, no hay la menor obligación de que tú u otro invitado diga algo; te repito, ninguna obligación, pero si alguno desea decir algo después de esos saludos, el oficial a cargo del libreto ofrecerá los micrófonos por si alguien lo desea”.

Me quedó claro que venía algo importante y así ocurrió. En su discurso oficial, el almirante Codina habló del pasado que nos dividió, de la necesidad del reencuentro y fue especialmente emotivo.

Transcribo textualmente los párrafos pertinentes:

“No puedo terminar estas palabras sin hacer algunas reflexiones que hablan de sentimientos de reencuentro y unidad:

Nos acompañan hoy personalidades y ciudadanos de nuestro país que vivieron la dolorosa experiencia derivada de un pasado que nos dividió y enfrentó en forma irracional, dejando huellas de las cuales no podemos sentirnos orgullosos y que, de corazón, lamentamos. Por ello, estas palabras, que son con respeto y afecto, tienen como propósito explicitar que valoramos la grandeza y generosidad de haber concurrido a esta invitación y con ello habernos dado la oportunidad histórica de retomar una amistad cívica y emocional de la cual sí queremos enorgullecernos, en la convicción de que las relaciones humanas llevadas con sentido de trascendencia y sinceridad son el camino que hará grande a nuestro país y dará mejor oportunidad a todos los que somos parte de un proyecto donde el rencor no tiene cabida.

El habernos privilegiado con su presencia, de verdad, nos compromete, toda vez que el reencuentro y la unidad, cuando es resultado de la convicción profunda, de la importancia del espíritu republicano, solo otorga escenarios prósperos, pero, por sobre todo, nos permite mirar el futuro con optimismo para el mejor destino de nuestros hijos.

Por último, quiero reiterar que nuestra invitación fue y será sin ventajas, que nuestro objetivo tiene como eje central el conocernos y valorarnos más. Pero si somos chilenos de corazón bien puesto, queremos que esta invitación sea una apuesta a la proyección de vínculos y amistades que nos permitan con humildad y honestidad ponernos en el lugar del otro, porque solo así, comprendiendo en su exacta dimensión las tristezas y felicidades del que hoy miramos a los ojos, podremos reconstruir los nexos de una sociedad que jamás debió alcanzar distancias y conflictos que llevaron a interrumpir una capacidad de acuerdos y de entendimientos nacionales.

Estas palabras, en definitiva, pretenden ser la proyección del alma de una institución, como lo es la Armada de Chile, institución que ponemos a disposición de ustedes para alcanzar los objetivos que nuestras autoridades de gobierno nos han propuesto. Compartir el presente y asegurar un futuro mejor, haciéndonos cargo de nuestro pasado, es el camino que invitamos a navegar”.

Estas palabras y gestos, en medio de un viaje que por sí solo representaba una fuerte carga emocional para mí, me impactaron fuertemente. Mientras agradecían los cuatro invitados, cuyos discursos estaban contemplados en el acto, yo escribía en una servilleta de manera apurada las ideas que se me agolpaban.

Terminados los anteriores saludos, como había sido advertido, el oficial a cargo preguntó si algún otro invitado quería decir algunas palabras. Levanté la mano y me dirigí al podio en medio del salón, notando, con sensibilidad de guitarrista, que aumentaban los grados de atención (o tensión) entre los comensales y personal de servicio que nos atendía.

Obviamente, no llevaba discurso escrito, pero hay episodios que a uno se le quedan grabados como fotografías, y al desembarcar reproduje mis palabras, creo que textual o casi textualmente.

Partí señalando al almirante Codina que no me había pasado inadvertido el gesto que representó esa invitación y, más aún, que fuera en nombre de la Armada de Chile. Y luego hablé con una mezcla de sentimientos —orgullo, humildad, emoción—, indicando que me interesaba que todos tuvieran claro que hablaba sin la menor intención de cobrar cuenta alguna. “Entre otras cosas, porque soy un convencido de que la responsabilidad por lo ocurrido es compartida por vencedores y vencidos. Lo he dicho muchas veces, por más que me sienta más cómodo siendo parte de los entonces vencidos”, dije. A continuación, recordé que mi historia personal estuvo marcada por la Marina para bien y para mal. Para mal, los 14 años de exilio obedecieron a la acusación que me hizo la Armada, al igual que mi estada en la Cárcel de Valparaíso. Y expliqué que la Marina tuvo que ver con mis inicios en mi vocación empresarial. Luego dije que me he esforzado en estos años por tender puentes y, por eso, cuando veo que desde su lado también se tienden puentes, a mí eso me emociona mucho.

