En la Base Aeronaval El Belloto

El grupo de la base aeronaval de El Belloto*

Cabo Julio Gajardo

En la pequeña base aeronaval de EL Belloto, situada a unos 20 kilómetros de Valparaíso, hay unos 20 aviones y helicópteros de la Armada a cargo de unos 400 marinos especializados. (El Clarín, 16-3-73).

Entre ellos está el cabo Julio Gajardo, quién será uno de los gestores del grupo antigolpista. Sus estudios universitarios le dan un cierto prestigio entre sus compañeros y lo colocan en situación de líder. El cabo comienza hablando naturalmente con amigos de confianza. Al poco tiempo consigue organizar sobretodo jóvenes con poco grado, aunque también recluta a dos suboficiales. La organización no encuentra marinos opuestos, salvo en dos casos: uno es claramente democratacristiano y otro defiende a los oficiales afirmando que se trata de gente especial, que no pueden comer lo mismo que la tropa porque tienen un estómago diferente, resutado de una crianza también diferente.

Pero la actividad de Gajardo no pasa inadvertida y , pese a la discreción, se hace conocido como un hombre de izquierda. Sus diferencias con la oficialidad ocasionan probablemente su traslado al crucero Prat en octubre 1972, por algunos meses.   ([E] Gajardo, 2003).

A su regreso a El Belloto, continúa desarrollando el grupo, junto con el cabo Luis Jorquera y un “muchacho de apellido Jiménez”, que nunca fue detenido. La organización registra un desarrollo acelerado en febrero y marzo de 1973. Fue muy rápido comenta, “y quizá muy tardío también”.

Luis Jorquera sigue una trayectoria muy similar a la de Gajardo e inicia el grupo con él: “ Al principio dos, después ya éramos cuatro y así se fue incorporando gente; por mi lado y por los otros lados también”. En marzo de 1973,, se puede afirmar que existe en la base un grupo antigolpista. Está coordinado por Gajardo, Jorquera y Moraga, aunque Bastidas es también activo. Las reuniones expeditas, se efectúan en los patios de la base. ([E] Jorquera, 2003).

El desarrollo del grupo es tal que, según Gajardo, llega a influenciar a cerca de la mitad de la dotación: “nosotros teníamos una organización estructurada de más de 50 individuos, que eran cien por ciento organizados. después teníamos más o menos 100 que eran periferia. u organizados, tipos que nos seguían; que decían: ‘Si ustedes hacen una acción, nosotros estamos con ustedes, o sea ustedes ordenan, nosotros seguimos’.” ([E] Gajardo, 2003).

El grupo vigila las reuniones sospechosas entre oficiales y civiles de derecha. En la base funciona un club aéreo que, sospechan, agrupa a golpistas locales. Los marinos de guardia a la entrada han recibido instrucciones de apuntar en la bitácora del aeródromo el nombre del socio, que debe presentar su tarjeta, y solo el número de acompañantes, que de esta manera ingresan anónimos. Inquietos los marinos de izquierda apuntan las patentes de los automóviles y constatan que se repiten.

Durante el paro de octubre, los marinos deben patrullar la zona y una de sus bases en Quilpué es el templo mormón. En su interior, Jorquera y su amigo Ríos, decubren un mapa de la ciudad con domicilios marcados con círculos rojos. Cuando verfican, se dan cuenta que se trata de militantes socialistas y comunistas conocidos. Además son testigos de reuniones entre civiles y oficiales de El Belloto, de la Escuela de Caballería de Quillota o del regimiento Coraceros, en la base o en el templo mormón. Resulta urgente comunicar esta información a la Presidencia. Entre Bastidas, Jorquera y Gajardo, deciden que éste último – y solamente – él se encargará de establecer contactos con los políticos. ([E] Jorquera, 2003).

La base del El Belloto: primeras medidas contra personal de izquierda.

Base El Belloto. Registro: Julio Gajardo

( Extracto del Libro, Los que dijeron “NO”, Editorial LOM, del Historiador Jorge Magasich Tomo I, 348 – 349)

La oposición de los oficiales al Gobierno en la base aeronaval, sutil en 1971, se torna abierta en 1972. Como en otras unidades, los oficiales impugnan a las JAP, toman posición a favor de la huelga a favor de la huelga de los camioneros, atacan el proyecto de escuela nacional y agitan la guerra con Perú. Una de las raras excepciones la constituye el capitán ingeniero Stromberg, a cargo del Centro de Reparaciones de Aviación Naval (CRAN).

En 1972, el cabo Julio Gajardo, conocido por sus ideas cristianas de izquierda, es enviado primero tres meses a Punta Arenas y luego al crucero Prat. Es inhabitual trasladar a un técnico electrónico de aviación a la tripulación de un buque. Los motivos, más que organizativos, parecen políticos: “me dá la impresión”, comenta, que el traslado se decide “con la intención de sacarme de la base, porque era yo una especie de piedra en el zapato de la gente de ahí ”. Abordo del crucero, Gajardo se empeña en crear una organización que se oponga al golpe de Estado. ([E] Gajardo, 2003).

A partir de marzo de 1973 los oficiales reorganizan la base en función de una batalla entre oficiales y tropa. El casino de oficiales comienza a ser rodeado de parapetos y llega un cargamento de fusiles ametralladoras que no se guardan en la sala de armas, o sea queda en manos de los oficiales. Se sabe además que éstos han colocado las cajas de municiones debajo de sus camas. ([E] Jorquera, 2003). Aunque Gajardo no tiene memoria de los parapetos, sí recuerda que el armamento automático (fusiles ametralladoras SIG o M-17) está en el casino de oficiales y que en la sala de armas dejan solo los viejos fusiles tiro a tiro. ([E] Gajardo, 2003; 2005).

