Academia de Guerra Naval Valparaíso

Ubicación: Calle Pedro León Gallo, cerro Playa Ancha, Valparaíso V Región

Organismos:Servicio de Inteligencia Naval (SIN)

Rama:Armada

Geolocalización: Google Maps Link


Descripción General

Categoría : Otra Información

Millares de vidas fueron destruidas física y sicológicamente en las casas del horror de la Armada de Chile en Valparaíso: la Academia de Guerra Naval (AGN), la base Aeronaval “El Belloto”, el Cuartel Silva Palma, los buques EsmeraldaLebu , Orella y Maipo. A través de la descripción dada por sobrevivientes, se puede deducir que la Academia de Guerra Naval y el Cuartel Silva Palma, fueron los principales centros de tortura, que continuaron operando como tales durante mucho tiempo después de hacer abandono de los buques EsmeraldaLebu y Maipo. La Infantería de Marina torturó en forma  contundente y significativa. Por la Academia de Guerra Naval pasaron  la mayoría de los prisioneros politicos. El lugar de torturas era el 4º piso del edificio: “los gritos eran terribles todo el día y toda la noche. No paraban jamás. A la gente se la mantenía en una sala grande en el suelo, vendada y con prohibición absoluta de hablar y moverse“.

 La Academia de Guerra Naval  fue utilizada como centro de detención y tortura entre los años 1973 y 1974. Esta ubicada en la calle Pedro León Gallo en el cerro Playa Ancha, otea el mar y se encuentra en la parte de arriba del ahora remozado cuartel Silva Palma. Se comunican internamente, por lo cual muchos de los prisioneros políticos eran indistintamente torturados en uno u otro lugar, día y noche. Los detenidos provenían de diversos recintos de la región: Comisaría de CasablancaBase Aeronaval del BellotoBase Aérea de Quintero de la FACH, de los cuarteles policiales y recintos militares de Valparaíso y Viña del Mar y desde los buques con prisioneros ubicados en el muelle de Valparaíso. Muchos detenidos fueron llevados directamente a este lugar por personal de la Armada. Los interrogatorios fueron realizados principalmente por el Servicio de Inteligencia Naval (SIN). Varias detenciones fueron realizadas por civiles, que previamente secuestraban a los detenidos.

Las víctimas, hombres y mujeres, establecieron, que en general desde el momento mismo de la detención las personas eran amenazadas y golpeadas, en muchos casos atadas y con los ojos vendados, con prohibición de comunicarse; se los mantenía en una gran sala común con las manos en la nuca, tendidos en el suelo e inmóviles. A las mujeres se las mantenía en zonas separadas, desnudas, incomunicadas, sufrían vejaciones sexuales y violaciones. Asimismo, existen denuncias de que se restringió drásticamente el uso de los servicios higiénicos y se les mantuvo sin comer, sin beber agua, ni se los dejaba dormir, obligados por horas y días a escuchar los gritos de sus compañeros torturados.

Los testimonios coincidieron en señalar que fueron sometidos a interrogatorios y sistemáticas torturas, que sufrieron colgamientos, aplicación de electricidad, cortes con cuchillos y corvos, inmersión y asfixia en aguas servidas, aplicación de las torturas denominadas el teléfono, el submarino, el pau de arara; y hay testimonios de haber sido obligados a practicar ruleta rusa. Los simulacros de fusilamiento fueron realizados con una detallada puesta en escena: al prisionero incluso se le permitía escribir cartas de despedida a su familia.

Muchos de los detenidos de la época pasaron por varios de estos centros de tortura. Así fue el caso de Humberto, presidente del sindicato de trabajadores de Enadi. Detenido el 3 de octubre de 1973 fue trasladado por los infantes de marina fue llevado primero al Cuartel Silva Palma y luego al buque Lebu, en ambos lugares sufrió brutales torturas. Pero los interrogatorios selectivos y más brutales se llevaban a efecto en la Academia de Guerra Naval.  “Me pusieron un paño en la boca y me tiraron contra la muralla y comenzaron a golpearme. Perdí la noción del tiempo, del espacio, pensé que me iban a matar. El estar ahí, aunque no te torturan era igual, porque se sentían gritos, golpes, lamentos desgarradores de gente que se moría. Siempre se estaba en un estado emocional tenso, sabías que después te iba a tocar a ti, ibas a pasar por el mismo proceso. No se tenía ninguna esperanza, no sabías si ibas a salir vivo. Eran varios los que se habían intentado suicidar lanzándose por alguna de las ventanas del cuarto piso de la Academia o golpeándose contra unos pilares que había en la sala grande“.

Felix Francisco Figueras Ubach, fue detenido el 11 de diciembre de 1975 en Valparaíso. Fue detenido por efectivos del Regimiento de Caballería Blindada No 4, Coraceros Viña del Mar y trasladado a su cuartel. Posteriormente es trasladado a la Academia de Guerra Naval. Muere a consecuencia de las Torturas el 15 de Diciembre.

El almirante José Toribio Merino Castro instaló su puesto de mando en la Academia de Guerra Naval durante el golpe militar. 

Criminales y Cómplices:

Almirante José Toribio Merino Castro, General Nicanor Díaz Estarda; Comandante Pedro Quintero; Capitán Oporto (Infante de Marina); Capitán de Navio Franklin González (Marina); Capitán de Navío Raúl López Silva (Armada); Víctor Valverde Steilein (capitán navío); Luis Holley de la Maza (capitán navío); José Yáñez Riveros (capitán fragata); Marcos Silva Bravo (capitán fragata); José García Reyes (suboficial); Alfredo Mondaca Salamanca (subof.); Luis Pinda Figueroa (subof.); Carlos Miño Muñoz (subof.); José Rojas Araya (subof.);  Pedro Vidal Miranda (subof.); Héctor Palomino López (subof.); Guillermo Inostroza Opazo (subof.; Claudio Cerezo Valencia (subof.)

Fuentes de Información Consultadas: Informe Rettig; Libro: “Testimonios de Tortura en Chile”; Informe Valech; http:panchogancho.webcindario.com;  Memoriaviva;


Testimonios

Categoría : Testimonio

María Eliana. “Allí estuve como cuatro semanas, me sacaban todas las noches para interrogarme, me golpeaban los oídos con las manos, me ponían corriente en la lengua, en la vagina. Nos sacaban para divertirse con nosotros, para abusar sexualmente. Fueron violaciones masivas. Al final una se desconecta, trata de subliminar lo que está pasando, pero es imposible de olvidar, de hecho, cuando ya me encontraba en la cárcel, hice una seria infección, con vómitos y fiebre. Me enviaron al Hospital Naval y ahí dijeron que era sólo un ataque de vesícula y me enviaron de vuelta a la cárcel. No obstante, era algo mucho más serio. Era gonorrea, y era imposible saber cómo y dónde la había contraído, ¿en la Esmeralda, en el Lebu, en la Academia? Lo único claro es que quedé con el endometrio total y absolutamente destruido

Enrique N.: Allí nos hicieron subir a un tercero o cuarto piso, y me dejaron en una sala donde me tiraron en uno de los colchones que habían en el piso. Por lo que yo alcanzaba a vislumbrar a través de la capucha, deben haber habido alrededor de unas 10 personas, es decir, alcanzaba a ver los pies de las personas. De ese lugar fui sacado en la tarde, a un interrogatorio (solamente verbal), con un par de cachetadas al oído, tipo teléfono, sin una violencia tan grande; me reiteraron las mismas preguntas que me habían hecho en Belloto y posteriormente, me llevaron a una sala donde me tomaron dos fotografías, una de frente y otra de perfil, y me dieron un numero que hasta lo que recuerdo era quinientos cuarenta y algo, que supongo correspondía a la numeración correlativa de las personas que habían sido fotografiadas hasta ese momento. Luego de la sesión de fotografia, se me autorizo a ir al baño, donde obviamente me pude sacar la capucha y por la ventana, era un baño bastante pequeño, pude observar que estaba en la Academia Naval, porque desde ahí se lograban ver los patios de la zona de Asmar.

En el paso entre el baño a la sala donde me tenían detenido, logré reconocer la voz, al menos, de una persona que había sido compañero de estudios conmigo en la Universidad, Marcelo Dougnac. Haciendo un esfuerzo logré verlo por un momento, estaba en muy mal estado, morado entero por los golpes, semi desnudo en ese momento, lo trasladaban entre dos marinos. Me da la impresión que venia de una sesión de interrogatorio.. Cuando estaba entrando al baño, el marino me dijo: Te vai a sacar la capucha y no vayas a hacer la gracia que hizo un tipo el otro día, que se largó por la ventana…. En todo caso era bastante difícil, porque esa ventana tenía rejas, una malla metálica, pero después me enteré que, efectivamente, hubo por lo menos un par de personas que intentaron suicidarse lanzándose de ventanas de la Academia de Guerra. En la noche de ese día, alrededor de las 23 hrs. calculo mas menos (porque durante todo el día tenían prendida la Radio Recreo, así es que íbamos conociendo el horario), se me metió nuevamente en una camioneta, en las mismas condiciones que en mi detención, vendado, encapuchado, y con dos tipos sentados arriba mío y fui abandonado en una calle con la orden de contar hasta 100 y luego sacarme la venda que me habían dejado. Yo en realidad no sabia donde estaba, pero al sacarme la venda descubrí que me habían dejado en la esquina de mi casa, así es que camine media cuadra hasta llegar a mi domicilio, y esa fue la situación que se dió en mi primera detención.


Las Cuentas de la Armada

Fuente :puntofinal.cl, 29 de Octubre 1999

Categoría : Prensa

El almirante sigue mintiendo. Sus palabras se pierden entre los cerros y el viento de Valparaíso. Pero la memoria de los porteños víctimas de la represión de la Armada es obstinada y certera. Nadie ni nada podrán borrar jamás el horror entronizado a las orillas del Pacífico, entre la garúa nocturna, los arreboles del atardecer y los sempiternos pelícanos de la bahía. Es que el 11 de septiembre de 1973, junto a los barcos de guerra estadounidenses participantes en los denominados ejercicios UNITAS, la escuadra retornó a puerto a fin de vincularse a las unidades en tierra para dar comienzo al golpe militar contra el gobierno de Salvador Allende. El temprano copamiento de la ciudad transformó a ésta en un gigantesco campo de concentración donde se enseñorearon el miedo, la tortura y la crueldad. La Armada, con inusitada ira y profundo desprecio clasista, reprimió a los porteños y, para tal efecto, desplegó todos sus efectivos, incluidos cadetes de la Escuela Naval. Habilitó, también, varios lugares de reclusión como la Academia de Guerra Naval, el cuartel Silva Palma, y los buques Maipo, Lebu y Esmeralda donde se torturó a miles de aterrorizados habitantes de Valparaíso.

Sin embargo, el almirante Jorge Arancibia, jefe de la Armada, continúa sosteniendo que en aquellos lugares de detención “jamás se torturó a nadie”, que tan sólo constituyeron instancias de tránsito para albergar a prisioneros producto de las circunstancias extraordinarias que se vivían. Pero, miente el almirante y miente conscientemente, pues es imposible que no haya estado en conocimiento de lo sucedido en los recintos de la Armada. Son millares los testimonios de víctimas que experimentaron en carne viva la violencia y el odio de oficiales y clases de la aparentemente flemática marina chilena. Tal es el caso de María Eliana Comené, estudiante de castellano de la hacia adentro. Ellos estaban pegados en todas las paredes, yo conté ocho infantes de marina, algunos encapuchados y otros con las caras pintadas de negro. Me dicen que me desnude. Yo empecé a desnudarme y me dejé puesta mi parte de abajo, porque tenía puesto el apósito de la menstruación. Entonces, cuando me obligaron incluso a sacarme el calzón yo dije que no podía, porque estaba indispuesta. Me obligaron a hacerlo y ahí ya viene toda la rebeldía femenina, la rebeldía del luchador, por mucho que nos quisieran hacer sentir como animales llegaba el momento en que la dignidad del ser humano se rebelaba contra todo eso. Y fue tal mi ira, la indignación, que me saqué los calzones, tomé el apósito con sangre y se lo puse en el rostro al teniente que estaba dirigiendo el grupo. Luego de eso, todavía desnuda, por orden del teniente, dos infantes de marina por detrás, me tomaron los glúteos y se agacharon para mirar por el ano”. Tal era la calidad moral de los marinos del almirante, los mismos que no trepidaron en violar mujeres para demostrar su poder y su lastimosa hombría, cubriendo sus rostros con pasamontañas y ocultando sus grados. En la Esmeralda, recuerda María Eliana, “había violencia las 24 horas del día, sacaban a los compañeros, los golpeaban, los torturaban, volvían morados y vomitando sangre. Cuando me trasladaron al Lebu estábamos separados de los compañeros quienes se encontraban en las bodegas. Nosotras estábamos en los camarotes y éramos tantas que no podíamos respirar, teníamos que dormir sentadas en el suelo. Nos daban de comer una sola vez al día, a las 9 de la mañana. Eran unos porotos que hasta gusanos tenían, una vez que reclamamos nos dijeron burlándose que para qué nos quejábamos si nos daban ‘carne'”. Pero la alimentación no era lo que más preocupaba a las prisioneras políticas, sino que el trato inhumano y cruel por parte de sus aprehensores, la mayoría jóvenes marinos. Aunque también las torturaban civiles y, como en el caso de María Eliana, carabineros. Ella había tenido el infortunio de haber sido detenida con ocasión de la retoma de la Universidad Católica en el puerto en los meses previos al golpe. Fue agredida por carabineros al mando de un teniente de apellido Pérez, sin embargo, logró defenderse y golpear a sus agresores.

Obviamente jamás pensó que el devenir político le enfrentaría una vez más al sádico teniente, esta vez a bordo de la motonave Lebu. Pero así fue, en una oportunidad -relata María Eliana- “me llevaron a un camarote que había sido habilitado como sala de interrogatorios y allí estaba este teniente que me comienza a manosear y a gritar diciendo: ¡defiéndete ahora, pos, huevona! Me corrió mano de una manera espantosa, fue más de una hora de sólo eso. Estaba vendada y humillada por lo que estaban haciendo, impotente ante lo que estaba pasando, ante los gritos espantosos que se escuchaban”. Pero no era sólo en el barco que se torturaba y degradaba a centenares de porteños. También sucedía en otros centros de tortura de la Armada. Por la Academia de Guerra Naval, en el cerro Playa Ancha, pasó también María Eliana. “Allí estuve como cuatro semanas, me sacaban todas las noches para interrogarme, me golpeaban los oídos con las manos, me ponían corriente en la lengua, en la vagina. Nos sacaban para divertirse con nosotros, para abusar sexualmente. Fueron violaciones masivas. Al final una se desconecta, trata de subliminar lo que está pasando, pero es imposible de olvidar, de hecho, cuando ya me encontraba en la cárcel, hice una seria infección, con vómitos y fiebre. Me enviaron al Hospital Naval y ahí dijeron que era sólo un ataque de vesícula y me enviaron de vuelta a la cárcel. No obstante, era algo mucho más serio. Era gonorrea, y era imposible saber cómo y dónde la había contraído, ¿en la Esmeralda, en el Lebu, en la Academia? Lo único claro es que quedé con el endometrio total y absolutamente destruido”.

ACADEMIA DE GUERRA NAVAL: CASA DEL HORROR

Y fueron millares las vidas destruidas física y sicológicamente en las casas del horror de la Armada en Valparaíso, El Belloto, Colliguay, Puchuncaví y Talcahuano. Por tales centros de detención y tortura pasó Humberto Arancibia, presidente del sindicato de trabajadores de Enadi, ex Compañía de Gas de Valparaíso. Fue detenido en Villa Alemana el 3 de octubre de 1973 en la noche. Fue trasladado por los infantes de marina que le detuvieron al cuartel Silva Palma en el puerto. Llegamos, recuerda Humberto, ” a una sala grande repleta de gente, hombres y mujeres tirados en el suelo, muchos con el pelo cortado a bayonetazos. Un infante me preguntó por qué me encontraba ahí. Le respondí que no sabía, que simplemente era dirigente sindical. Exactamente, me dijo para preguntarme por otros dirigentes, para ver si habían robado o no”. Los marinos, los militares, sabían perfectamente bien que nadie había robado nada, del mismo modo que sabían que nadie iba a atentar contra la integridad física de los miembros de las Fuerzas Armadas y sus familias como pretendieron hacer creer a través de la difusión de un absurdo Plan Zeta. Simplemente intentaban justificar lo injustificable: la represión, las masacres, la tortura, las violaciones.