Mis palabras terminaron abruptamente, porque me fui emocionando y no pude evitar que se me quebrara la voz y se me llenaran los ojos de lágrimas. Cuando volvía a mi asiento, el almirante se levantó de su silla y me dio un fuerte abrazo en medio de las mesas, mientras la audiencia se ponía de pie a aplaudir. Debí abandonar el salón y paseé un largo rato por cubierta en medio de la noche austral para poder calmarme y volver a la cena.

Era el epílogo de una historia que duró 33 años y marcó la vida no solo mía, sino que también de mi mujer y mis hijas, así como de mis padres, ya fallecidos, que quizás recibieron el castigo peor, porque nosotros seguimos juntos en el exilio, pero ellos perdieron a su hijo y únicas nietas por largos años, y como viñamarinos, cuya clase alta siempre ha estado muy ligada a la Marina, sufrieron el ostracismo de muchas amistades que compraron todo el cuento de la “sedición” y cobraban en mis padres lo que no podían cobrarme a mí.

Los recuerdos me llevan a mis padres. Cuando volví, pude conocer de ellos su calvario, especialmente los primeros años. Sus incansables intentos por lograr mi regreso, siempre infructuosos; sus cartas airadas a los diarios cada vez que algún personero dictatorial o de la Marina me mencionaba asociado a la “sedición”, muchas de ellas no publicadas, pero todas archivadas meticulosamente. Estoy convencido de que solo el tesón y tozudez de mi padre por mi retorno explican que no haya muerto de su grave enfisema pulmonar antes de mi vuelta a Chile, como era el pronóstico de cuanto médico lo atendió. No puedo dejar de hacer un recuerdo de mi madre. Recuerdo que ya muy viejita, sobre los 90 años de edad, siguió con excitación el período de la agonía del almirante Merino, que coincidió con enfermedades del general Pinochet y el general Leigh, tres miembros de la Junta de Gobierno que encabezaron el Golpe de 1973. El día de los funerales de Merino fui a verla como hacía habitualmente y la encontré sentada en su cama, especialmente acicalada y de labios pintados, sosteniendo en su regazo una bandeja con un gran pisco sour y otras cosas de cóctel, luego de haber ordenado que le pusieran el televisor para no perderse detalle del funeral. Ese día el beso con que me recibió fue especialmente cálido. No es raro entre quienes han sufrido hambre y sed de justicia el goce por la desaparición de su verdugo.

Retomando este epílogo en el “Aquiles”, la misma noche de los episodios que he relatado, un eufórico vicealmirante se me acercó para decirme que todo había ido más allá de sus expectativas y me confesó que varios almirantes, recelosos de estos gestos del almirante Codina, se habían acercado a él para decirle que habían superado todas sus reticencias y que respaldaban plenamente su línea de acción en estas materias.

Poco después de finalizada esta navegación tan especial, se sucedieron los gestos de la Marina. El almirante Codina dio mucha importancia a los hechos en una entrevista radial y me llamó por teléfono para agradecerme personalmente que hubiera aceptado y respondido su invitación de esa manera. Se sucedieron varios otros gestos. Entre ellos, uno muy particular tiene que ver con las gorras de marino bordadas con la identificación del transporte “Aquiles” que todos recibimos al embarcarnos. Pues bien, días después del desembarco recibo un paquete con papel de regalo en mi oficina, enviado desde la Comandancia en Jefe. Era uno de esos gorros marineros del “Aquiles”, pero el significativo detalle era que, mientras antes todos habíamos recibido gorras sin mayor distintivo, esta traía bordados en la visera los laureles dorados propios de las gorras de almirante. Aún la tengo y la uso habitualmente en esos días junto al mar que me regalo todos los meses.