Por ello, “alrededor de una hora después de haber llegado, continúa Humberto, me vendan, me ponen sobre la cabeza una capucha negra, me amarran las manos a la espalda y me sacan de la pieza. ¡Así que tú eres Carlos Nicolás! (administrador de la Compañía de Gas), me dicen mientras me dan un golpe en la boca del estómago. Perdí la respiración, me dan palos en la espalda, en las costillas, todo esto camino al interrogatorio. Siento que llegamos a una pieza, tomo aire: no, yo me llamo Humberto Arancibia alcanzo a decir. ¡Por qué no dijiste eso antes conche tu madre! Me gritan. Ahí me di cuenta lo que me esperaba, como iba a ser el tratamiento. En la sala de torturas me pegan con las manos abiertas en los oídos (teléfono), combos en el estómago, palos en las costillas. Todo el tiempo tenía las manos y los pies amarrados con alambre. En un momento pensé que me iban a colgar, pero en realidad lo que hicieron fue ponerme corriente. Esto se repitió muchas veces en medio de todo tipo de insultos”.

Luego de una interminable noche de tormentos Arancibia fue trasladado al buque Lebu. “Parecía un barco pirata -señala Humberto- con hombres hacinados en las bodegas del barco. Estaban barbones, algunos con el pelo cortado a cuchillo, con abrigos, frazadas, sucios y hambrientos. A veces nos tiraban pedazos de pan y lo compartíamos entre todos. Lo mismo hacíamos cuando, por milagro, aparecía una naranja. La comíamos entre seis, hasta la cáscara nos comíamos. Más adelante nos daban fideos, masas de fideos más bien. También porotos llenos de gorgojos. Cada comida era vigilada por marinos armados. No todos comían sí, había un compañero de apellido Villarroel a quien mantenían en una jaula desnudo y nunca le daban de comer.

Los marinos nos obligaban a levantarnos a las seis o siete de la mañana. Subíamos a la plataforma del buque y nos manguereaban desnudos en el frío de la mañana. Está claro que no teníamos dónde hacer nuestras necesidades y, en algún momento, pusieron mitades de tambores de aceite -que llamaban ‘chutes’- donde comenzamos a orinar y defecar”.

En el Lebu se denigraba a la gente, se intentaba deshumanizar al supuesto enemigo, hombres y mujeres, sin importar la edad. También se interrogaba y torturaba. Los interrogatorios selectivos y más brutales se llevaban a efecto en la Academia de Guerra Naval. Allí fue llevado nuevamente Humberto. “Me dijeron que me había reído de ellos la primera vez, me pusieron un paño en la boca y me tiraron contra la muralla y comenzaron a golpearme. Perdí la noción del tiempo, del espacio, pensé que me iban a matar. El estar ahí, aunque no te torturan era igual, porque se sentían gritos, golpes, lamentos desgarradores de gente que se moría. Siempre se estaba en un estado emocional tenso, sabías que después te iba a tocar a ti, ibas a pasar por el mismo proceso. No se tenía ninguna esperanza, no sabías si ibas a salir vivo. Eran varios los que se habían intentado suicidar lanzándose por alguna de las ventanas del cuarto piso de la Academia o golpeándose contra unos pilares que había en la sala grande”.

Llegaba a tal punto el pánico, la desesperación, la violencia contra gente indefensa, que no fueron pocos los que prefirieron morir a continuar soportando el horror de la tortura. Sin embargo, el almirante Arancibia insiste en que en los recintos navales jamás se torturó. Incluso en aquellos lugares donde no se interrogaba, imperaba un régimen de represión permanente y de castigos humillantes para los presos políticos. Tal es el caso del campo de concentración de Isla Riesco o Melinka, ubicado en Colligüay al interior de Valparaíso. Allí, cada vez que llegaba un nuevo grupo, se organizaba en la noche, cuando los prisioneros se encontraban encerrados en sus cabañas, un montaje de amedrentamiento. Se oían ráfagas de ametralladoras y fusiles automáticos, se explotaban minas del sector que rodeaba el campo, amén de gritos y carreras. Al día siguiente se informaba a los prisioneros que un grupo de “extremistas” había intentado rescatarlos durante la noche y que habían sido eliminados por la guardia del campo. Si sucedía nuevamente -advertían- lo primero a eliminar era el peligro interno, es decir, los presos.

TORTURAS A MARINOS DEMOCRÁTICOS

Además, se castigaba a muchos sumergiéndolos en pozos de excrementos y orina, a culatazos, hundiéndoseles en la basura u obligándoles a correr a latigazos. Eran los infantes de marina los que torturaban de esta manera. Y tenían experiencia, pues fueron los que iniciaron la práctica masiva y sistemática de la tortura en agosto de 1973 al detener y flagelar a un grupo de marinos constitucionalistas que denunciaron los intentos golpistas de la Armada. Antonio Ruiz, cabo segundo, mecánico electrónico con mención en control de fuego, fue uno de ellos. Antonio Ruiz recuerda vívidamente el día en que fue detenido, “fue el 7 de agosto de 1973 en Talcahuano. Oficiales de inteligencia me sacaron de la unidad para trasladarme al Fuerte Borgoño. Allí había un escuadrón de al menos doce cosacos esperándonos. Me obligaron a sacarme la ropa y comenzaron los golpes, comenzó el tratamiento de guerra. Pasamos a ser el enemigo. Para los infantes de marina era una práctica en vivo, fuimos sus conejillos de indias. El oficial que nos interrogaba, para que no se notaran los golpes, usaba guantes mojados. Nos metían en tambores de excrementos y orina; dos cosacos nos sujetaban de las piernas y nos hundían en los tambores hasta que no podíamos respirar. Era tal la desesperación ante la tortura y las amenazas que al final uno se rebelaba y encaraba al oficial gritándole: ¡mátame conche tu madre! A ellos no les importaba lo que uno decía o sentía; al contrario, perfeccionaban las técnicas de tortura día a día. Al poco tiempo ya no te sujetaban por las piernas, sino que habían instalado una roldana desde donde te lanzaban al tambor con excrementos. Nos tenían amarrados de pies y manos, nos amenazaban de muerte y hubo muchos simulacros de fusilamiento. Eramos como 50 los detenidos, pero finalmente quedamos menos de la mitad. Había gente de filiación azul (Asmar) y de filiación blanca, tanto de la dotación Escuela como de la Escuadra. Posteriormente fuimos derivados a la cárcel de Talcahuano en tránsito y, finalmente, a la cárcel de Concepción. Allí nos pilló el golpe, nos despertamos con los disparos, presentimos la muerte, Carabineros se hizo cargo del presidio y nos amenazó con que tendríamos que pagar. Se hizo un simulacro de fusilamiento y toda mi vida pasó delante de mí, muy rápido. Esperaba con los ojos cerrados la muerte. Afortunadamente no sucedió nada y, eventualmente, fuimos traslados a Valparaíso, pasando por el campo de concentración de Isla Riesco o Melinka, cuartel Silva Palma y la cárcel pública del puerto. Otros marinos democráticos fueron detenidos y torturados en el Fuerte Miller de la Infantería de Marina en Las Salinas, y en la Escuela de Ingeniería de Viña del Mar.

A 26 años del golpe de Estado iniciado en Valparaíso, el almirante Jorge Arancibia sigue negando que la Armada violó masivamente los derechos humanos. Entonces ¿por qué habría que creer en sus supuestas buenas intenciones al impulsar junto al gobierno una “mesa de diálogo” destinada -también supuestamente- a poner término al problema de los derechos humanos?

Ningún aparente gesto conciliatorio puede ocultar el hecho irrefutable de que el sacerdote obrero Michael Woodward fue asesinado en la Esmeralda, su Esmeralda, señor almirante

RESPONSABLES DE TORTURAS DE LA ARMADA

Vicealmirante. Adolfo Walbaum Wieber, Cdte. I Zona Naval

Vicealmirante. Pablo Weber Munnich, Cdte. en Jefe de la Escuadra

Contraalmirante Hugo Cabezas Videla, Jefe E.M. de la Armada

Capitán de Navío (CN) Sergio Huidobro Justiniano,

Cdte. Cuerpo Infantería de Marina (IM) C.N.

Guillermo Aldoney Hansen, Jefe EM. I Zona Naval

C.N. Marcos Ortiz Guttmann, subjefe EM.Armada

C.N. Carlos Borrowman Sanhueza, director Escuela Naval Arturo Prat

C.N. Raúl López Silva, director Academia de Guerra Naval

C.N. Homero Salinas Núñez, director Escuela de Ingeniería Naval

C.N. Arnt Arentsen Pettersen director Escuela del Cuerpo de IM

C.N. Jorge Sabugo Silva, Cdte. Buque Escuela Esmeralda

C.N. Hernán Sepúlveda Gore, Cdte. Destacamento IM “Miller” de Viña del Mar

C.N. Cristián Sloraker Pozo, Jefe EM de la Escuadra

C.N. Oscar Horlscher, Director Hospital Naval Almirante Nef

Capitán de Fragata (CF) Jorge Davanzo Cintolesi, Director Escuela de Armamentos

CF.Víctor Valverde Steinlen, director Escuela de Operaciones Navales

CF. Hernán Soto-Aguilar Cornejo, subdirector Escuela Cuerpo IM

CF. Jorge Valdés Romo, subdirector Escuela Naval Arturo Prat

CF. Patricio Villalobos, Cdte. Base Aeronaval de El Belloto

CF. Ernesto Huber Von Appen, Cdte.Aviación Naval

CF. Julio Vergara, Jefe Servicio de Inteligencia Naval, I Zona Naval

Cte. Santa Cruz IM, Cuartel Silva Palma, Valparaíso

Cap. Bunster, IM Fuerte Borgoño, Base Naval de Talcahuano,

Cap. Jaeger, IM Fuerte Borgoño, Base Naval de Talcahuano,

Cap. Koeller, IM Fuerte Borgoño, Base Naval de Talcahuano,

Cap. Acuña IM, Fuerte Borgoño, Base Naval de Talcahuano,

Tte. Federico Stigman Servicio Inteligencia Naval

Tte. Luna, IM Fuerte Borgoño, Base Naval de Talcahuano,

Tte. Tapia, IM Fuerte Borgoño, Base Naval de Talcahuano,

Tte. Maldonado, IM Fuerte Borgoño, Base Naval de Talcahuano,

Tte. Alarcón, IM Fuerte Borgoño, Base Naval de Talcahuano,

Tte. Letelier, IM Fuerte Borgoño, Base Naval de Talcahuano,

Tte. Boetsch, IM Fuerte Borgoño, Base Naval de Talcahuano,

Tte. Schuster, IM Fuerte Borgoño, Base Naval de Talcahuano,

Tte. Luis Rebolledo IM, Motonave Lebu

Tte. Guillermo Morera IM (r) Motonave Lebu

Tte. Rafael Yussef ( r) Motonave Lebu

Tte. Rodriguez IM, Buque Escuela Esmeralda

Tte. Juan Gonzalez IM, Campo de Concentración de Isla Riesco

Suboficial Aguayo IM, Campo de Concentración de Isla Riesco

Cabo Soto IM, Campo de Concentración de Isla Riesco

Cabo Bustos IM, Campo de Concentración de Isla Riesco


Torturada en la “Esmeralda”

Fuente :puntofinal.cl, 26 de Noviembre 2004

Categoría : Prensa

La furia la estremece y desgarra, cada vez que María Eliana rememora el dolor y la humillación de la tortura, aquí, en el Valparaíso de los vientos, en el hermoso caos del puerto de todos, a pasos de la bahía donde, hace treinta años, estuvo anclado un velero que le cambió la vida para siempre. La furia estremece los sentidos y desgarra la piel, porque la Armada continúa negando lo evidente: que detuvieron y torturaron a millares de chilenos y chilenas. Y está claramente establecido que el buque escuela Esmeralda fue utilizado como centro de detención, tortura y asesinato, tal como sucedió con otras dependencias de la Armadael buque Lebula Academia de Guerra Navalel cuartel Silva Palma, entre otros. En todos ellos estuvo María Eliana Comené. Hoy, tres décadas después, la joven estudiante universitaria de esa época, recuerda el doloroso periplo que compartió con miles de víctimas de la represión militar que, en el puerto, vistió por sobre todo uniforme de marino.

En la “Esmeralda” fue asesinado el sacerdote Miguel Woodward y, además, se torturó a mucha gente. Usted estuvo también ahí…
“Sí, a mí me detuvo Carabineros el 13 de septiembre, al mediodía, en mi casa. En un bus me llevaron a la 4º Comisaría en Viña. Luego me trajeron a la intendencia de esa época, hoy Primera Zona Naval. En la noche, alrededor de las once, los marinos nos llevaron a la Esmeralda. Al llegar al barco nos bajaron a empujones por las escaleras. Estaba a oscuras, pero no iba vendada y por eso me di cuenta que era la Esmeralda. Nos tiraron hacia donde estaban los camarotes de los oficiales, no eran de los marinos, porque eran salas grandes con tres camarotes en fila. Me pasaron inmediatamente al baño, un baño enorme donde me hicieron desvestirme y dejar la ropa en una banca de madera. Y me empezaron a revisar, a ver si tenía alguna cosa escondida en el cuerpo, por lo tanto a meterme los dedos en la vagina, en el ano, mirarme los oídos, la nariz. Era un grupo de muchachos, todos con caras pintadas de negro, no sé si eran oficiales, porque todos vestían iguales”.

El tratamiento violento y humillante fue desde un comienzo, entonces…
“Sí, claro. Luego me pasaron a la ducha, y ese fue quizás para mí el momento más difícil, aunque después lo pasé peor. Ahí me sentí tremendamente vejada, humillada por ser obligada a estar desnuda, por las tocaciones sexuales, los comentarios que hacían, las burlas de todos los marinos. Hasta ahora tengo una pesadilla: estoy en un baño y en el baño pasa mucha gente y no puedo estar tranquila. Entonces, me despierto llorando.
Después los marinos me tiraron a la última litera en un camarote. Me tocó la tercera litera de arriba. Me di cuenta que estábamos separados: los hombres estaban tras una cortina hecha con frazadas. Los hombres estaban muy mal, a ellos los torturaban de manera brutal. Yo los veía cuando llegaban, por ejemplo Sergio Vuscovic, alcalde de Valparaíso durante la Unidad Popular, tuvo un ataque de vómito, de sangre. Los compañeros, muchos de ellos ex autoridades y dirigentes de la zona, llegaban arrastrándose, pero no se quejaban.
Me hicieron dos interrogatorios en la Esmeralda, todos violentos, humillantes, con golpes y abusos sexuales. Les causaba placer torturarnos, disfrutaban tocando para saber tu reacción, esperaban que gritáramos, pero gritar, para mí, era peor. A veces era mejor dejar que hicieran lo que quisieran para que te dejaran tranquila. También, si nos movíamos o pedíamos permiso para ir al baño, nos pegaban con las culatas, no nos dejaban dormir. Estábamos en un camarote rodeadas de armarios metálicos. No podíamos saber si era de día o de noche, sólo escuchábamos gritos, llantos de las compañeras que suplicaban que no las tocaran. Había una alemana a la que la golpeaban constantemente. Había mujeres de todas las edades, incluso niñas de quince años y eran torturadas física y psicológicamente. Para soportar la situación yo contaba los pernos y los remaches del buque. Así me abstraía del horror de la Esmeralda. Y ahí estuve hasta que nos sacaron a todas, yo fui una de las últimas que salí”.

¿Adónde las llevaron?
“Nos trasladaron al Lebu, un buque de la Compañía Sudamericana de Vapores, de Ricardo Claro, que se lo había cedido a la Armada para los prisioneros. La Esmeralda estaba casi al final del molo y el Lebu estaba en la punta. Nos llevaron en un bus y era impresionante, porque estaba el molo cubierto de gente en el suelo, todos prisioneros. Los marinos nos metieron en un camarote, a diferencia de los hombres que estaban en las bodegas del barco. Los camarotes eran pequeñísimos y habíamos dentro unas 25 mujeres. Tanto que en la noche teníamos que dormir sentadas en el suelo con las piernas recogidas. En turnos nos poníamos cerca de la puerta para tomar un poco de aire, aunque había un marino de guardia que no nos dejaba acercarnos.
En el Lebu no estábamos encapuchadas, así que conocíamos muy bien a los marinos y, al igual que en la Esmeralda, éramos mujeres de todas las edades. De hecho, un día llegó una niña de uniforme escolar. Nos tenían encerradas y nos daban comida una vez al día, tallarines, porotos con gusanos y arvejas secas en caldos indefinibles. De repente llegaba un pan, una fruta, pero era la excepción”.