Quizás no falten quienes planteen que tanto dolor y persecuciones no se compensan con una invitación a navegar por pocos días y lean con distancia o desagrado los párrafos anteriores. La verdad, hace mucho tiempo pienso que dolores como los sufridos no tienen compensación posible. No hay medida capaz de contener una reparación a la altura del daño que nos hicimos como personas y como nación. Más bien mi reflexión es otra. Yo, en lo personal, y el país, en general, necesitamos y anhelamos cerrar capítulos, no seguir prisioneros de un pasado que cada vez más recuerdo como pesadilla. Hace años me cansé de odiar. No quiero seguir siendo un encadenado a la dictadura y su obra. He pensado que, en el caso de que hubiera sido muerto, posibilidad que sin duda existió, no me gustaría ver a mis hijas prisioneras a perpetuidad de mi muerte, sino que dedicadas a sus amores y pasiones, a imaginar, construir y vivir mundos mejores a los de entonces. Por eso, más que compensaciones, busco cerrar capítulos que desearía jamás se hubieran abierto, creando espacios y construyendo puentes donde antes solo había precipicios que separaban.

No faltan quienes me critican por tener algunos amigos, entre la variedad de los que la vida me ha regalado, que estuvieron con la dictadura y que hasta ejercieron cargos en ella. Tampoco faltan quienes ven con malos ojos entrar a clubes, casas o barcos donde se anidaba el golpismo en 1973. Lo entiendo, pero quisiera que conocieran también la lógica de alguien que lo pensó y llegó a una conclusión distinta. Yo siento un triunfo tener convertido en amigo a quien, para la fecha del Golpe, podría haber descorchado una botella de champagne ante el anuncio de que yo había sido muerto. Siento un triunfo ser invitado y recibido respetuosamente en lugares donde antes se respiraba el odio contra mí u otros como yo. Siento que este país es más amable, más deseable que aquel de 1973, y eso solo se logra con una voluntad compartida entre todos. Pero también, por las tragedias que arrastramos y nos dañan desde esos tiempos, y entiendo a quienes el dolor les impide hasta hoy desembarazarse de esa pesadilla.

___________________________________________

MEMORIAS DESMEMORIADAS

INTERCAMBIO ENTRE GARRETÓN Y RAMIRO (L.LUNA)

ENTRE UN IMPOSTOR  Y QUIEN DIO TODO POR SER UN COHERENTE REVOLUCIONARIO

Golpe de Estado Civil-Militar y la “sedición” de la Marinería Constitucionalista.

Hola Manuel (Oscar Guillermo). Te llamo de esta manera para intentar trasladarme a otros tiempos procurando de esta forma superar las náuseas que me produjo leer tu relato sobre aquel hecho histórico de los Marineros Constitucionalistas y el Golpe Civil-Militar.

Todos tenemos derecho a tener nuestras opiniones y puntos de vista, lo que no tenemos derecho es a torcer la historia, aunque tu actual círculo de preferidos siempre lo hicieran así.

Tu mirada torcida de la historia es la que me obliga salirte al paso, particularmente en torno al tema de la Marina, su rol protagónico en el golpe de estado civil- militar, y tu intento de limpiarle las manos manchadas de sangre a quiénes en nombre de esa institución, en democracia, fueron capaces de torturar cruelmente a sus propios soldados, presagiando lo que serían capaces de hacer una vez consumado el golpe.

En buena parte de tu escrito resaltas, lo que para los chilenos y para quien miró en profundidad la historia del golpe y para ti como Secretario General del MAPU, informado regularmente de lo que acontecía desde nuestro regional Valparaíso, era conocido por todos, como tú lo señalas:

“La propia Marina se ha ufanado siempre de ser ella y el almirante Merino, como su cabeza, los que precipitaron el Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, a pocas semanas de distancia con la fecha señalada por los marinos”

Por ello me resulta repugnante tu intento de ligar el “vuelco” de la oficialidad de la armada hacia el plan golpista por la solidaridad popular con los marinos torturados cruelmente por sus oficiales, cuando dices:

“Los marinos encarcelados sufrieron torturas que desataron una importante solidaridad popular con ellos. En tanto, entre la oficialidad de la Marina se producía un vuelco hacia posiciones golpistas alimentadas por la versión de que pretendíamos asesinarlos a ellos y a sus familias.”

Pero vas allá cuando ligas la “sedición de la marinería” que vociferaba el mando institucional, con el apresamiento y derrocamiento del Comandante Raúl Montero, al decir: “Como consecuencia, el comandante en jefe, almirante Raúl Montero, hombre muy íntegro y marcado por la tradición constitucionalista de las Fuerzas Armadas, fue removido a manos de su segundo al mando, el almirante José Toribio Merino, claramente partidario del Golpe”.

Coincido, nunca existió un plan de la marinería, lo que sugirieron en esa reunión de la que fuimos parte, era producto de la desesperación de que habría un golpe, que sería cruel y sangriento. Y veían que los políticos de la época no reaccionábamos.

Te recordare que hasta el propio Departamento de Estado de EEUU, y el informe del Congreso Estadounidense sobre el golpe, señalan de la falsedad absoluta de lo denunciado en el denominado “Plan Z”, como el principal elemento que justificaba el golpe.

Pero tu tranquilidad debieras haberla tenido desde mucho antes, porque la marinería constitucionalista pese a las brutales torturas recibidas  -en democracia- nunca confesaron la existencia de tal plan y si me disculpas que sea, por un segundo, autoreferente, yo y Hernán tampoco “confesamos” la existencia de dicho plan pese a las brutales tortura, en mi caso de meses, las que años más tarde,  terminaron conmigo en el quirófano por las lesiones que los golpes habían producido en mi columna vertebral……Manuel, fue nuestro silencio el que te dio  la suerte años más tarde, cuando:

” En 1993, 20 años después de los hechos, ante un recurso de queja nuestro, pudimos llegar a la Corte Suprema. Su fallo, por seis votos contra cero, determinó que yo no había participado en sedición alguna. Entre los seis votos a mi favor se incluía el del auditor general del Ejército, general Fernando Torres Silva…”

Te felicito, pero te traigo a la memoria que la Marinería Constitucionalista espera justicia desde hace 50 anos y directamente, pese a una demanda que interpusieron hace más de 14 años, que aún no tienen justicia.  Hay muchas razones, pero las fundamentales, son que tu círculo de preferidos de la Armada, siguen fieles a su pacto de silencio, al encubrimiento de los autores de los crímenes.

Te doy un ejemplo muy concreto y para ti como ex-S.G.MAPU, 50 años después no podemos darle sepultura al cura Miguel Woodward, militante del MAPU por si lo habías olvidado, asesinado en la Esmeralda. Lo mismo ocurre con tus ex compañeros de partido Hernán Pacheco y Leopoldo Luna que después de medio siglo siguen sin justicia, verdad ni reparación.

¿No se te vino a la memoria antes de decir tu discurso en el “Aquiles” las dolorosas experiencias de tus ex compañeros y anotarlas en tu servilleta?

Manuel, porque olvidas un costado de la historia, aparentemente de forma ex profeso. Olvidas lo que todo el mundo conoce, que el glorioso gobierno del compañero Salvador Allende había sido “condenado a muerte” por Nixon desde el mismo día de su elección en 1970.

¿Porque lo “olvidas” Manuel?, será también para “lavar la cara“ a la Marina por sus estrechos vínculos con la inteligencia gringa y el rol conjunto para concretar el Golpe.. (¿?)

Olvidas que pretendieron impedir que fuese ratificado Allende en el Congreso Pleno, financiando, asesorando y armando un pelotón de ultraderechistas que asesinó al Comandante en Jefe del Ejercito René Schneider.

Es evidente que tu amnesia o memoria desmemoriada tiene relación directa con tu nueva vida y nuevos amigos. Por ello le das gracias a quien “dio vida“ a tu veta empresarial, (Merino). Yo diría que más bien, fue la forma que tu nuevo círculo de amigo te daba la bienvenida, como al “hijo prodigo”, con tanto aprecio y tan querido y respetado. (¿?)