VIOLACION EN EL LEBU

¿En el “Lebu” los marinos también torturaban?
“No sólo los marinos. También había carabineros y civiles que torturaban. En una ocasión, cuando me tocó el turno de acercarme a la puerta del camarote para respirar mejor, se asomó a la ventanilla un teniente de Carabineros que conocía, porque había sido detenida antes del 73 en Valparaíso, en la acción de retoma de la Universidad Católica. Me llevaron a la comisaría Barón y trataron de revisarme, pero me defendí y fue ese teniente el que me golpeó y, luego me dejó botada en una celda. Era el mismo teniente Pérez que aparecía en el Lebu y me quedó mirando, con odio. El, con otros carabineros y marinos, empezó a llamar a las mujeres; primero mandaron a buscar a una joven de chaleco blanco, luego llevaron como a cinco o seis jóvenes, hasta que al final, me llevaron a mí. Era un camarote desocupado, enorme, que estaba en una esquina. Estaba muy oscuro, pero a él lo vi claramente porque no estaba encapuchada. Además, me recibió con groserías y diciendo “ésta es la chora que quiero” y gritando “defiéndete ahora, huevona”. Me sentó a empujones en un sillón y empezó a tocarme y golpearme, me desvistió a la fuerza y ahí mismo me violó. Hizo lo que quiso conmigo y los otros que se encontraban en el camarote se reían y burlaban. Después, me ordenó vestirme y peinarme, me obligó a ordenarme antes de salir. Además de los garabatos me dijo: “Ya nos vamos a ver de nuevo”.

No fui la única torturada en el Lebu, por supuesto. Cuando llegaban las mujeres al barco, primero pasaban por la sala de tortura y después las tiraban al camarote. Alrededor de diez días después, me mandan a llamar de la Academia de Guerra, y ahí empezó nuevamente el terror. Me interrogaban los marinos y carabineros”.

¿La Academia de Guerra Naval fue el principal centro de detención y tortura de Valparaíso?
“Sí, cuando llegué a la Academia, el primer día me pasaron inmediatamente a interrogatorio y me empezaron a hacer el teléfono, a golpear los oídos con ambas manos abiertas. Yo sabía que para aliviar el dolor tenía que gritar y empecé a gritar, y un compañero, que no sé quien es, que estaba en la misma pieza parece, empezó a reclamar por lo que me hacían. Y le pegaron de tal manera que se sentían los golpes, los quejidos. Fue horrible y tuve que dejar de gritar. Así se dañaron mis tímpanos. En la Academia estuve aproximadamente tres semanas. Me sacaban todas las noches para interrogarme. Preguntaban acerca de supuestas armas, pero era para amedrentar, para dejarte a nivel de cosa y no de persona.
En la Academia se escuchaban gritos día y noche. A mí me golpearon, me violaron y me aplicaron electricidad. La corriente era horrible, porque da espasmos que no se pueden controlar. Y te ponían corriente en los pechos, la vagina, la boca, quemaduras de cigarro en las nalgas, en los brazos y en los muslos. Una noche me llevaron y me sacaron la ropa: me obligaban a desnudarme cada vez que decía un no, o que daba una respuesta que no les satisfacía. Me sentí tremendamente vejada, empezaron a tocarme, a manosearme, a hacerme cosas. Me devolvieron a la sala como a las cuatro de la mañana o más tarde, porque estaba aclarando. Me puse a mirar por los hoyitos de las ventanas tapadas con banderas de los barcos y empecé a llorar. Un compañero se dio cuenta y me abrazó. Nadie se movió, excepto él. No me preguntó nada. Fue una cosa muy linda. Te hace sentir que no estás sola.
Lo concreto es que te van ablandando físicamente, con golpes, con violaciones, con electricidad, y después llega el golpe psicológico, cuando ya no te quedan defensas. De hecho, había una carabinero mujer que me interrogaba violentamente, con mucho ataque psicológico. Los marinos nos sacaban a las mujeres para divertirse con nosotras, para abusar sexualmente. Y siempre estábamos encapuchadas o vendadas. El teniente Pérez, de Carabineros, también estaba en la Academia, ahí lo vieron varias personas. Tenía rango, en el Lebu hacía lo que quería. Recuerdo muy bien que andaba con pistola, y en un momento la tomó, no sé para qué, pero pensé que me podía matar, realmente creí que iba a salir muerta”.

CARA A CARA CON EL TORTURADOR

Tengo entendido que se encontró con uno de sus torturadores. ¿Cómo fue eso?
“Al hombre no lo volví a ver nunca más después de mi detención. Sin embargo, hace poco tiempo estaba en el café de Falabella, en Valparaíso, con una amiga. De repente me quedé helada, porque a pesar de que ha cambiado mucho, no sé si fue por los ojos o por instinto, lo reconocí. Entonces le digo a mi amiga: ‘Oye, mira, el paco Pérez’. Estaba conversando con un viejo, y me quedé paralizada. Yo había pensado muchas veces lo que le iba a decir cuando lo viera. Pero no fui capaz de moverme; pagamos rápidamente y salí, pasé por su lado, lo miré, pero no me atreví a hacer nada. Me tiritaban las piernas. Y estaba tan enojada conmigo después. Estaba indignada conmigo misma.
Yo hice una declaración en Punto Final hace un par de años. Ahí menciono a Pérez. Un ex preso político, que era carabinero y también trabajó en la Comisaría de Viña del Mar en ese tiempo, me dijo que se llamaba Carlos Pérez San Martín, y que es gerente de operaciones del club Santiago Wanderers. Desde que le hicimos una funa estoy más en paz. Pero cuando lo veo, me vuelvo a acordar del café y me da mucha rabia, me dan ganas de ir a hablar con él. Pero todo el mundo me ha dicho que no lo haga, es peligroso, dicen que es matón, que tiene gente. Entonces no me he atrevido, ha pasado tanto tiempo…

Pero el azar permitió que usted se cruzara con el ahora capitán (r) Carlos Pérez en el supermercado…
“Sí, hace poco estaba en la fila de la carnicería del supermercado cuando alguien me pasa a llevar, me doy vuelta y me encuentro cara a cara, a no más de diez centímetros, con Carlos Pérez, con mi torturador.

Le pregunté: ¿No se acuerda de mí?
– No señora. ¿Dónde la conozco? respondió.
– La ultima vez que nos vimos fue en el Lebu
– ¿En el Lebu? Yo no tengo ningún problema con derechos humanos, dijo inmediatamente, delatándose solo.
A mí esto no me lo contaron, le dije. No se me van a olvidar nunca su cara ni su voz, porque usted me echó a perder la vida. A esas alturas ya tenía un nudo en el estómago, pero no podía perder la calma, era importante mantener mi dignidad a pesar de todo. Pero siguió negando todo, como hacen los cobardes. Como han hecho los militares todo este tiempo”.

COBARDIA DE LA ARMADA

¿Cree que el informe sobre prisión política y tortura servirá para hacer justicia en su caso y en tantos otros?
“Cuando entregaron el informe al presidente Lagos pensé que no era cierto. Es algo que nunca esperé ver en vida, pero después surgió el enojo. Primero, porque la derecha sigue diciendo que somos todos responsables. Pero haber tenido ideas de Izquierda no es equivalente a haber torturado y matado. Realmente, es vergonzoso el aprovechamiento político. Soledad Alvear jamás ha hecho nada y ahora que es pre-candidata saca la voz. Lo que diga el presidente Lagos no es importante. Lo que nos interesa es que el informe se publique completo, que se sepa lo que hicieron estos criminales”.

El almirante Vergara, comandante en jefe de la Armada, dice que él pone las manos al fuego por sus hombres.
“El almirante Vergara se va a quemar. Da rabia la cobardía de la Armada al no reconocer sus crímenes. El ahora senador Jorge Arancibia era capitán de fragata a cargo de un barco en San Antonio. También me merece dudas que diga que no sabe nada. Ahí estaba Tejas Verdes y no sólo participaba Contreras en la represión, también había marinos. La Armada abusó de las personas en sus dependencias. A mí me detuvieron, torturaron y violaron marinos”.

¿Han pasado treinta años y por primera vez se conocerá, al menos de manera sistemática, lo sucedido a miles de torturados. ¿Ayudará esto a aliviar el dolor de las víctimas?
“Hay consecuencias físicas y psicológicas profundas. Tienes que empezar a convivir con esto, siempre he dicho que soy exiliada y nunca voy a acostumbrarme. No es mi Chile, es un Chile que a mí no me ha dado nada, al contrario, me quitó mucho. Las pesadillas nunca se me han pasado. Me despierto angustiada, porque creo que estoy detenida en la Esmeralda, cuando los marinos con la cara pintada me desvisten, me revisan, me meten al agua. Es el primer signo de humillación, donde enfrentamos al enemigo de manera real. No puedo olvidar, porque a mí me golpearon, me pusieron corriente, me violaron y me contagiaron gonorrea, cosas que ni siquiera mi familia sabe.

Hace un par de años subí a la Esmeralda acompañando a periodistas de la BBC de Londres. Empecé a sentir los olores, los gritos, todo lo que había sentido antes. Caí en una profunda depresión, hice crisis de pánico y estuve encerrada en mi casa cuatro meses. Fue horrible, no dormía, las pesadillas eran continuas. Ningún informe hará olvidar lo que pasamos, lo que sufrimos”.


Procesados represores de la U. Santa María en caso Woodward

Fuente :La Nación, 24 de Septiembre 2008

Categoría : Prensa

En una masiva resolución la jueza Eliana Quezada de la Corte de Apelaciones de Valparaíso, procesó a cuatro oficiales y nueve suboficiales (R) de la Armada como coautores del secuestro -en septiembre de 1973- del sacerdote Miguel Woodward.

Con ello la ministra elevó a 19 los encausados en esta investigación, precisamente cuando se cumplen 35 años de la desaparición del religioso que militaba en el MAPU.

Por primera vez la magistrada dio cuenta esta vez del capitán de navío (R) Víctor Valverde Steinlein, quien como director entonces de la Escuela de Operaciones de la Armada, fue el jefe de la Universidad Técnica Federico Santa María (UTFSM) que la Marina usó hasta fines de octubre de 1973 como centro de detención tras el golpe militar.

También encausó al capitán de navío (R) Luis Holley de la Maza y a los capitanes de fragata (R) José Yáñez Riveros y Marcos Silva Bravo.

Éstos comandaron los equipos que la Armada formó coordinados por Valverde para reprimir en los cerros Los Placeres, Esperanza y Barón, utilizando las dependencias de la UTFSM como lugar de reclusión de quienes eran arrestados en esa zona.

Miguel Woodward fue detenido en su casa de Placeres el 21 de septiembre y conducido a esa universidad donde recibió los primeros golpes y torturas.

“Una patrulla del Cuartel de Operaciones de la UTFSM detuvo a Woodward, donde fue interrogado, golpeado y sometido a diversas torturas por parte de funcionarios de la Armada que integraban la Compañía de la Escuela de Operaciones allí asentada, para al día siguiente entregarlo a la Academia de Guerra Naval (AGN)“, sostiene el dictamen de la jueza Quezada.

Diez de los trece procesados están ya bajo arresto en el cuartel de Infantería de Marina de Las Salinas en Viña del Mar, tras ser ubicados por funcionarios de Investigaciones.

El capitán de fragata (R) José Yáñez Riveros, regresa a Chile en noviembre porque está a bordo de una nave comercial.

Respecto del otro capitán de fragata (R) Marcos Silva Bravo, éste se encuentra de vacaciones en el sur, donde está siendo buscado por los funcionarios policiales. El suboficial Alfredo Mondaca Salamanca vive en Iquique y ya fue ubicado. Se espera que ambos ingresen hoy a cumplir su arresto en el mismo cuartel.

Miguel Woodward continuó luego siendo torturado en la AGN y quedó moribundo, por lo que fue llevado al buque escuela Esmeralda, donde existía un hospital de campaña.

Allí fue chequeado por el oficial y médico naval Kenneth Gleiser, quien recomendó llevarlo Hospital Naval, entonces en el cerro Playa Ancha. No se ha determinado el lugar exacto donde murió Woodward.

Los actuales procesados tuvieron participación en la detención, golpiza y torturas del sacerdote, como en su posterior traslado a la AGN y a la Esmeralda. El jefe de la AGN y los torturadores del religioso en esta academia, tres vicealmirantes, dos capitanes de navío y un teniente, todos en retiro, fueron ya encausados en abril pasado.

Nómina de Procesados

1.- Víctor Valverde Steilein (capitán navío R)

2.- Luis Holley de la Maza (capitán navío R)

3.- José Yáñez Riveros (capitán fragata R)

4.- Marcos Silva Bravo (capitán fragata R)

5.- José García Reyes (suboficial R)

6.- Alfredo Mondaca Salamanca (subof. R)

7.- Luis Pinda Figueroa (subof. R)

8.- Carlos Miño Muñoz (subof. R)

9.- José Rojas Araya (subof. R)

10.- Pedro Vidal Miranda (subof. R)

11.- Héctor Palomino López (subof. R)

12.- Guillermo Inostroza Opazo (subof. R)

13.- Claudio Cerezo Valencia (subof. R)


Justicia procesa a seis marinos por la aplicación de torturas en 1973

Fuente :eleconomistaamerica.com, 29 de Septiembre 2014

Categoría : Prensa

La justicia procesó y ordenó el arresto de seis miembros retirados de la Marina chilena por delitos de secuestro, tortura y asociación ilícita criminal en contra del historiador Félix Figueras Ubach, hechos acaecidos el tras el golpe militar que encabezó Augusto Pinochet en 1973.

Según informaron fuentes judiciales, la resolución la dictó el juez especial Jaime Arancibia, de la Corte de Apelaciones de Val paraíso, y anula una anterior, del juez Julio Miranda, quien declaró cerrada la indagatoria sin encontrar culpables.

La causa fue reabierta a requerimiento del Programa de Derechos Humanos del Ministerio de Interior, la familia de la víctima y la Agrupación de Familiares de Ejecutados Políticos, que aportaron nuevos antecedentes que no fueron investigados por el juez Miranda.

Los procesados
Los procesados son el almirante retirado Rigoberto Cruz Johnson, el vicealmirante Juan Mackay Barriga, el capitán de navío Ricardo Riesco Cornejo y los suboficiales Bertalino Castillo Soto, Juan Jorquera Terrazas y Juan Reyes Basaur.

Los seis, según los antecedentes del caso, formaban parte del núcleo de torturadores e interrogadores de la Academia de Guerra Naval de Valparaíso, en los días posteriores s al golpe de Estado de 1973.

Félix Fugueras Ubach, profesor de historia del Instituto Pedagógico de Valparaíso y miembro del Partido Comunista, fue detenido la noche del 11 de septiembre, el mismo día del golpe, en su domicilio.

Cuatro días después, en un acto de desesperación a causa de los tormentos sufridos desde el momento de su detención, se lanzó al vacío por una ventana desde el cuarto piso de la Academia de Guerra Naval, ubicada en el cerro Playa Ancha de Valparaíso y murió poco después.

A pesar de que el juez Arancibia mantuvo la tesis del suicidio, los testimonios de supervivientes establecieron que, lo que motivó que Figueras se lanzara al vacío fueron las reiteradas torturas que le fueron aplicadas por los encausados.

La resolución del magistrado estableció además que la Academia de Guerra Naval de Valparaíso se transformó después del golpe militar en un lugar donde la Armada permitió que operara una asociación ilícita criminal para mantener detenidos ilegalmente.

Los exoficiales Riesco y Mackay han sido anteriormente procesados por otros delitos de lesa humanidad ocurridos en la Academia de Guerra Naval.


Reabren Proceso por Tortura contra Profesor Comunista

Fuente :reddigital.cl, 22 de Octubre 2015

Categoría : Judicial

El juez de la Corte de Apelaciones de Valparaíso. Jaime Arancibia decidió procesar a seis ex miembros de la Armada por los delitos de secuestro, tortura y asociación ilícita criminal en contra del historiador Félix Figueras Ubach tras el golpe militar en 1973.La resolución  anula una anterior, del juez Julio Miranda, quien declaró cerrada la indagatoria sin encontrar culpables.

La causa fue reabierta a requerimiento del Programa de Derechos Humanos del Ministerio de Interior, la familia de la víctima y la Agrupación de Familiares de Ejecutados Políticos, que aportaron nuevos antecedentes que no fueron investigados por el juez Miranda, consignó la agencia EFE.

Los procesados son el almirante (r) Rigoberto Cruz Johnson, el vicealmirante Juan Mackay Barriga, el capitán de navío Ricardo Riesco Cornejo y los suboficiales Bertalino Castillo Soto, Juan Jorquera Terrazas y Juan Reyes Basaur.

Según los antecedentes del caso, todos ellos formaban parte del núcleo de torturadores e interrogadores de la Academia de Guerra Naval de Valparaíso después del golpe.

Félix Fugueras Ubach, profesor de historia del Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile de Valparaíso y miembro del Partido Comunista, fue detenido la noche del 11 de septiembre, en su domicilio.

Su nombre, junto con el de Luis Sanguinetti Fuenzalida, quedó inscrito en una placa que se instaló en el memorial ubicado en el patio de la Casa Central de la UPLA.

Cuatro días después, en un acto de desesperación a causa de los los tormentos sufridos desde el momento de su detención, se lanzó al vacío por una ventana desde el cuarto piso de la Academia de Guerra Naval, ubicada en el cerro Playa Ancha de Valparaíso y murió poco después.

A pesar de que el juez Arancibia mantuvo la tesis del suicidio, los testimonios de sobrevivientes establecieron que lo que motivó que Figueras se lanzara al vacío fueron las reiteradas torturas que le fueron aplicadas por los encausados.

La resolución del magistrado estableció además que la Academia de Guerra Naval de Valparaíso se transformó después del golpe militar en un lugar donde la Armada permitió que operara una asociación ilícita criminal para mantener detenidos ilegalmente.

Cabe agregar que Riesco y Mackay ya habían sido procesados por otros delitos de lesa humanidad ocurridos en la Academia de Guerra Naval


Armada chilena quiere borrar todo rastro de la “Colina del Terror”

Fuente :radio.uchile.cl, 13 de Marzo 2017

Categoría : Prensa

Los crímenes cometidos por los militares chilenos durante el régimen pinochetista ya empezaron a ser castigados: algunos miembros del Ejército, Aviación y Carabineros han sido juzgados y condenados. No así los de la Armada, quienes tuvieron importante participación en el golpe de Estado contra Salvador Allende y en la represión que siguió. El mes pasado, el edificio de la Academia de Guerra Naval –centro de detención y tortura de la dictadura– fue derruido. Víctimas que sobrevivieron a la llamada “Colina del Terror” asumen que con esa demolición la Marina pretende borrar sus huellas criminales.

En absoluto secreto, entre el 8 y el 10 de febrero pasados, la Armada chilena demolió el edificio en el cual hasta 2012 funcionó la Academia de Guerra Naval en Valparaíso.

Se trata del lugar desde el cual el almirante José Toribio Merino orquestó el golpe militar del 11 de septiembre de 1973; luego de eso, el inmueble fue convertido en centro de comando de las tareas represivas de la dictadura y en uno de los principales recintos de prisión y tortura en la región de Valparaíso.

La destrucción de la antigua Academia de Guerra Naval ocurre en momentos en los que el ministro en Visita Extraordinaria para Causas de Derechos Humanos, de Valparaíso, Jaime Arancibia, avanza en sus investigaciones, pues ya pudo identificar al equipo que en la Armada comandó y ejecutó las principales acciones represivas.

Esto ha causado preocupación en la Armada, que ha logrado mantener casi totalmente impunes los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la dictadura militar (1973-1990). En esto difiere de lo sucedido con criminales del Ejército, la Aviación y Carabineros de Chile, muchos de los cuales han sido procesados y condenados a partir de que estas causas se activaron, tras la detención de Augusto Pinochet, en Londres, el 10 de octubre de 1998.

“Palacio de la Risa”

La Academia de Guerra Naval era una construcción de acero y concreto, de cuatro pisos, ubicada en un promontorio en el Cerro Playa Ancha, de Valparaíso. Luego del derrocamiento del presidente Salvador Allende y la imposición de la Junta Militar, este edificio –donde normalmente se formaba a los oficiales navales– pasó a ser conocido popularmente como el “Palacio de la Risa”, irónica alusión a los angustiantes alaridos de dolor que día y noche surgían de ahí, producto de las torturas a centenares de detenidos.

La Academia de Guerra Naval –que en 2012 se trasladó a la vecina ciudad de Viña del Mar– se emplazaba en lo que las organizaciones de derechos humanos de Valparaíso han denominado la “Colina del Terror”, puesto que allí también está el cuartel Silva Palma, guarnición que tras el golpe sirvió como centro masivo de detención.

“Creo que al echar abajo la Academia de Guerra pretenden borrar la memoria de lo que ahí sucedió, pero claramente el pueblo mantiene su imaginario y, dentro de eso, la tarea es poder reconstruir los hechos.

“Lo primero que hizo la Armada fue asesinar y torturar masivamente al pueblo chileno.”

Es lo que señala en entrevista Eduardo Cabrera, Neco, exprisionero político y presidente de Cine Forum, y quien se ha convertido, quizás, en el más tenaz perseguidor de criminales de la Armada.

Cine Forum –que organiza desde hace una década festivales de cine de derechos humanos y de pueblos indígenas– y la Agrupación de Marinos Antigolpistas denunciaron públicamente (mediante comunicado del 18 de febrero pasado) la demolición silenciosa e inconsulta de ese centro de tortura y muerte.

“Vemos con estupor en este hecho el intento de borrar de la memoria aquel lugar donde se deliberó y fraguó el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973”, manifestaron.­

Además expresaron en su declaración la voluntad de perseverar en el esfuerzo por que el cuartel Silva Palma pronto sea declarado Sitio de Memoria Histórica por el Consejo de Monumentos Nacionales, y por lograr que toda la Colina del Terror sea declarada Zona de Conservación Histórica. Formalmente solicitaron esto el 20 de julio de 2016, y entregaron el expediente del caso este miércoles 8. Su carpeta fue foliada con el número 1557.

Neco, quien al momento del golpe era presidente del Centro de Alumnos de Filosofía del Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, sede Valparaíso, y militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, expresa que “el alto mando de la Armada cree que botando edificios y quemando archivos se acaba su problema… pero hoy somos muchos los que estamos preocupados del tema de la memoria”.

Temerosos de que la demolición de la Academia de Guerra Naval, además de afectar la memoria histórica y el patrimonio, pudiera incidir negativamente en las numerosas causas por crímenes de lesa humanidad, Cabrera y otros expresos políticos y militantes de organizaciones de derechos humanos se reunieron con el ministro Arancibia, a quien le plantearon su inquietud.

Éste les expresó que “de ninguna manera” la citada demolición afectaría los procesos, puesto que él ya había hecho una inspección de la Academia de Guerra, y había hecho registros de los lugares que, según diversos testimonios, habrían sido utilizados para las detenciones y torturas.

Ante los cuestionamientos por la demolición, la Armada justificó su proceder mediante una declaración el 21 de febrero. Indicó que el edificio demolido había quedado “con daños estructurales” tras el terremoto del 27 de febrero de 2010.

Por lo mismo, y tras una serie de trámites administrativos, técnicos y legales –que no se especificaron–, habían establecido la necesidad de su destrucción, por considerarlo un peligro para la seguridad.

Ni la municipalidad de Valparaíso ni el Ministerio de Vivienda han respondido si sus organismos técnicos autorizaron la demolición, que necesariamente debió ser aprobada por ellos para cumplir con el ordenamiento jurídico relacionado con inmuebles ubicados en zonas de conservación histórica.

Crudos testimonios

El 14 de octubre de 2015 Arancibia inició proceso a 12 oficiales y suboficiales en retiro de la Armada por los delitos de tortura, secuestro calificado y asociación ilícita, cometidos contra Eduardo Cabrera.

Esta causa tiene el mérito de ser uno de los primeros autos de procesamiento por delito de tortura que alcanza a altos oficiales de dicha institución. Este tipo de crímenes fue ignorado por la justicia hasta hace unos cinco años, cuando se comenzaron a investigar con seriedad.

En aquel dictamen se establece que el 6 de abril de 1974, “aproximadamente a las 03:00 horas de la madrugada, Eduardo Cabrera Vásquez fue detenido en su domicilio particular por un contingente de efectivos de la Armada de Chile, sin existir motivo alguno para ello”.

Se añade: “Fue esposado y conducido en una camioneta hasta el Cuartel Silva Palma de la Armada en Valparaíso, lugar donde fue sometido a maltrato físico y psicológico, y fue obligado a permanecer por más de cinco horas de pie en un patio ubicado al interior del cuartel, siempre encapuchado. Cuando fue interrogado recibió descargas eléctricas en diversas partes del cuerpo, genitales, boca, orejas y extremidades, ello por medio de un objeto que se conocía con el nombre de Magneto”.

Cabrera señala en la entrevista que entre 5 mil y 10 mil personas pasaron por la Colina del Terror y otras dependencias utilizadas por la Armada como parte de las tareas represivas.

Dice que en los centros de estudios los rectores elaboraban listas con los estudiantes de izquierda, las cuales eran facilitadas a la Armada. “Estos estudiantes tuvieron que ir a firmar al cuartel Silva Palma, estar un par de días ahí, encapuchados, interrogados y fotografiados… y ahí se definía si los mantenían detenidos o si eran liberados”.

En entrevista con Proceso, Arancibia ratificó la veracidad de estos dichos. “Había listas de estudiantes que fueron interrogados en el cuartel Silva Palma. En algunos casos se llegó a los golpes, en otros no, la verdad es que hubo de todo, por eso es que hay que distinguir caso por caso”, expresa el magistrado.

La misma suerte corrieron miles trabajadores y dirigentes sindicales. “En el fondo, es el pueblo porteño –de Valparaíso– el que en su conjunto fue castigado por comprometerse en un proceso que afectó profundamente los intereses de la oligarquía”, señala Neco y asegura que la situación en el Silva Palma “era de una adversidad increíble: te enfrentabas a lo que ellos querían hacer contigo. Debías cooperar, entregar los elementos que ellos querían para su investigación, y si ellos no obtenían eso, significaba soportar los golpes, electricidad, siempre desnudo, en los genitales, en las orejas, en la lengua…”.

Este exprisionero, reconocido por sus pares por no haber realizado delaciones, recuerda que los equipos que aplicaban torturas estaban compuestos por entre seis y ocho personas: “Había mujeres… a mí me puso electricidad en los genitales una mujer que ahora está procesada: Gilda Ulloa, se llama”.

Narración anónima

El libro Estos mataron a Allende (1974), del periodista chileno Robinson Rojas, incluye el testimonio anónimo de un universitario que pasó por las mazmorras de la Armada, que entrega notables antecedentes sobre las torturas masivas perpetradas en la Colina del Terror y no ha sido integrado hasta ahora al expediente de la causa.

El testimonio fue publicado originalmente en el diario colombiano El Tiempo el 26 y el 27 de mayo de 1974, recogido por el columnista Daniel Samper Pizano, quien permanece activo en el periodismo.

“Fui detenido a mediados de octubre en el mismo recinto universitario donde estudiaba, donde asistía normalmente a clases. El rector designado por los militares permitía que los esbirros del Servicio de Inteligencia Naval se introdujeran en la universidad, y tengo la impresión de que el propio rector delataba a los estudiantes de izquierda. Con los demás detenidos nos llevaron a la Academia de Guerra Naval (…) Llegando se nos vendó los ojos y se nos hizo subir hasta el cuarto piso por las escaleras de hierro.”

Continuó el testigo: “Al subir escuchábamos gritos desgarradores; creímos que eran grabaciones para amedrentarnos, pero luego nos dimos cuenta de que eran gemidos auténticos de los torturados. Nos metieron en una pieza y nos obligaron a permanecer de pie, con las manos en la nuca, sin hablar. El que se movía o hablaba era lanzado al suelo, donde le daban culatazos y lo pateaban. Allí permanecimos toda una tarde, en espera de que nos llamaran para interrogarnos. Nos sorprendieron hablando y nos castigaron brutalmente, pero así pude saber que en esa sala ya había personal de la Aduana que estaba siendo torturado.

“El primer día sacaron a mucha gente que había llegado antes: los de la Aduana, el profesor de literatura y el cura católico. No volvieron más. Después sorprendí a un guardia que comentaba con otro: ‘El cura se les fue cortado, lo van a hacer aparecer como suicidio’.”

Cabe señalar que, tal como se ha podido acreditar en la investigación judicial del caso Woodward que ahora lleva el ministro Arancibia, el sacerdote chileno-británico Miguel Woodward murió a consecuencia de las torturas perpetradas en la Academia de Guerra y en el buque-escuela Esmeralda, aplicadas tras ser secuestrado de su domicilio en Valparaíso la noche del 16 de septiembre de 1973.

Como la Academia de Guerra, desde el 11 de septiembre de 1973 el Esmeralda se convirtió en un centro de detención y tortura. Esta situación, denunciada en aquel tiempo por familiares y víctimas, fue ratificada a lo largo de los setenta en diversos informes de la Organización de Estados Americanos, del Senado de Estados Unidos y de Amnistía Internacional.

Continúa el relato publicado en El Tiempo:

“Al segundo día fui interrogado: permanecí torturado durante más de tres horas. Me desnudaron y me golpearon con manos y pies por todo el cuerpo. Parece que los interrogadores eran muchos. Luego me aplicaron corriente en los testículos (…) Durante todo el interrogatorio me tuvieron con los ojos vendados y las manos esposadas. Con las contracciones musculares por la electricidad, las esposas se cerraban cada vez más y me rompí las muñecas hasta el hueso. A estas alturas del interrogatorio ya no sentía dolor. Solamente me daba cuenta de que me estaban quemando con electricidad.

“Al término del interrogatorio, que perseguía saber si había armas en la Universidad, me llevaron a otra sala donde me sacaron la venda para que pudiera caminar; pero me caía al suelo y me hicieron arrastrarme hacia otra sala, donde yacían los torturados. Había allí un profesor universitario que conocía de vista, que estaba con todo un lado del cuerpo negro de los hematomas y le habían perforado el tímpano, por lo que el dolor le hacía aullar; los restantes estaban todos tanto o más golpeados que yo. Muchos tenían las costillas rotas y no podían siquiera respirar. Ninguno podía caminar; tenían fracturas en los huesos de las piernas, por golpes y por las contracciones musculares producidas por la corriente.

“Había muchas mujeres tan golpeadas como nosotros. A las mujeres las habían violado en forma bestial; estaban desgarradas internamente y sangraban con profusión. Una se quejaba continuamente; le habían introducido un objeto cortante en la vagina y parece que le había traspasado el peritoneo. Entre los que estaban, algunos dijeron haber reconocido a los interrogadores: ‘Eran infantes de marina de los que han sido preparados en las bases norteamericanas en Panamá’.”

SICAJSI

A partir del 11 de septiembre de 1973 la Armada creó el Servicio de Inteligencia de la Comandancia de Área Jurisdiccional de Seguridad Interior (SICAJSI), formado por funcionarios de la Armada, de Carabineros (policía uniformada) y de la Policía de Investigaciones. Dependía directamente de la Primera Zona Naval, con sede en Valparaíso.­

El jefe de SICAJSI fue el capitán de navío Sergio Barra von Kretschmann, secundado por Héctor Trobok, coronel de Carabineros. Ellos reportaban al jefe de Estado Mayor de la Armada, Guillermo Aldoney.

En auto de procesamiento del 8 de mayo de 2015, mediante el cual Arancibia sometió a proceso a 18 exoficiales y suboficiales de la Marina y Carabineros por su responsabilidad en la muerte de Woodward, se fija el papel de la Academia de Guerra en las tareas represivas cumplidas por la Armada en los albores de la dictadura.