Manuel, creo que el siguiente extracto de tus oportunistas memorias desmemoriadas es en profundidad y rigor la razón del recibimiento en el mundo golpista de ese entonces y especialmente de quienes lo ejecutaron cuando dices:

“Entre otras cosas, porque soy un convencido de que la responsabilidad por lo ocurrido es compartida por vencedores y vencidos. Lo he dicho muchas veces, por más que me sienta más cómodo siendo parte de los entonces vencidos” (¿?)

Manuel, al leer este texto y releerlo, me da una suerte de vergüenza y de asco recordar que compartí contigo algunas horas de mi vida. Esta frase te deja al desnudo, qué cobardía. Me dices y le dices a todos quienes fuimos víctimas del terrorismo de estado, “que somos corresponsables” de que nos torturaran, que nos violaran, que nos asesinaran, que nos hicieran desaparecer.

Sin embargo, hay otro dato que te doy a continuación y que lo olvidas teniendo absoluto conocimiento de ello. Olvidas Manuel que el 17 de marzo de 1973, en medio del caos promovido y financiado por la estación de la CIA en Chile, hubo una elección parlamentaria, quizás recuerdas que en esa fuiste elegido como honorable Diputado. (Quizás hoy cobras tu “pensión de exonerado”).

Olvidaste que en esa elección la Unidad Popular subió su votación del 36,63 % en Septiembre de 1970 y en marzo de 1973 al 43%. Pese a todo lo que acontecía en el país, el pueblo chileno le daba a Salvador Allende un 6,37 % de confianza adicional. ¿Porque lo olvidas Manuel?

Manuel, por si nunca lo supiste, ese mismo día, la estación de la CIA en Chile, comunicaba a sus jefes en EEUU, que el método aplicado, para “estrangular” a Allende no estaba dando resultado. Había que poner todas las fichas en el estamento militar.

Lo decía el jefe de la estación de la CIA en Santiago:

“Mientras el puesto en Santiago espera conferir a nuestro programa [militar] un ímpetu adicional (…) [o]tras centros de poder político (partidos, empresas, medios de comunicación…) desempeñarán un papel esencial a la hora de crear la atmósfera política que nos permitirá alcanzar los objetivos antes expuestos. Teniendo en cuenta los resultados electorales, el puesto opina que es imprescindible reavivar el clima de malestar político y dar pie a una crisis controlada para lograr que los militares consideren seriamente la posibilidad de una intervención.” 

“En un examen retrospectivo de las elecciones al Congreso llevado a cabo el 14 de marzo, el puesto santiaguino expuso una serie de planes concebidos para centrarse aún más en el programa militar”.

Manuel, ¿porque dejaste de lado todos estos datos fuera de tus memorias desmemoriadas?¿O lo has hecho a propósito, para no dejar en evidencia que sin los gringos, involucrados hasta el cuello, no habría sido fácil derrocar a Allende?.

Las elecciones de Marzo 73 que te eligieron, lo demostraban Manuel. Para los que habían vivido siempre en la zozobra, en la miseria, en el desprecio, en la discriminación, Allende había calado en su sangre, él encarnaba su única esperanza. Al haberte elegido como Diputado fuiste parte de esa esperanza, pero como se ve en tus memorias desmemoriadas, ello no fue parte esencial de tu vida. (¿?)

Para sacudirte de tu amnesia consciente, te mando de regalo, dos párrafos de documentos desclasificados por EEUU, en especifico por la estación de la CIA en Santiago. Con posterioridad a las elecciones de marzo de 1973:

“Pensamos que, en un futuro próximo, la base en Santiago debería hacer hincapié en las actividades [clandestinas] destinadas a ampliar los contactos, la información y la capacidad de que disponemos con el fin de suscitar una de las siguientes situaciones: “

“a)  Un consenso entre los dirigentes de las Fuerzas Armadas (tanto si permanecen en el Gob. Como si no) acerca de la necesidad de sublevarse contra el régimen. La base en Santiago opina que deberíamos tratar de inducir al mayor número posible de militares, sino a todos, a hacerse con el poder y desbancar al Gob. De Allende. (…)” 

Por ello, estas confesiones, aunque a ti no fue necesario torturarte, sellaron definitivamente el retorno a tu redil, cuando dices:

“Entre otras cosas, porque soy un convencido de que la responsabilidad por lo ocurrido es compartida por vencedores y vencidos.”