“Luego del 11 de septiembre de 1973, la Armada de Chile puso en marcha, con ciertas modificaciones, un Plan Antidisturbios, también denominado ‘Plan Cochayuyo’, ideado aproximadamente a comienzos de 1973 y que tenía, entre otros objetivos, detener la acción insurgente a sus designios, mantener el orden público y obtener el control absoluto de la población, especialmente de la Quinta Región (de Valparaíso).”

Allí se añade que “por orden de la Comandancia en Jefe de la Primera Zona Naval se instaló físicamente en la Academia de Guerra Naval, ubicada en Valparaíso, el denominado SICAJSI”, razón por la cual la citada academia suspendió en aquel tiempo “las labores de educación que le eran propias, para albergar al organismo antes referido”.

“La función principal era la de desbaratar los grupos contrarios al régimen militar instaurado en el país, procediendo para ello a ordenar la captura de personas militantes o afines a algún partido político o movimiento de centro, izquierda o revolucionario, y su posterior traslado a unidades controladas por la Armada o pertenecientes a ésta, habilitados como Centros de Detención e Interrogatorio.”

En entrevista con Proceso, Arancibia ratifica que ya está comprobado que el SICAJSI operó en la Academia de Guerra.


En la Academia de Guerra Naval se torturó ¡Que no se acerquen ahora a los niños de Chile!

Fuente :lemondediplomatique.cl, 21 de Marzo 2021

Categoría : Prensa

Los gritos eran interminables. Día y noche como brasas ardientes horadaban los oídos y el corazón. Era el infierno de la tortura en la Academia de Guerra Naval después del golpe de Estado en Valparaíso. Fueron miles los que cayeron detenidos y fueron torturados, otros asesinados o desaparecidos por la Armada en el recinto de Playa Ancha. Hoy, sin vergüenza alguna, dictan cursos de formación ciudadana a estudiantes de enseñanza media en todo el país. Con el beneplácito del gobierno, por supuesto, que opera en conjunto con las Fuerzas Armadas y la policía, ora para reprimir al pueblo, ora para adoctrinarlo. Lo hizo la Derecha en dictadura y, actualmente, en democradura.

La Armada, que mediante un cruento golpe de Estado terminó con la democracia, clausuró el congreso, acabó con la constitución, ilegalizó los partidos políticos, agenciando una masiva represión con la instauración de una dictadura cívico-militar, convenientemente olvida el pasado para deformar ciudadanos. Olvida para que todos olviden, que es otra forma de enterrar la memoria; hacerla desaparecer, como a los desaparecidos. Pero estos siempre vuelven, nadie sabe cómo ni dónde, pero vuelven convertidos en luciérnagas, de esas con luces azulitas que te hacen llorar de pura belleza, solo para que nunca olvides que en la Academia torturaron y que ningún marino tiene derecho siquiera a acercarse a los niños de Chile. Porque cuando se acercaron a ellos y a ellas en la Academia y en el Cuartel Silva Palma, ubicado a un costado de esta última, fue para golpearlos o violarlas. Gritaban, y los oficiales se reían para continuar abusando de aquellas jóvenes inermes. Eran apenas niñas, tal como aquella joven liceana a quien cada noche escuchaba golpear su cabeza en el muro de la celda del cuartel, o eso creía. No sé, gemidos, silencios. Oscuridad. Y a Marco Antonio, secuestrado por una patrulla y torturado en la Academia con golpes y electricidad.

La maldita corriente que te penetra por cada poro, te recorre todo el cuerpo, por dentro, por fuera. Te quema los huesos y te sale por la boca con tal fuerza que es como si expulsaras otro tú. Un hombre completo vestido de azul brillante metálico, ardiente. Descansas apenas un microsegundo y de súbito el hombre metálico retorna como una tromba imparable por la misma boca, el mismo camino, el mismo fuego. Una y otra vez, hasta que despiertas en un pasillo oscuro, no sabes dónde estás. Tal vez así es la muerte porque algo se mueve y hay voces lejanas, apenas murmullos, después mucha luz: Es el tercer piso del Hospital Naval en Valparaíso. Ahí mantienen a los prisioneros políticos hasta que se recuperan parcialmente para trasladarlos de vuelta a la Academia de Guerra y proseguir torturándolos. Esa noche, o quizás una tarde, llega gritando un hombre mayor ¡Por lo menos puedo vivir un día más, dice! Había tratado de suicidarse lanzándose desde el cuarto piso de la Academia. No lo llevaron al hospital para salvarle, sino que para seguir torturándolo después, acaso matarlo. Nadie sabe.

Nadie sabe, pero no olvidamos. Las luciérnagas azulitas nos susurran al oído que no podemos dejar que la Armada se acerque a los niños de Chile.


Valparaíso: Las cicatrices de un puerto torturado

Fuente :rebelion.org, 18 de Diciembre 2018

Categoría : Prensa

El 11 de septiembre de 1973 la bahía de Valparaíso amaneció asediada por la Armada de Chile. Cientos de marinos se desplegaron por las calles de la ciudad puerto en búsqueda de artículos y personas que fueran opositoras al régimen. La derecha chilena decía que iba a ocurrir una guerra civil, pero las fuerzas armadas corrían con ventaja, una ventaja muy grande, tenían las armas en su poder. La mañana se volvió oscura, en Santiago, La Moneda era bombardeada con el presidente Salvador Allende y sus colaboradores en el interior. Mientras en Valparaíso y distintas ciudades del país eran detenidos cientos de personas, algunos militantes del Partido Comunista, del Partido Socialista, del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, del Movimiento de Acción Popular Unitaria, en fin, todos los adherentes del presidente Allende. Así como también simples campesinos y agricultores que habían sido beneficiados con la reforma agraria y mineros que apoyaron la nacionalización del cobre. Además se apresó a personas pertenecientes a las fuerzas armadas que estaban en contra de la intervención militar.

Valparaíso, como ciudad puerto, fue sitiada por la armada. En este caso, según el Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura, fue nombrado al mando de la provincia el comandante Guillermo Aldoney, de la Primera Zona Naval, como Jefe de Zona en Estado de Emergencia. Utilizando como recintos de detención y tortura la Academia de Guerra Naval, el Cuartel Silva Palma y algunos buques, como el Maipo, el Lebu y la Esmeralda. En la región las detenciones se concentraron durante los años 1973 a 1974. Además hubo centros manejados por Investigaciones, Carabineros, el Ejército y la Fuerza Aérea. Como el cuartel de investigaciones de Viña del Mar, el regimiento «Coraceros», la base aeronaval el Belloto, además de la cárcel de Valparaíso y así, otra decena de lugares. La Academia de Guerra Naval junto con el cuartel Almirante Silva Palma, también denominado Fuerte de Bueras Bajo, fueron centros de por donde pasó la mayor cantidad de personas detenidas en la región. En estos lugares los interrogatorios junto con las torturas eran a diario y brutales. El primer centro se encontraba en el cerro Playa Ancha, mientras que el segundo estaba ubicado en el cerro Artillería. La Academia de Guerra Naval era una construcción de acero y concreto, de cuatro pisos. Ricardo Aravena recuerda el lugar y relata que «me llevaron a un tercer piso, que después supimos que era la sala de las banderas en la cual nos tenían en una pieza a treinta o cuarenta compañeros, entre hombres y mujeres, ahí nos sacaban y llevaban a interrogatorios en cualquier horario». Héctor Cataldo, ex miembro del MAPU, comenta que en la Academia de Guerra «el primer día fueron solo culatazos y ofensas, desde el segundo día fueron interrogatorios con torturas tres veces al día». El año 2017, en febrero, la Armada decidió demoler parte de la Academia, por lo que aparecieron grupos detractores de esta acción, por considerarlo como «un intento de borrar de la memoria aquel lugar donde se deliberó y se fraguó el Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973. Mismo recinto donde a partir del golpe se asesinó y torturó a miles de porteños», según queda consignado en el DiarioUdeChile.

En estos lugares las torturas eran tanto psicológicas como físicas. Luis Cáceres relata que pasó por el Silva Palma «pero para un simulacro de fusilamiento». Los simulacros de fusilamiento eran recurrentes en los centros de detención, esto como una forma de quebrar psicológicamente a las personas. Muchos concuerdan con que el Cuartel Silva Palma era uno de los centros en donde se realizaban las torturas más brutales, llegando al punto de encontrar otros centros de detención como un paraíso, como comentó Aurelio González, ex-marino detenido: «la cárcel para nosotros fue un paraíso, después de estar en el Silva Palma, ya que ahí pasaba de todo». Luego de pasar por estos dos centros de detención muchos eran trasladados a unos lugares menos conocidos, estos eran el Buque Maipo, el Buque Lebu y la Esmeralda, la mal llamada «Dama Blanca».

El Buque Maipo era un barco de propiedad de la Compañía Sudamericana de Vapores, el que fue puesto a disposición de la Armada por el mismo dueño, Ricardo Claro, el mismo día 11 de septiembre. Este barco estuvo atracado en el molo de abrigo hasta el 15 de septiembre, día en que zarpó en dirección al campamento de concentración de Pisagua. Héctor Cataldo, detenido que estuvo en el Maipo y el Lebu recuerda que eran embarcaciones gemelas, ambos tenían las mismas características, como las tres bodegas usadas como lugares de detención. Ricardo Aravena recuerda que este barco «salía constantemente hacia Pisagua e iba a tirar cuerpos al mar», cosa que no está estipulada en ningún documento oficial que lo acredite, pero por deducciones que sacaban los prisioneros podían saber que muchos no llegaban a destino, el mismo Ricardo Aravena dice «salía a dejar prisioneros, en el camino siempre se perdían, se embarcaban 50 y llegaban 40».

El 15 de septiembre fue entregado a la Armada el Buque Lebu, también de propiedad de la Compañía Sudamericana de Vapores. Este barco permaneció atracado en el molo bastante tiempo, ya que no poseía la maquinaria para poder navegar.

Fue usado como centro de detención y tortura durante un año, por donde pasaron cientos de personas entre hombres y mujeres. Entre los detenidos que pasaron por el Lebu algunos eran menores de edad, como es el caso de Marco Contardo, quien con 15 años de edad fue llevado a la Academia de Guerra Naval y posteriormente al Lebu. Ricardo Aravena, detenido con 17 años, también fue llevado a este buque y recuerda que «estuve detenido como 18 días o un mes, este se encontraba en el molo de abrigo a un lado de La Esmeralda».

Quienes pasaron por este centro de detención flotante recuerdan que la estadía era difícil «el piso era de fierro, nos hacían dormir en una colchoneta «payasa» que son los forros de los colchones, pero rellenos con paja y nos pasaban una frazada, las necesidades las hacíamos en un tambor de 200 litros cortado por la mitad» recuerda Ricardo Aravena.

Otro de los centros de detención que funcionaron en el mar fue el Buque Escuela Esmeralda. De este lugar se tiene poca información, pero existe un emblemático detenido que por las constantes torturas fue a dar al Hospital Naval, donde falleció. El detenido era el sacerdote Miguel Woodward, militante del MAPU, que fue apresado el 16 de septiembre de 1973 en el cerro Placeres, como queda consignado en el Informe de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación, estuvo detenido en la Universidad Técnica Federico Santa María , en el Buque Lebu y en la Esmeralda.

Ricardo Aravena recuerda que en La Esmeralda se encontraban la mayoría de las mujeres detenidas. Al ser preguntado si en el Lebu habían mujeres, responde que «las mujeres estaban en camarotes, pero la gran mayoría estaba en la Esmeralda», en este lugar las mujeres sufrían las torturas físicas y psicológicas, junto con vejaciones sexuales.

La tortura sistemática

Las torturas que sufrieron los presos políticos aún dejan secuelas en ellos, como cuenta Ricardo Tobar, marino constitucionalista detenido el 16 de septiembre de 1973 por ir en contra del golpe militar. Ricardo cuenta que «la primera tortura fue cuando llegaron a buscarnos en Quintero a mí y dos compañeros más. Nos sacaron de la casa y lo primero que escuchamos fue que mataron al perro, le dieron un balazo. Nos sacaron al patio y nos pararon en la muralla, a mi compañero Nelson lo apuñalaron con un yatagán, en ese momento el bebé más chico se puso el oficial al mando del pelotón dice que le manden un culatazo a la guagua, en eso yo me tiro sobre el niño para salvarlo. Ahí me cortó la mano con el yatagán, le iba a pegar con la culata y dio vuelta la wea, ahí me cortó. Aún tengo el dedo sensible». Cuenta también que «me hicieron el teléfono, me dieron culatazos y golpes; además me hicieron un falso fusilamiento, ahí fue donde conocí el miedo». El teléfono consistía en golpear fuertemente los oídos de los detenidos para generar sangramiento y desestabilizarlos.

También usaban como tortura la electricidad. Para Ricardo Aravena la corriente fue algo muy doloroso «aplicaban corriente en las manos, los testículos, en los pies, cosa que recorriera todo el cuerpo». En cambio Héctor Cataldo cuenta que «me empezaron a colocar corriente, eso para mí fue un alivio porque desde cabrito me gustaba reparar aparatos eléctrico y yo probaba la corriente con la mano, tenía mucha resistencia. Una de las cosas para evitar los golpes era hablar, pero como yo no iba a hablar prefería la corriente así que gritaba como condenado para que se ensañaran y pensaran que me dolía», todo esto porque dentro de las torturas que le realizaron en los interrogatorios, le golpeaban el estómago y para enderezarlo le daban latigazos en la espalda, dice también que ya no podía más «en un momento pensé en tirarme de la ventana si me iban a buscar nuevamente para interrogarme».

La revista Apsi fue uno de los medios de comunicación que estuvo en contra de la dictadura. En la edición del 7 al 20 de febrero de 1984 evidenció que se realizaban torturas en los centros de detención. Las declaraciones de los entrevistados constatan que se aplicaba corriente en las zonas sensibles del cuerpo, se realizaban colgamientos durante tiempos prolongados, además de torturas psicológicas como mantener en silencio a los detenidos para que perdieran el sentido del tiempo, mantenerlos despiertos durante días y mantenerlo solos con los ojos vendados.

La Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura ratificó e incluyó nuevos método, como son las humillaciones, en donde hacían ingerir desechos orgánicos, besar las botas de un agente militar o policial y arrastrarse por el suelo. Además, se realizaban juegos en donde la vida del detenido corría riesgo como es la ruleta rusa.

Muchos de los torturadores más brutales fueron entrenados en la Escuela de las Américas, ubicada en Centroamérica. En este lugar se hacían cursos para aprender a torturar y a reprimir. Entre los enviados se encontraba Álvaro Corbalán, quien está condenado por decena de causas.

La luz entre tanta oscuridad

Entre todos los interrogatorios y torturas los detenidos buscaban formas de distraerse y tratar de dejar de lado, por un momento, todo el sufrimiento que los habían hecho pasar los llamados garantes de la seguridad nacional. Ricardo Tobar recuerda «los que teníamos mayores estudios nos poníamos a hacer clases a los demás, a veces jugábamos fútbol o nos poníamos a arreglar la cárcel porque estaba todo malo y sucio». Aurelio González también recuerda que la cárcel estaba en malas condiciones «la Cruz Roja Internacional nos regaló pintura y pintamos toda la cárcel».

Ricardo Aravena también recuerda los momentos de distracción que podían tener a pesar de no poseer mucho tiempo «nos dábamos ánimo entre nosotros, en un momento hicimos un show. Unos compañeros contaban chistes, otros cantaban; no podíamos hacer nada más porque teníamos muy restringido el tiempo». En todos los centros de detención a lo largo del país los presos intentaban hacer cosas para distraerse. En el libro «Tejas Verdes: Diario de un campo de concentración en Chile», de Hernán Valdés, se cuenta que los presos juntaban cualquier cosa para entretenerse en algo, aunque fuera algo inservible.

Para muchos lo único importante era salir vivos de todo ese calvario. Ricardo Aravena recuerda «quería sobrevivir, yo tenía 17 años. Había que tratar de llevar lo más placentero el encierro y las torturas, dentro de lo que se podía, porque o sino uno se volvía loco». También reflexiona que su detención y las constantes torturas «me cambiaron todo el panorama, los sueños y aspiraciones que tenía uno a los 17 años».

Durante las torturas los detenidos buscaban formas para que el dolor no fuera tan fuerte y trataban de pensar en otras cosas. «Yo pensaba en no hablar ni caerme, esas cosas marcan psicológicamente. Uno se vuelve inestable, si hay algún problema me retraigo» cuenta Héctor Cataldo. Ricardo Tobar también recuerda que intentaba resistir de alguna manera los golpes y torturas «lo que me ayudó a sentir menos dolores fue que en la escuela nos enseñaban judo. Ahí el profesor nos enseñó el por qué gritan tanto, que es para mitigar el dolor»

La vida después de la dictadura

Pasaron los años, la dictadura cayó o pacto su salida, Pinochet murió impune y con honores, por parte del ejército, se realizó su funeral. Muchos de los detenidos y torturados, además de los familiares de desaparecidos, aún siguen sufriendo las consecuencias físicas, psicológicas y sociales que llevarán en su espalda por el resto de su vida. La sociedad chilena o el Estado de Chile están en deuda con todas estas personas, pero para algunos un simple bono es un pago por todo el sufrimiento que les fue causado.

Las pensiones por ser exonerado y preso político son incompatibles entre ellas, personas que tienen las dos condiciones deben elegir entre una u otra. «El estado neoliberal pero de la Concertación, decidieron que esas dos pensiones no son compatibles» comenta Héctor Cataldo. En algún momento a algunos ex-presos políticos les ofrecieron un bono de tres millones. Ricardo Tobar critica esta acción «me torturaron, me echaron de la pega, estuve vagando 15 años para encontrar un trabajo y nos quieren dar un bono de tres millones; eso fue una burla». El Estado se debe hacer cargo y reparar de alguna forma el sufrimiento, quizás es muy difícil remediar el daño, pero algo se debe hacer. También es necesario que la justicia haga su trabajo y se condenen a cientos de torturadores y asesinos que transitan libremente por la calle como si nada hubieran hecho.

Los ex presos políticos le perdieron el temor a la muerte. Héctor Cataldo relata que «yo sé que estoy viviendo gratis así que no le tengo miedo a la muerte». Ricardo Aravena también comenta que «no le tengo miedo a la muerte, ya tengo 62 años. La espero tranquilo, me regalaron varios años más de vida» Luego de haber sido privados de libertad durante meses e incluso años y de haber sido torturados, muchos valoran la libertad que se tiene hoy. Héctor Cataldo alude a este término diciendo que «lo que valoro es la característica de la naturaleza humana de decidir qué hacer o no hacer». Ricardo Aravena también se refiere a esto y comenta «estando detenido uno veía la muralla y pensaba que pasándola estaríamos libres, pero no se podía. Hay que cuidar la libertad. Lo que más aprecio hoy es la libertad, de todo tipo».

Es necesario como sociedad chilena y como humanos cuidar la libertad que se ha ido ganando con los años. No podemos ceder a las nuevas oleadas ultraderechistas que se van dando en el mundo y que buscan quitar algunos derechos básicos que tenemos. Para eso hay que ir aprendiendo de los errores e ir recordando los sucesos que se han dado, como la dictadura chilena. Para eso era y es necesario recuperar las memorias de diferentes actores sociales que sufrieron el calvario de haber sido detenidos y torturados por personas que debieran cuidar de la ciudadanía, pero que volcaron sus armas para asesinar despiadadamente a sus connacionales.

También es necesario que se deje de enaltecer a asesinos y violadores de derechos humanos. Es incomprensible que hasta el día de hoy se tenga una estatua y se venere a un golpista, como es José Toribio Merino. En el Museo Naval aún se conserva una imagen, lugar hasta donde llegan, cada mes, decenas de personas a protestar en contra de la permanencia de la figura de Merino.


Quieren borrar todo rastro de la “Colina del Terror”

Fuente :proceso.com.mx, 20 de Marzo 2017

Categoría : Prensa

Los crímenes cometidos por los militares chilenos durante el régimen pinochetista ya empezaron a ser castigados: algunos miembros del Ejército, Aviación y Carabineros han sido juzgados y condenados. No así los de la Armada, quienes tuvieron importante participación en el golpe de Estado contra Salvador Allende y en la represión que siguió. El mes pasado, el edificio de la Academia de Guerra Naval –centro de detención y tortura de la dictadura– fue derruido. Víctimas que sobrevivieron a la llamada “Colina del Terror” asumen que con esa demolición la Marina pretende borrar sus huellas criminales. 

En absoluto secreto, entre el 8 y el 10 de febrero pasados, la Armada chilena demolió el edificio en el cual hasta 2012 funcionó la Academia de Guerra Naval en esta ciudad. Se trata del lugar desde el cual el almirante José Toribio Merino orquestó el golpe militar del 11 de septiembre de 1973; luego de eso, el inmueble fue convertido en centro de comando de las tareas represivas de la dictadura y en uno de los principales recintos de prisión y tortura en la región de Valparaíso. La destrucción de la antigua Academia de Guerra Naval ocurre en momentos en los que el ministro en Visita Extraordinaria para Causas de Derechos Humanos, de Valparaíso, Jaime Arancibia, avanza en sus investigaciones, pues ya pudo identificar al equipo que en la Armada comandó y ejecutó las principales acciones represivas. Esto ha causado preocupación en la Armada, que ha logrado mantener casi totalmente impunes los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la dictadura militar (1973-1990). En esto difiere de lo sucedido con criminales del Ejército, la Aviación y Carabineros de Chile, muchos de los cuales han sido procesados y condenados a partir de que estas causas se activaron, tras la detención de Augusto Pinochet, en Londres, el 10 de octubre de 1998. 

“Palacio de la Risa” 

La Academia de Guerra Naval era una construcción de acero y concreto, de cuatro pisos, ubicada en un promontorio en el Cerro Playa Ancha, de Valparaíso. Luego del derrocamiento del presidente Salvador Allende y la imposición de la Junta Militar, este edificio –donde normalmente se formaba a los oficiales navales– pasó a ser conocido popularmente como el “Palacio de la Risa”, irónica alusión a los angustiantes alaridos de dolor que día y noche surgían de ahí, producto de las torturas a centenares de detenidos. La Academia de Guerra Naval –que en 2012 se trasladó a la vecina ciudad de Viña del Mar– se emplazaba en lo que las organizaciones de derechos humanos de Valparaíso han denominado la “Colina del Terror”, puesto que allí también está el cuartel Silva Palma, guarnición que tras el golpe sirvió como centro masivo de detención. “Creo que al echar abajo la Academia de Guerra pretenden borrar la memoria de lo que ahí sucedió, pero claramente el pueblo mantiene su imaginario y, dentro de eso, la tarea es poder reconstruir los hechos. “Lo primero que hizo la Armada fue asesinar y torturar masivamente al pueblo chileno.” Es lo que señala en entrevista Eduardo Cabrera, Neco, exprisionero político y presidente de Cine Forum, y quien se ha convertido, quizás, en el más tenaz perseguidor de criminales de la Armada. Cine Forum –que organiza desde hace una década festivales de cine de derechos humanos y de pueblos indígenas– y la Agrupación de Marinos Antigolpistas denunciaron públicamente (mediante comunicado del 18 de febrero pasado) la demolición silenciosa e inconsulta de ese centro de tortura y muerte. “Vemos con estupor en este hecho el intento de borrar de la memoria aquel lugar donde se deliberó y fraguó el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973”, manifestaron.­ Además expresaron en su declaración la voluntad de perseverar en el esfuerzo por que el cuartel Silva Palma pronto sea declarado Sitio de Memoria Histórica por el Consejo de Monumentos Nacionales, y por lograr que toda la Colina del Terror sea declarada Zona de Conservación Histórica. Formalmente solicitaron esto el 20 de julio de 2016, y entregaron el expediente del caso este miércoles 8. Su carpeta fue foliada con el número 1557. Neco, quien al momento del golpe era presidente del Centro de Alumnos de Filosofía del Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, sede Valparaíso, y militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, expresa que “el alto mando de la Armada cree que botando edificios y quemando archivos se acaba su problema… pero hoy somos muchos los que estamos preocupados del tema de la memoria”. Temerosos de que la demolición de la Academia de Guerra Naval, además de afectar la memoria histórica y el patrimonio, pudiera incidir negativamente en las numerosas causas por crímenes de lesa humanidad, Cabrera y otros expresos políticos y militantes de organizaciones de derechos humanos se reunieron con el ministro Arancibia, a quien le plantearon su inquietud. Éste les expresó que “de ninguna manera” la citada demolición afectaría los procesos, puesto que él ya había hecho una inspección de la Academia de Guerra, y había hecho registros de los lugares que, según diversos testimonios, habrían sido utilizados para las detenciones y torturas. Ante los cuestionamientos por la demolición, la Armada justificó su proceder mediante una declaración el 21 de febrero. Indicó que el edificio demolido había quedado “con daños estructurales” tras el terremoto del 27 de febrero de 2010. Por lo mismo, y tras una serie de trámites administrativos, técnicos y legales –que no se especificaron–, habían establecido la necesidad de su destrucción, por considerarlo un peligro para la seguridad. Ni la municipalidad de Valparaíso ni el Ministerio de Vivienda han respondido si sus organismos técnicos autorizaron la demolición, que necesariamente debió ser aprobada por ellos para cumplir con el ordenamiento jurídico relacionado con inmuebles ubicados en zonas de conservación histórica. Crudos testimonios El 14 de octubre de 2015 Arancibia inició proceso a 12 oficiales y suboficiales en retiro de la Armada por los delitos de tortura, secuestro calificado y asociación ilícita, cometidos contra Eduardo Cabrera. Esta causa tiene el mérito de ser uno de los primeros autos de procesamiento por delito de tortura que alcanza a altos oficiales de dicha institución. Este tipo de crímenes fue ignorado por la justicia hasta hace unos cinco años, cuando se comenzaron a investigar con seriedad. En aquel dictamen se establece que el 6 de abril de 1974, “aproximadamente a las 03:00 horas de la madrugada, Eduardo Cabrera Vásquez fue detenido en su domicilio particular por un contingente de efectivos de la Armada de Chile, sin existir motivo alguno para ello”. Se añade: “Fue esposado y conducido en una camioneta hasta el Cuartel Silva Palma de la Armada en Valparaíso, lugar donde fue sometido a maltrato físico y psicológico, y fue obligado a permanecer por más de cinco horas de pie en un patio ubicado al interior del cuartel, siempre encapuchado. Cuando fue interrogado recibió descargas eléctricas en diversas partes del cuerpo, genitales, boca, orejas y extremidades, ello por medio de un objeto que se conocía con el nombre de Magneto”. Cabrera señala en la entrevista que entre 5 mil y 10 mil personas pasaron por la Colina del Terror y otras dependencias utilizadas por la Armada como parte de las tareas represivas. Dice que en los centros de estudios los rectores elaboraban listas con los estudiantes de izquierda, las cuales eran facilitadas a la Armada. “Estos estudiantes tuvieron que ir a firmar al cuartel Silva Palma, estar un par de días ahí, encapuchados, interrogados y fotografiados… y ahí se definía si los mantenían detenidos o si eran liberados”. En entrevista con Proceso, Arancibia ratificó la veracidad de estos dichos. “Había listas de estudiantes que fueron interrogados en el cuartel Silva Palma. En algunos casos se llegó a los golpes, en otros no, la verdad es que hubo de todo, por eso es que hay que distinguir caso por caso”, expresa el magistrado. La misma suerte corrieron miles trabajadores y dirigentes sindicales. “En el fondo, es el pueblo porteño –de Valparaíso– el que en su conjunto fue castigado por comprometerse en un proceso que afectó profundamente los intereses de la oligarquía”, señala Neco y asegura que la situación en el Silva Palma “era de una adversidad increíble: te enfrentabas a lo que ellos querían hacer contigo. Debías cooperar, entregar los elementos que ellos querían para su investigación, y si ellos no obtenían eso, significaba soportar los golpes, electricidad, siempre desnudo, en los genitales, en las orejas, en la lengua…”. Este exprisionero, reconocido por sus pares por no haber realizado delaciones, recuerda que los equipos que aplicaban torturas estaban compuestos por entre seis y ocho personas: “Había mujeres… a mí me puso electricidad en los genitales una mujer que ahora está procesada: Gilda Ulloa, se llama”. 

Narración anónima 

El libro Estos mataron a Allende (1974), del periodista chileno Robinson Rojas, incluye el testimonio anónimo de un universitario que pasó por las mazmorras de la Armada, que entrega notables antecedentes sobre las torturas masivas perpetradas en la Colina del Terror y no ha sido integrado hasta ahora al expediente de la causa. El testimonio fue publicado originalmente en el diario colombiano El Tiempo el 26 y el 27 de mayo de 1974, recogido por el columnista Daniel Samper Pizano, quien permanece activo en el periodismo. “Fui detenido a mediados de octubre en el mismo recinto universitario donde estudiaba, donde asistía normalmente a clases. El rector designado por los militares permitía que los esbirros del Servicio de Inteligencia Naval se introdujeran en la universidad, y tengo la impresión de que el propio rector delataba a los estudiantes de izquierda. Con los demás detenidos nos llevaron a la Academia de Guerra Naval (…) Llegando se nos vendó los ojos y se nos hizo subir hasta el cuarto piso por las escaleras de hierro.” Continuó el testigo: “Al subir escuchábamos gritos desgarradores; creímos que eran grabaciones para amedrentarnos, pero luego nos dimos cuenta de que eran gemidos auténticos de los torturados. Nos metieron en una pieza y nos obligaron a permanecer de pie, con las manos en la nuca, sin hablar. El que se movía o hablaba era lanzado al suelo, donde le daban culatazos y lo pateaban. Allí permanecimos toda una tarde, en espera de que nos llamaran para interrogarnos. Nos sorprendieron hablando y nos castigaron brutalmente, pero así pude saber que en esa sala ya había personal de la Aduana que estaba siendo torturado. “El primer día sacaron a mucha gente que había llegado antes: los de la Aduana, el profesor de literatura y el cura católico. No volvieron más. Después sorprendí a un guardia que comentaba con otro: ‘El cura se les fue cortado, lo van a hacer aparecer como suicidio’.” Cabe señalar que, tal como se ha podido acreditar en la investigación judicial del caso Woodward que ahora lleva el ministro Arancibia, el sacerdote chileno-británico Miguel Woodward murió a consecuencia de las torturas perpetradas en la Academia de Guerra y en el buque-escuela Esmeralda, aplicadas tras ser secuestrado de su domicilio en Valparaíso la noche del 16 de septiembre de 1973. Como la Academia de Guerra, desde el 11 de septiembre de 1973 el Esmeralda se convirtió en un centro de detención y tortura. Esta situación, denunciada en aquel tiempo por familiares y víctimas, fue ratificada a lo largo de los setenta en diversos informes de la Organización de Estados Americanos, del Senado de Estados Unidos y de Amnistía Internacional. Continúa el relato publicado en El Tiempo: “Al segundo día fui interrogado: permanecí torturado durante más de tres horas. Me desnudaron y me golpearon con manos y pies por todo el cuerpo. Parece que los interrogadores eran muchos. Luego me aplicaron corriente en los testículos (…) Durante todo el interrogatorio me tuvieron con los ojos vendados y las manos esposadas. Con las contracciones musculares por la electricidad, las esposas se cerraban cada vez más y me rompí las muñecas hasta el hueso. A estas alturas del interrogatorio ya no sentía dolor. Solamente me daba cuenta de que me estaban quemando con electricidad. “Al término del interrogatorio, que perseguía saber si había armas en la Universidad, me llevaron a otra sala donde me sacaron la venda para que pudiera caminar; pero me caía al suelo y me hicieron arrastrarme hacia otra sala, donde yacían los torturados. Había allí un profesor universitario que conocía de vista, que estaba con todo un lado del cuerpo negro de los hematomas y le habían perforado el tímpano, por lo que el dolor le hacía aullar; los restantes estaban todos tanto o más golpeados que yo. Muchos tenían las costillas rotas y no podían siquiera respirar. Ninguno podía caminar; tenían fracturas en los huesos de las piernas, por golpes y por las contracciones musculares producidas por la corriente. “Había muchas mujeres tan golpeadas como nosotros. A las mujeres las habían violado en forma bestial; estaban desgarradas internamente y sangraban con profusión. Una se quejaba continuamente; le habían introducido un objeto cortante en la vagina y parece que le había traspasado el peritoneo. Entre los que estaban, algunos dijeron haber reconocido a los interrogadores: ‘Eran infantes de marina de los que han sido preparados en las bases norteamericanas en Panamá’.” 