Y agregasLo he dicho muchas veces, por más que me sienta más cómodo siendo parte de los entonces vencidos”.

Cuánto lo lamento Manuel y si algo puedo aconsejarte por acá y más allá, porque nadie, de quienes te eligieron diputado en 1973 entenderá “tu lógica” y tú “conclusión distinta” como lo solicitas en tus memorias desmemoriadas, es mucho más probable que recibas de ellos unos cuantos escupitajos.

“Crucero en el Aquiles”

Manuel, con melancolía dices…“Lamentablemente, no pude viajar. Sin embargo, en enero de 2006 recibí una nueva invitación.”

Manuel no te pongas triste, porque pese a todo lo que he descrito anteriormente tenemos “vidas parecidas”. Yo también fui “invitado” a navegar por los mares de Chile. Incluso creo que podría superar tu rango, porque navegue en un buque de la armada y también en uno de propiedad de aquellos activos civiles golpistas de tu actual círculo de preferidos. También lo olvidaste.

Te supero Manuel, porque navegaste en un “vulgar” buque de transporte, el AQUILES, en cambio mi invitación se materializó nada más y nada menos que en el Destructor ORELLA.

Pero antes de contarte de este “crucero”, el primero fue en el barco MAIPO de la Sudamericana de Vapores (R.Claro), éramos unos 400 invitados, no me solicitaron llevar ropa de gala, tampoco que tendríamos una cena de gala, es más, la misma ropa con la que me capturaron, cubrió mi cuerpo durante más de un mes. Tampoco permitieron esos lujos a los invitados a embarcarse en el Lebu, ni tampoco a los invitados a la Esmeralda, buque escuela, ni más ni menos, de la marina chilena.

Navegamos hasta Pisagua, donde después de 6 días, el 18 de septiembre 1973, recibimos la primera ración de alimentos y agua en la Cárcel de Pisagua. Allí, durante el mes que permanecí, fui torturado, flagelado sistemáticamente por primera vez. Ahí di inicio a mi prueba de silencio, había llegado el momento de ser coherente Manuel y consecuente y leal con mis compañeros, compañeras y amigos.

Pero mi crucero en el destructor ORELLA, superó todas las expectativas. Unos 200 presos fuimos embarcados en Pisagua destino a Iquique. Allí fueron desembarcados todos, menos yo. Era un invitado especial. Privilegiado, estaba encerrado solo en un camarote y el buque volvió a Pisagua para embarcar a los quedaban en ese histórico lugar para luchadores encarcelados.

Mi viaje hasta Valparaíso no sería tan holgado en espacio como el tuyo. Unos 10 compañeros más serian introducidos al mismo camarote, sin camas, no habrían cabido, en un camarote de 2 mts. por 2 mts.

Así todo, hubo nuevos gestos de cariño y aprecio de parte de la Armada. Cada noche durante lo que duró el crucero de vuelta al puerto, un gentil oficial de la Armada se dio el trabajo de sacarme a cubierta, concretamente a la Popa, “para que tomara aire puro”, un lujo.

Las palabras de ese oficial así lo delataban…”respira profundo concha de tu madre… mira que quizás sea la última vez que puedas hacerlo…”,” si colaborai ahora te evitai lo que te espera en Valparaíso”, “si no colaborai…qué deci si te tiro al mar, los pescaos estarían felices”, “mejor no lo hago, quizás soy un guen nadador y te salvai, mejor te amarro de una pata a la popa y antes de que atraquemos al molo en Valparaíso, los pescados habrá hecho su trabajo”.