SICAJSI 

A partir del 11 de septiembre de 1973 la Armada creó el Servicio de Inteligencia de la Comandancia de Área Jurisdiccional de Seguridad Interior (SICAJSI), formado por funcionarios de la Armada, de Carabineros (policía uniformada) y de la Policía de Investigaciones. Dependía directamente de la Primera Zona Naval, con sede en Valparaíso.­ El jefe de SICAJSI fue el capitán de navío Sergio Barra von Kretschmann, secundado por Héctor Trobok, coronel de Carabineros. Ellos reportaban al jefe de Estado Mayor de la Armada, Guillermo Aldoney. En auto de procesamiento del 8 de mayo de 2015, mediante el cual Arancibia sometió a proceso a 18 exoficiales y suboficiales de la Marina y Carabineros por su responsabilidad en la muerte de Woodward, se fija el papel de la Academia de Guerra en las tareas represivas cumplidas por la Armada en los albores de la dictadura. “Luego del 11 de septiembre de 1973, la Armada de Chile puso en marcha, con ciertas modificaciones, un Plan Antidisturbios, también denominado ‘Plan Cochayuyo’, ideado aproximadamente a comienzos de 1973 y que tenía, entre otros objetivos, detener la acción insurgente a sus designios, mantener el orden público y obtener el control absoluto de la población, especialmente de la Quinta Región (de Valparaíso).” Allí se añade que “por orden de la Comandancia en Jefe de la Primera Zona Naval se instaló físicamente en la Academia de Guerra Naval, ubicada en Valparaíso, el denominado SICAJSI”, razón por la cual la citada academia suspendió en aquel tiempo “las labores de educación que le eran propias, para albergar al organismo antes referido”. “La función principal era la de desbaratar los grupos contrarios al régimen militar instaurado en el país, procediendo para ello a ordenar la captura de personas militantes o afines a algún partido político o movimiento de centro, izquierda o revolucionario, y su posterior traslado a unidades controladas por la Armada o pertenecientes a ésta, habilitados como Centros de Detención e Interrogatorio.” En entrevista con Proceso, Arancibia ratifica que ya está comprobado que el SICAJSI operó en la Academia de Guerra


Corte de Valparaíso procesa a 14 ex uniformados por la desaparición del sacerdote Woodward

Fuente :elmostrador.cl, 27 de Agosto 2018

Categoría : Prensa

Cinco oficiales y un suboficial de Carabineros y un oficial de la Armada y siete suboficiales mayores de la institución naval fueron los nuevos encausados por la jueza Eliana Quezada. En la investigación está acreditado que el religioso murió a bordo del buque escuela Esmeralda a causa de torturas. [ACTUALIZADA]

La jueza de la Corte de Apelaciones de Valparaíso Eliana Quezada procesó este viernes a 14 uniformados retirados en calidad de coautores del delito de secuestro calificado y desaparición del sacerdote Miguel Woodward.

Según fuentes judiciales, hasta ahora, la magistrada ha dictado 33 procesamientos por el crimen del religioso chileno-británico.

En su resolución, la magistrada  dictó a su vez orden de arresto para los encausados, los ex coroneles de Carabineros Héctor Tapia Olivares, Ángel Lorca Fuenzalida y Enrique Corrales Díaz, el ex mayor de esta misma institución, Ricardo Araya Maureira, el ex capitán de Carabineros Nelson López Jofré y el ex suboficial Jorge Leiva Cordero.

La ministra (jueza especial) procesó además al ex capitán de navío de la Armada, Pedro Abregó Diamante, y a los ex suboficiales mayores de Infantería de Marina, Manuel Leiva Valdivieso, Juan Reyes Basaur, Jaime Lazo Pérez, Bertalino Castillo Soto, Alejo Esparza Martínez, Carlos Líbano Riquelme y Sergio Hevia Fabres(*).

Hasta la fecha, en este caso la jueza Quezada ha dictado procesamiento en contra de 33 oficiales y suboficiales, todos ya en situación de retiro.

De ellos, 25 pertenecen a la Armada y seis a Carabineros.

Esta es la primera vez que la jueza procesa a funcionarios de la policía uniformada por este crimen.

La cifra de 33 se encuentra actualmente reducida a 31, producto de la muerte el año pasado del ex contralmirante y ex comandante de la Academia de Guerra Naval de Valparaíso y agente de la DINA, Sergio Barra von Kretschmann, y de la revocatoria del auto de procesamiento del ex capitán de navío, Luis Holley de la Maza.

El sacerdote Miguel Woodward fue arrestado el 16 de septiembre de 1973 por una patrulla de la Armada en su domicilio del cerro Los Placeres de Valparaíso, y conducido a la Universidad Técnica Federico Santa María, donde fue interrogado y torturado por varias horas.

Tras el golpe militar del 11 de septiembre de 1973, esa universidad sirvió como centro de detención y tormento en manos de la Armada.

Luego, Woodward fue llevado a la Academia de Guerra Naval (AGN) en el cerro Playa Ancha del puerto, donde fue igualmente torturado.

El 21 de septiembre de 1973 fue sacado de la AGN y trasladado al buque escuela Esmeralda, que tras la asonada militar operó también como lugar de detención y tortura.

En la investigación está acreditado que Woodward murió a bordo de la Esmeralda a causa de los tormentos.

Su cuerpo fue sacado de esa nave y llevado al Hospital Naval que en ese entonces se ubicaba en el cerro Playa Ancha.

Es en ese lapso de tiempo cuando se perdió todo rastro de su cuerpo, aunque en la investigación judicial se estableció que funcionarios de la Armada llevaron su cuerpo para sepultarlo en el Cementerio de Playa Ancha, desde donde desapareció hasta hoy.

(*) N de la R: Mediante resolución, Rol n° 140.454-2001, se rectifica que el segundo apellido del procesado Sergio Hevia, citado en esta nota, es Febres y no Fabres.


Caso Miguel Woodward: Otra oportunidad para la justicia

Fuente :ciper.cl, 20 de Mayo 2015

Categoría : Prensa

La Armada se enfrenta por estos días al escenario judicial que ha intentado siempre evitar. Actualmente, son 18 los ex uniformados procesados por el asesinato y posterior desaparición del cuerpo de Miguel Woodward en el Buque Escuela Esmeralda. Son tres de sus ex altos mandos los que se encuentran en prisión preventiva efectiva esperando la […]

La Armada se enfrenta por estos días al escenario judicial que ha intentado siempre evitar. Actualmente, son 18 los ex uniformados procesados por el asesinato y posterior desaparición del cuerpo de Miguel Woodward en el Buque Escuela Esmeralda. Son tres de sus ex altos mandos los que se encuentran en prisión preventiva efectiva esperando la resolución final de los tribunales. Una causa judicial que se vuelve a abrir, rechazando la figura de sobreseídos de los ex agentes.

Conocí la historia de Miguel al interesarme por el estudio del centro de secuestro, castigo y exterminio que funcionó al interior del Buque Escuela Esmeralda durante los primeros meses de la dictadura cívico-militar chilena en la ciudad de Valparaíso. Dicha práctica investigativa me posicionó para escribir el presente texto.

Mi trayecto investigativo, como cualquiera que uno emprende, fue siempre un avance desde la ignorancia al conocimiento. Las preguntas que me motivaban a escribir mi tesis para postular al grado de sociólogo se cruzaban con las historias cotidianas que lograba recolectar en los sectores de Playa Ancha, Cerro Barón y Esperanza. “Mi abuelo estuvo ahí, algo te puedo contar”. Así se abrió el primer testimonio intergeneracional que pude ubicar y desde ahí, una bola de nieve que no terminaba por formarse entre relatos de personas que sobrevivieron su paso por el Buque, sus familiares en primer o segundo grado, y el escaso material que arrojaban bibliotecas y centros de estudio.

Correspondiente a la primera jurisdicción Naval, el puerto de Valparaíso fue escenario de la principal arremetida golpista de la Armada de Chile y de la instauración de diversos centros de secuestro, castigo y exterminio que se distribuían por toda la región. Atracado en el molo de la bahía de Valparaíso, el Buque Escuela de la Armada se erigió como un lugar de castigo hacia los militantes más activos de la Unidad Popular de la Quinta Región.

El Esmeralda se configuró como un lugar de distinción adonde fueron trasladados regidores, concejales, alcaldes, altos funcionarios públicos y de partidos políticos. Haciendo parte de un horroroso y racional decálogo de centros de la Armada, el Esmeralda, se hermanó con los demás buques de la institución para cumplir así objetivos de interrogatorios, golpizas, encierros, insultos, violaciones, asesinatos y traslado de detenidos al interior del territorio nacional. Los buques de la Armada se transformaron así en centros secretos de castigo con una función móvil que los hacía doblemente rentables.

Sacerdote y Activista Social

Miguel Woodward era ingeniero civil de la Universidad de Londres. Al terminar sus estudios universitarios, volvió a Chile para hacerse sacerdote. Siempre rechazó la figura del religioso detrás de un escritorio. A fines de los ‘70 se conmovió con la pobreza rural de Peñablanca, poblado cercano a Viña del Mar, donde ejerció sus primeras labores sociales. Ahí enseñó a jóvenes y niños que faltar a la misa del domingo no era ningún pecado, sobre todo si como reemplazo a ella iban a la piscina o las playas cercanas. En una ocasión, Miguel le hizo saber al dueño del bar central de Peñablanca que las cuentas que le abría a los trabajadores era una forma de explotación, ya que estaba generando un estado de alcoholismo estructural. Siempre se caracterizó por demostrar sus disgustos de forma clara y directa.

Al comienzo del gobierno de Salvador Allende, y en calidad de obrero del Astillero Las Habas y poblador del Cerro Placeres, Miguel fue elegido el coordinador de las JAP de todo su cerro. Se hizo un personaje marcado por los grandes comerciantes del sector, los que no demoraron en llamarlo “el cura rojo”. Esos comerciantes fueron quienes organizaron reuniones con la Armada para delatar a Miguel que, por esos meses, era el blanco de los sectores reaccionarios del Cerro Placeres, quienes no dudaban en insultarlo y escupirlo en la vía pública. Llegado el “Golpe”, los infantes de Marina allanaron la casa que compartía con Jaime Contreras. Se llevaron bultos con el material de ambos; se llevaron todo. Miguel, al volver a su casa, después de estar escondido en el sector de Recreo, aseguró con maderas puertas y ventanas con la ayuda de un vecino. Dijo que no tenía nada que temer y que ese era su hogar.

La noche del sábado 22 de septiembre de 1973, Miguel fue secuestrado por aparatos del régimen de Pinochet. Fue delatado por un ex marino que vivía cerca de su casa: al ver las luces encendidas, no dudó en dar aviso a la autoridad Naval. Miguel fue a parar primero a la Universidad Técnica Federico Santa María, donde comenzaron las torturas en su contra. La universidad, por esos días, estaba controlada por la Armada y fue su piscina el principal lugar donde los detenidos fueros sometidos a castigos. Al día siguiente, lo trasladaron hasta la Academia de Guerra Naval, donde la tortura lo dejó moribundo. Desde ahí fue llevado en una furgoneta de la institución hasta el Buque Escuela Esmeralda.

Una vez allí, lo sometieron a un castigo principalmente moralizador. En él encarnaron las peores categorías atribuibles a los militantes y activistas sociales de la  época. Lo llamaron “extranjero marxista”, pedófilo (a propósito de su condición de religioso y educador), etcétera. La Armada hacía lo que podía para justificar la muerte del ciudadano anglo chileno, llegando incluso a generar un certificado de defunción falso que caracterizaba la muerte de Woodward como una situación ocurrida en la vía pública, intentando así, sostener la tesis de la “muerte en combate” del detenido.

El coronel Carlos Fanta, en reemplazo del comandante Merino –que se encontraba constituyendo la Junta Militar de Gobierno en Santiago–, gritaba desesperado: “Viene una horda a liberarlos, pero no van a poder. Quieren llegar hasta aquí pero no van a poder, y si llegan, aquí encontraran cadáveres”.

El delirio del coronel estaba provocado por los disparos que a unos ocho kilómetros se habían desatado en la Universidad de Playa Ancha. Era un conato de resistencia estudiantil al “Golpe”. Eran los tres o cuatro disparos que se lograron percutir y que desataron el castigo deliberado contra los detenidos en los distintos centros de la Armada en Valparaíso. Miguel no logró resistir los golpes de los agentes que con toallas mojadas en sus manos (para no dejar marcas en el detenido y de paso no dañar sus propias extremidades) y en conjunto con otras técnicas de tortura, lo asesinaron. Su cuerpo delgado y alto no soportó. Se generó en él un dañó interno que terminó con rotura de órganos. Miguel era la primera víctima fatal al interior del Buque Escuela Esmeralda.

La Armada no ha querido nunca realizar un acto de desagravio al interior del Esmeralda y sólo se ha referido a la posibilidad de efectuarlo ante la presión de grupos populares que se lo exigen. Patricia Woodward, hermana de Miguel, en entrevista con la televisión chilena, declaró que les ha escrito a todos los presidentes en ejercicio post-dictadura y que ninguno le respondió. Hoy la justicia tiene una nueva posibilidad de indagar y de dar un castigo a los responsables de estos hechos, poniendo en el centro de la decisión la inacabada tarea de justicia para con Miguel y los suyos.

*El autor de esta carta es integrante del Núcleo de Investigación Sociología del Cuerpo y las Emociones, de la Universidad de Chile.


La Marina chilena suspende un acto del Bicentenario por el arresto de varios oficiales

Fuente :ultimahora.com, 2 de Diciembre 2009

Categoría : Prensa

La Armada de Chile suspendió el acto oficial del lanzamiento de la Regata “Bicentenario” por el arresto de varios oficiales retirados que han sido procesados por torturas cometidas en 1973, confirmaron hoy a Efe altas fuentes de la Marina.

  La ceremonia, que iba a estar encabezada por el ministro de Defensa, Francisco Vidal y a la que estaban invitados los embajadores de los trece países participantes en la regata, se iba a celebrar a bordo del buque escuela “Esmeralda”, escenario de las torturas por las que fueron procesados y detenidos los ex oficiales.
Horas antes del acto, programado para las 22:00 GMT del martes en el puerto de Valparaíso, la jueza Eliana Quezada notificó su procesamiento a los imputados y ordenó su prisión preventiva, lo que fue cumplido de inmediato por detectives de la Brigada de Derechos Humanos de la Policía de Investigaciones (PDI).

Entre los procesados hay dos vicealmirantes retirados, un capitán de navío y siete suboficiales de la Armada, además de un ex coronel y un ex suboficial de Carabineros.

Las torturas a prisioneros políticos a bordo del buque escuela “Esmeralda” ocurrieron días después del golpe militar que encabezó el general Augusto Pinochet el 11 de septiembre de 1973.

En la decisión de suspender la ceremonia fue considerada además la cierta posibilidad de que manifestantes concurrieran a protestar y a informar a los invitados de los crímenes cometidos en el buque escuela, que tras el golpe fue usado como centro de detención.

A bordo de la Esmeralda murió el 21 de septiembre de 1973 el sacerdote de origen británico Miguel Woodward, causa que también instruye la jueza Quezada y en la que ya existe cerca de una veintena de oficiales y suboficiales retirados de la Armada procesados.

Entre los prisioneros torturados en la Esmeralda están también el médico Alberto Neumann y María Eliana Comené, dos de las víctimas por las cuales la jueza Quezada procesó ayer a los 10 marinos y a un oficial y un suboficial de Carabineros.

Entre los marinos encausados figuran los vicealmirantes Sergio Barra von Kretschmann y Juan Mackay Barriga y el capitán de navío Ricardo Riesco Cornejo; los tres están también procesados por el secuestro y desaparición de Miguel Woodward.
La jueza Quezada investiga además otras querellas por torturas a bordo de la Esmeralda y en la Academia de Guerra Naval, como también en el Cuartel de “Silva Palma” y el “Fuerte Miller”, de la Infantería de Marina.

En estos dos últimos lugares, además de la base naval del sureño puerto de Talcahuano, fueron torturados durante varios días, antes del golpe de Estado, cerca de cien marineros constitucionalistas apresados por oponerse a la asonada militar que se preparaba para derrocar al Presidente Salvador Allende y al gobierno de la Unidad Popular.

La Regata Bicentenario “Velas Sudamérica 2010” es organizada por las Armadas de Chile y Argentina y recorrerá, entre febrero y junio del próximo año, diversos puertos de países latinoamericanos, conmemorando los 200 años del inicio del proceso de Independencia de ambos países.

La flota, con veleros de trece países de América y Europa, zarpará desde Río de Janeiro el 7 de febrero de 2010 y recalará aproximadamente el 23 de junio en el puerto mexicano de Veracruz, tras recorrer más de 11.000 millas náuticas, con escalas en Uruguay, Argentina, Chile, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela y República Dominicana.


Polémica por demolición de edificio naval donde se planificó y torturó en Golpe de Estado de 1973

Fuente :elmagallanico.com, 22 de Febrero 2017

Categoría : Prensa

El inmueble ubicado en Playa Ancha fue utilizado además como un centro de detención y tortura.

En polémica se ha transformado la demolición de la ex Academia de Guerra Naval ubicada en Playa Ancha en Valparaíso, donde los militares planificaron el Golpe de Estado en Chile en 1973 y luego lo convirtieron en un centro de detención y tortura para los opositores al régimen de Augusto Pinochet.

La Armada defiende la destrucción del inmueble debido a daños provocados por el terremoto del 27 F, pero académicos y organizaciones de derechos humanos lo catalogan como un atentado al patrimonio de la memoria de nuestro país.

El Claustro Académico del Instituto de Historia y Ciencias Sociales de la Universidad de Valparaíso criticó el actuar de las fuerzas armadas, aclarando que “la Academia de Guerra Naval no sólo fue el principal centro de detención y tortura de la región de Valparaíso, sino que también en sus salones se gestó el Golpe de Estado de 1973, aquí instaló su centro de operaciones el miembro más oscuro, perverso y patético de la Junta Militar, el autodesignado Almirante José Toribio Merino, quien supo articular las demandas de los poderes fácticos civiles, el sabotaje norteamericano y los intereses de los altos mandos militares en contra del pueblo de Chile”.

Los académicos hicieron un llamado a las autoridades pertinentes para que intervengan para salvar la memoria del lugar y otros similares en la región.

En tanto, la Armada explicó al diario La Tercera que su demolición se inscribe dentro de un “proceso de reorganización administrativa y funcional, necesario para la modernización de la institución…al hacer los estudios técnicos correspondientes se evidenció que, como consecuencia del sismo del 2010, el edificio presentaba serios daños estructurales que lo hacían inseguro. Por lo tanto, era recomendable su demolición. Coherente con lo descrito, se iniciaron los trámites administrativos, técnicos y legales para concretar lo anterior, lo que fue ejecutado durante los últimos meses”.”

Memoria

Hace algunos días la demolición del inmueble fue denunciada a través de las redes sociales por el Colectivo Cine Forum de Valparaíso, el cual describió que “entre el miércoles 8 y el viernes 10 de febrero la Armada ha demolido por su cuenta lo que fue el edificio de la Academia de Guerra Naval, ubicada en la colina de Playa Ancha final de calle Pedro León Gallo y calle Villaseca, el estupor es que el intento de borrar la memoria”.

A radio Biobío el ministro en visita para causas por violaciones a los derechos humanos de la Corte de Apelaciones de Valparaíso, Jaime Arancibia, descartó que se mantengan diligencias pendientes en el edificio de la antigua Academia de Guerra Naval en Playa Ancha relacionadas con invstigaciones de los Derechos Humanos.


Testimonio

Categoría : Testimonio

Declaración de Félix LABORDE – “Reapertura Comisión Valech año 2010″

Fui torturado tres veces en la Academia de Guerra ubicada en Playa Ancha – Valparaíso: • El 17.09.1973 en la madrugada, proveniente de la Intendencia, luego saliendo hacia el Lebu. • El ??.10.1973 en la tarde, proveniente del Lebu, luego saliendo hacia el Lebu. • El 05.11.1973 al final de la mañana, proveniente del Lebu, luego saliendo hacia la  Intendencia de Valparaíso y después hacia la Embajada de Francia en Santiago. 

– El 17.09.1973 en la madrugada llegamos a la Academia de Guerra en Playa Ancha. Culatazos y patadas me acompañaron para subir la escalera que hacía un ángulo hasta el segundo piso.  Amplio “Hall” de “stock” de prisioneros donde habían quizás algo así como 50 detenidos boca  abajo, piernas separadas. Los soldados de custodia se entretenían caminando sobre nosotros,  pisando con sus botas las cabezas, pies, manos. Mismo ambiente que en Salinas pero con además  el soldado que te caminaba por encima. Supuse que todo esto iba a durar muchísimo. No fue así.  Prácticamente apenas 5 minutos de “stock” bastaron para que me condujeran a Tortura. El “Hall”  daba quizás hacia 4 puertas. Me vendaron y llevaron a aquella que daba en diagonal del “Hall” con  respecto al final de la escalera. 

Tuve la posibilidad de ver a través de pequeños ángulos de vista que me permitía la venda. La  pieza era amplia y vacía, con solamente el escritorio del oficial que tomaba notas. Todo fue más  violento y rápido que en Salinas. Prácticamente los mismos temas de interrogatorio que en Salinas  : “¿Armas? ¿A quien conoces en el MIR? ¿A quien conoces en el PC? ¿A quien conoces en el PS?  ¿A quien conoces en el MAPU? ¿Qué militares conoces, fuera de tus ex alumnos de Salinas? ¿Qué  contactos tenías afuera de la Escuela de Salinas? ¿Cómo y porqué apareciste en los diarios  apoyando a la UP?”. Los mismos métodos : vendado, en el suelo, semidesnudo por abajo,  electricidad en los testículos, electricidad en la lengua, electricidad en las orejas, con patadas y  culatazos. La misma incapacidad mía para darles informaciones. Pensé que duraría horas. No.  Duro poco. Estaba muy asombrado. De nuevo al “stock”. Pensé que en el “stock” duraría una  eternidad. No. Duro poco : ¿10 minutos?, ¿¼ de hora?. No lo sé. De vuelta al mismo bus que  esperaba. Ya estaba lleno hasta la mitad. En poco tiempo se terminó de llenar y partimos al Molo, a  inaugurar el Lebu (ver páginas precedentes). 

– El ??.10.1973 en la tarde, proveniente del Lebu, me llevaron vendado en un jeep a la Academia de Guerra en Playa Ancha. El mismo comité de recepción, misma escalera, mismo “stock” siempre  lleno. Fui pasado directamente, sin ponerme boca abajo en el “stock”, a la misma pieza del  segundo piso, aquella que daba en diagonal del “Hall” con respecto al final de la escalera. El  espacio había cambiado totalmente. Ya no era una gran pieza vacía. Habían instalado o construido  con tabiques muy finos de cholguán, puestos sobre estructuras de madera, un gran numero (¿4 o  6?) de pequeñas cabinas o celdas. La cosa se había industrializado. Me toco la última celda  entrando a la pieza a la izquierda. Había una pequeña mesa para el oficial. Una silla donde me  amarraron solo los pies, manos amarradas detrás. Electricidad y golpes. Pensé una vez más que  duraría un infierno. Las preguntas habían cambiado totalmente : preguntas sobre mi familia, padre,  madre, hermanos, nacionalidad francesa. Preguntas sobre unas 5 personas fuera de mi familia :  “¿MIR?, ¿PC?, ¿PS?, ¿MAPU?”. Solo reconocí el nombre de una persona: el de la Señora Angeles  ARMENTEROS, por haberla conocido durante mi niñez. Era hija de un empleado de mi padre. No la  había visto más desde entonces. En ese momento no le di mayor importancia a esa información.  Últimamente descubrí que ella apareció en la primera lista Valech “1993. Armenteros Goicoechea,  Angeles RUN: 3.——–”. Descubrí también la razón por la cual me hicieron preguntas sobre ella.  Ver documento T-6. No se entendía nada. Las cachetadas en las orejas ensordecían. Los aullidos provenientes de las otras celdas eran aterradores. ¿Duró 10, 20, 30 minutos? No lo sé. Me  devolvieron al Lebu, bodega central. 

– El 05.11.1973 en la mañana, proveniente del Lebu, me llevaron de nuevo vendado, echado atrás   de un jeep, a la Academia de Guerra en Playa Ancha. Mismo comité de recepción, misma escalera, mismo “stock” siempre lleno, a la misma pieza del segundo piso, pero a otra celda “de cholguán”: la segunda entrando a la izquierda. Mismos métodos : golpes y electricidad. Ninguna lógica para el interrogatorio. Me hacían las mismas preguntas de antes, pero en el desorden. Hubo momentos en que me echaron por tierra. La celda era tan chica que, tirado en el suelo, tocaba los dos tabiques opuestos de “cholguán” con la cabeza y los pies. En un momento, con una de las cachetadas se  me salió la venda. El Oficial estaba pintado. Dos marinos estaban encapuchados. Alcancé a ver  una novedad en la industrialización: un gran afiche salido de imprenta pegado en la pared daba instrucciones a los torturadores. Habían frases en inglés. Duró una eternidad. En ese momento pensé que todo se transformaría como en la sesión de torturas del Lebu. Quizás duró solo 30 minutos. No lo sé. 

Abrieron la puerta de la celda de cholguán (tenían puertas que cerraban). Otros entraron. Siguieron unos minutos de “calma”. No cabíamos todos. Oí: “Cierra la puerta”. “No se cierra”. “Quédate fuera”. “Este está a mi cargo”. “Pero no, está a mi cargo”. Silencio… Me desamarraron los pies.  Dos soldados me tomaron por los brazos, uno de cada lado. Seguía vendado. No sabía si era  “deferencia” o si ya estaba muy mal. Me bajaron y pusieron sentado en la segunda banqueta en un  jeep semiabierto, con un marino a cada lado. Un marino conducía. Gran silencio. Aun vendado, no  reconocía el camino de vuelta al Lebu. El oficial sentado al lado del conductor me preguntó “Usted  esta bien Sr. Laborde?”. No supe que contestar. Ordenó que me sacaran la venda. Allí reconocí su  voz, y lo reconocí. Era un un ex alumno mío, Oficial de Salinas Sr. ¿????. Supongo que ya estaba  en retiro, era mas viejo que yo. Aun reconociéndolo no supe que contestarle. En ese momento no sabía si esto era bueno o malo. Me pareció increíble volver a ver las calles,  con gente, con mucha gente a esa hora. Ordenó que me desamarraran las manos. Tuve ganas de  saltar de allí. El jeep se dirigió hacia el Centro. Siguió su camino hasta la Intendencia. Se paro  detrás de un auto con la bandera francesa en el cual se encontraban tres personas. Se bajaron del  auto. El “jefe” me dijo : “Soy Andrés LE ROY, Cónsul de Francia en Santiago. Vengo a buscarlo  para ir a la embajada, en Santiago. Primero hay que hacer unos papeles”. No supe que decir. Me  hicieron entrar a la Intendencia. El oficial ¿???? caminó por delante, yo y los soldados de custodia  después, Andrés LE ROY nos seguía, los otros dos franceses, el chofer y un enorme guarda  espaldas, se quedaron en el auto. 

Antes de entrar, un cura extranjero con acento inglés o alemán, me hizo una gran sonrisa y me dió a la pasada un sándwich de queso. Qué lujo. 

Allí en el “Hall” había un oficial detrás de un escritorio. El oficial ¿????? y el Sr. LE ROY hablaron con él. No oí gran cosa fuera de la palabra “humanista”, pronunciada como si fuera un garabato.  Yo estaba un poco más lejos muy ocupado con mi sándwich. Se intercambiaron papeles. No me  dieron ninguno a mí. Me custodiaron hasta el vehículo de la embajada. Partimos de Valparaíso a  Santiago. LE ROY estaba preocupado porque que no tenía salvo conducto para después de las 19  horas. Hice todo el viaje sin hablar. Solo el guarda espaldas hablaba, sobre asuntos de tortura en  Argelia y en Vietnam. 

Llegamos justo antes de las 19 horas. La Embajada estaba llena. La gente dormía donde podía, por  todas partes. El tema que más se hablaba era el de los métodos y procedimientos para entrar a la  embajada. 

Días después, ingresaron a la embajada mi ex esposa Hilda Angélica LOPEZ HERRERA y mis dos  hijos: Andrea Cristal LABORDE LOPEZ , de 3 años en esa época, y Alberto Eduardo LABORDE  LOPEZ , de casi 2 años. 

El 09.11.1973 nos pusieron en un bus a los cuatro. Precedía el auto de la embajada. Pasaron por  un local de la Cruz Roja Internacional, donde había una gran cantidad de refugiados políticos brasileños. Cuando se les anunció que el avión haría una escala en Brasil, no quisieron viajar en  ese vuelo. Hicimos el viaje Chile > Brasil con solo 4 pasajeros : los LABORDE LÓPEZ. Se llenó en  la escala de Brasil. Llegados al aeropuerto de Paris solo encontramos un peruano residente en  Paris que esperaba a los brasileños. Había llegado atrasado al aeropuerto. Nosotros salimos  atrasados también porque la policía de aduana nos paro y advirtió de que estábamos fichados en  Francia, y que no nos convenía meternos en política. Solo este doble atraso permitió que  conociéramos a este peruano y que le informáramos de lo ocurrido con los brasileños que le  tocaba venir a buscar.  
Una nueva vida comenzaba para nosotros, mientras se seguía torturando y matando en Chile. Los documentos y datos sobre mi puesta a disposición de la Embajada, expatriación y acogida por France Terre d’Asile están en los documentos adjuntos T-7 y D-4 à D-7.


Ministro Max Cancino procesa a oficiales de la armada (r) por secuestro y tortura a profesora de la Escuela Japón de Playa Ancha

Fuente :pdjud.cl, 19 de Mayo 2021

Categoría : Prensa

El ministro en visita extraordinaria para causas por violaciones de los derechos humanos de la Corte de Apelaciones de Valparaíso, Max Cancino Cancino, dictó auto de procesamiento en contra de tres oficiales de la Armada en retiro, por su responsabilidad en los delitos de secuestro con grave daño y aplicación de tormentos a la profesora Nancy González Saavedra. Ilícito perpetrado en Valparaíso, en octubre de 1973.

El ministro en visita extraordinaria para causas por violaciones de los derechos humanos de la Corte de Apelaciones de Valparaíso, Max Cancino Cancino, dictó auto de procesamiento en contra de tres oficiales de la Armada en retiro, por su responsabilidad en los delitos de secuestro con grave daño y aplicación de tormentos a la profesora Nancy González Saavedra. Ilícito perpetrado en Valparaíso, en octubre de 1973.

En la resolución (causa rol 173-2016), el ministro Cancino Cancino sometió a proceso a Ricardo Alejandro Riesco Cornejo, Valentín Evaristo Riquelme Villalobos y Bertalino Segundo Castillo Soto, como autores de los delitos.

En la etapa de investigación de la causa, el ministro en visita recopiló antecedentes suficientes para dar por acreditados que: “El día 12 de octubre de 1973, Nancy González Saavedra fue ordenada detener por las autoridades del Servicio de Inteligencia de la Comandancia de Área Jurisdiccional de Seguridad Interior (SICAJSI), por su orientación política hacia el gobierno del Presidente Allende, lo que se concretó en su lugar de trabajo, Escuela Japón, ubicada en Playa Ancha, Valparaíso, donde ejercía como profesora, siendo conducida por funcionarios militares primeramente al Regimiento Maipo y luego a la Academia de Guerra, lugar en que un grupo de interrogadores organizados y coordinados, también por los mandos militares, con el objeto que entregare antecedentes,  procedieron a mantenerla encerrada sin orden judicial que lo justificare, interrogarla, y torturarla mediante diversas técnicas, entre ellas, amenazas de ser lanzada a un pozo, para lo cual la paraban arriba de una silla, siendo liberada después de dos días”.

“Teniendo presente la situación sanitaria del país con ocasión del Covid 19, y siendo los procesados personas de la tercera edad, manténganse estos privados de libertad en su domicilio, bajo custodia de Carabineros de su sector, en tanto se aprueba la resolución que le concederá la libertad provisional y que será dictada a continuación en trámite de consulta ante la Corte de Apelaciones de Valparaíso”, añade.



Ultima Actualización : 06/10/2021 15:10:00
Publicado : 29/11/2021 16:06:06

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