Manuel, mi crucero de ida y vuelta a Pisagua había terminado. Sin embargo, vendrían las peores 18 semanas de mi vida, aunque ahora me habían dado un ascenso, ingresaba a la Academia de Guerra Naval, para ser brutalmente torturado y sin contemplación alguna durante meses.

Termino aquí el relato de mi crucero, pero no puedo concluirlo sin apuntarte lo siguiente.

Pudiste vivir tu calmo exilio gracias a que sabias que “LOS MARINOS CONSTITUCIONALISTAS Y TUS EX COMPANEROS HERNAN PACHECO QUIROZ Y LEOPOLDO LUNA SOTO nunca “confesaron” que  había existido tal “sedición”. La única sedición que existió, fue la sedición de tus actuales amigos de la Armada …tus amigos de hoy y el Gobierno estadounidense.

HORACIO– 1981

(Sergio Mancilla Caro uno de los cuatro primeros combatientes internacionalistas “enviados” al Salvador y caído en combate en octubre de 1981)

Manuel. Puedo imaginarme que debido a tu memoria desmemoriada este nombre HORACIO tampoco forma parte de ella. Me lo puedo imaginar.

No hace muchos años, un amigo de Horacio en la juventud, en ese momento un alto ejecutivo de Pricewaterhouse Chile, que nunca fue militante de partido alguno y a quien le concediste una entrevista, intentó obtener tus puntos de vista, sobre Horacio y los hechos que lo condujeron a la muerte, para rescatar su historia como amigos y tú te negaste caballerosamente a hacer comentario alguno. (¿?)

Hoy lo entiendo, ya eras un empresario consumado y todos estos recuerdos que pudiesen salir al aire, podrían estropear tus planes y aún más, que algunos o todos los de tus nuevos círculos de amigos te volvieran a ver con desconfianza y te dieran la espalda.

Manuel ahí está la diferencia entre un IMPOSTOR y alguien que enebró su vida en pos de ser un revolucionario coherente. La diferencia está ahí Manuel, en que la memoria de estos últimos, está grabada en su “piel”, en su cuerpo y en su mente.

¿Donde alojaste tu memoria Manuel?. También olvidaste aquel jardín de la casa del Comandante Marcial (Salvador Cayetano Carpio, Comandante Guerrillero salvadoreño) en Nicaragua, cuando terminada la reunión y nos dirigíamos al vehículo que nos esperaba, me estrechaste en tus brazos “orgulloso”, con lagrimones en tus ojos, posiblemente de “cocodrilo”, por haber acordado con Marcial, la incorporación de “tu” primer contingente internacionalista a la lucha salvadoreña, del que formaba parte HORACIO. ¿También lo olvidaste?

HORACIO murió en combate en Octubre de 1981, te lo recuerdo Manuel. Sin embargo quiero traerte a tu memoria desmemoriada, una nota que salió de tu “puño y letra”, en esa carta que le enviaste desde Cuba a Viky, la esposa panameña de HORACIO a raíz de su caída en combate y que tú ni siquiera quisiste tomar en tus manos en la entrevista con el Ejecutivo de Pricewaterhouse..

Le decías a Viky… “Quizás alguien pudiera pensar que, al decidir que es necesario asumir la rebelión justa de los pueblos, nos volvemos insensibles. No es así, afortunadamente. Una cosa es saber lo que la consecuencia costará, pero otra muy distinta es que cada vez que afecta a una persona eso nos desgarra muy de adentro. Creo que esa es una cosa que diferencia a los revolucionarios de otros y que se transforma también en un valor muy importante para las luchas de hoy y de mañana, porque si el enemigo nos pudiera también destruir el corazón, al final no podríamos construir un futuro bello, aunque lo proclamáramos.”

Increíble Manuel que esta carta enviada por ti, en tu calidad de S.General del MAPU y en nombre de la Comisión Política a Viky el año 1982, te “quemara las manos” hace unos años atrás y no quisieras hacer comentario al respecto… “Creo que esa es una cosa que diferencia a los revolucionarios de otros”  Te comprendo Manuel aunque me produzca nauseas tu voltereta.

Quizás tus otrora enemigos, es decir tu actual círculo de preferidos, logro destruirte el corazón cuando le escribes a Viky …”porque si el enemigo nos pudiera también destruir el corazón, al final no podríamos construir un futuro bello, aunque lo proclamáramos.” Y años más tarde no quisieses ni siquiera tomar en tus manos esa fotocopia … “te quemaba tus manos”

Todo lo contrario a lo sucedido contigo Manuel, en mi caso y en el de la Marinería Constitucionalista, de Hernán, nuestros corazones no pudieron ser destruidos por tus anfitriones del “AQUILES”, por los torturadores, ellos siguen sonriendo a los avatares de la vida, solidarios, amantes de la sencillez, resilientes ante la lenta justicia, y tomándole la mano a todos aquellos y aquellas que quieran luchar por justicia, contra la discriminación, por la igualdad.

Jamás habrá reencuentro entre los chilenos a no ser que haya verdadera justicia y real reparación.

Te deseo éxito en tu nueva misión, de “constructor de puentes”, recuerda hacer bien los cálculos para no terminen como el puente de CAUCAU en Valdivia.

Quizás te sea útil lo que aprendí en mi terruño… “para que una herida cure, sane, debes rasparle toda la mugre, aunque duela. De lo contrario la cura será superficial y no lograra cerrar, sanar, JAMAS ¡!!!!!

Manuel, para terminar este último “intercambio” quiero aludir con mucha serenidad, pero con las mismas nauseas con que las inicie este relato cuando dices: “No faltan quienes me critican por tener algunos amigos, entre la variedad de los que la vida me ha regalado, que estuvieron con la dictadura y que hasta ejercieron cargos en ella. Tampoco faltan quienes ven con malos ojos entrar a clubes, casas o barcos donde se anidaba el golpismo en 1973.”

Agradezco que seas tan comprensivo con las víctimas cuando dices “Lo entiendo, pero quisiera que conocieran también la lógica de alguien que lo pensó y llegó a una conclusión distinta.” Pero tu lógica putrefacta Manuel queda nuevamente al desnudo, con tu actual estatus de empresario, por el hecho de que nunca fuiste torturado, que no tienes ningún familiar desaparecido, que ninguna de tus hijas fueron violadas en cámaras de tortura, y sin empatía alguna con las víctimas, es muy fácil el derrotero de tu lógica, aunque la misma lógica sea un revictimización para quienes lo vivimos. Gracias.

Manuel has retornado majestuosamente al redil de siempre, y esos espacios pasajeros de tu vida, como democratacristiano, como mapucista y como generador del Movimiento Lautaro no pasaron de tales, pasajes de tu vida, solo por ello puedes ser capaz de escribir lo siguiente:“Siento un triunfo ser invitado y recibido respetuosamente en lugares donde antes se respiraba el odio contra mí u otros como yo.”

Un consejo Manuel. Cuídate de que tus buenos amigos y benefactores actuales, no se enteren que fuiste DC cuando estaban en el poder, abandonaste a Gazmuri y su grupo cuando perdió el poder en el MAPU y te sentiste parte de la UP porque estaba en el poder, te hiciste Concertacionista, porque estaba en el poder, para terminar abandonando todo lo anterior y hacerte neoliberal. Y si Kast, el neofascista, gana, me puedo imaginar dónde estarás.

No haberlo sabido a su oportuno tiempo.

Para terminar, recuerdo cuando cantabas y una de tus rancheras preferidas decía en uno de sus versos “SEME ACABO LA FUERZA DE LA MANO IZQUIERDA” y un coro de quienes compartían la tertulia te decía “… “TREMENDA NOVEDAD…ctm”.

Manuel, solamente la verdad, la justicia y la reparación harán posible UNA SOCIEDAD MAS DIGNA Y PLENA PARA NUESTRO PUEBLO, MUY DIFERENTE EN TODO, A LA QUE TU DISFRUTAS CON TANTA SOBERBIA E IMPUNIDAD.

Por último Manuel, es posible que este no sea nuestro “último intercambio”.

Leopoldo Luna Soto (Ramiro)

Octubre 2023

http://www.ojoconellente.cl/?p=9258

 

 

error: Content is protected !!