Las primera detenciones el 15 de junio, en El Belloto

Los cabos Julio Gajardo y Luis Jorquera, conocidos en la base aéronaval como defensores del gobierno y opositores al golpe, son los primeros militares conocidos apartados de sus funciones a causa de sus ideas.

Desde principios de año, Luis Jorquera había sido alejado de los aviones y encargado de la biblioteca. Poco antes de su detención, escucha rumores de que hay en la base un cabo electricista, de bigotes, miembro del MIR, lo cual corresponde a su propia descripción. Piensa que es posible que lo hayan seguido, pues su mujer es sobrina de un senador socialista (Silva Ulloa) y tiene cierta amistad y es vecino de Jaime Aldoney, el interventor de la Compañía cervecera de la región. (Jaime Aldoney está detenido desaparecido. Estuvo detenido en la base de El Belloto)

En la primera quincena de junio de 1973, el cabo Jorquera es sorpresivamente convocado a comparecer ante el almirante Rivera Calderón, la máxima autoridad de la aviación naval.( El almirante Hernán Rivera Calderón será agregado militar en Argentina en 1975, cuando la DINA monta la “Operación Colombo”. El mismo almirante será ministro de salud y en 1985 dará la orden de interceptar y que mar los 15 mil ejemplares del libro de Gabriel García Márquez Miguel Littin clandestino en Chile.) Cuando ingresa a su despacho se encuentra ante un “auditorio de oficiales”. El almirante asistido por Víctor Tapia Cerezo, le ordena permanecer de pie y lanza la acusación: “Por este teléfono verde [del plan Albatros] me llegó información de que usted en su casa se dedica a fabricar bombas y explosivos”. Sorprendido, Jorquera le pide que se presente el acusador, pero el almirante se niega. El cabo le pide entonces que vayan inmediatamente a su casa, pero continúa la discusión. Finalmente el comandante dice que esto lo van a dejar hasta ahí, ordenando además que lo retiren del trabajo de bibliotecario y lo vuevan a afectar a aviones. ([E] Jorquera, 2003). No obstante la calma aparente será muy breve.

El viernes 15 de junio llega a Santiago la marcha de una parte de los trabajadores de la mina de cobre El Teniente, en huelga contra el Gobierno, y se teme un golpe de Estado ese día. En un clima tenso los defensores del Gobierno rodean el palacio de La Moneda para protegerlo. De un local del Partido Nacional disparan contra los manifestantes y resulta muerto el estudiante brasileño Milton da Silva. Esa mañana en El Belloto, los cabos Gajardo y Straube amarran los aviones en previsión de un temporal. Durante la faena, Straube pregunta a Gajardo cómo ve la situación. Gajardo recuerda haber respondido más o menos así:

“si aquí hay un enfrentamiento no tendríamos por qué nosotros, entre nosotros, agarrarnos a tiros; yo creo que el comandante debiera convocar a una reunión y decir: ‘los que están por el gobierno se van, los que están en contra y los que quieren apoyar con nosotros el golpe de estado se quedan y después veremos y nos veremos en otras circunstancias’. Pero agarrarnos a balazos dentro de la base, por tomar el control sería un poco ir contra las normas mínimas de convivencia humana”.

Esta versión es confirmada, meses más tarde, bajo dictadura, por la abogada defensora de Gajardo, Lidia Hogtert, a quien volveremos a encontrar defendiendo a marinos. Esta indica que Straude había alertado a Gajardo de una reunión de oficiales que podría tomar medidas contra la gente de izquierda. Gajardo conoce la existencia de una lista negra y tiene conciencia de un posible enfrentamiento entre militares partidarios y opuestos al golpe..

“Ante todas estas noticias, Julio Gajardo manifestó al cabo Straube que los oficiales debían evitar conflictos internos, que era conveniente eliminar algunas injusticias en el trato, y que, como medida de evitar un enfrentamiento que pudiera producir indisciplina y desorden, debería de buscarse una manera de parlamentar entre oficiales y el personal, y que una medida tendiente a suavizar la situación podría ser la entrega del mando a una junta de suboficiales, con lo cual se evitaría derramamiento de sangre y habría una mejor disciplina fundada en la solidaridad y la amistad.” ( Causa 3879 [R] .

Después de la conversación entre Straube y Gajardo, este último es convocado hacia las 13 horas por el capitán Maldonado, quién la acusación: “Vino el caboStraube y me dijo que usted no respondía de lo que pasara aquí con la base si yo no le entregaba el mando de la base”.

Julio Gajardo responde que si quisiera tomar el control no procedería así. Se enfrascan en una nueva discusión política. En un clima tenso, el oficial llama al comandante de la base, contralmirante Ernesto Hüber von Appen, comandante de la aviación naval. (Ernesto Hüber vo Appen ha sido procesado por la desaparición de Jaime Aldoney, quién fue visto por última vez, detenido, en la base que estaba bajo su mando ). Entre ambos lo interrogan y discuten hasta las 19 horas. Gajardo y los oficiales hablan francamente, y se llegan a decir de todo: “Si me hubieran podido matar me matan ahí” comenta el cabo. Lo dejan de plantón frente a la sala de armas y finalmente le comunican que han resuelto hacer una investigación más profunda y que parte arrestado al cuartel Silva Palma. Allí estará incomunicado siete días.

Ese viernes 15 de junio se produce el primer arresto por razones políticas. La detención de Julio Gajardo tiene su origen – o más bien su pretexto – en uno de los abundantes debates. Detienen también a Luis Jorquera y un colega que protesta porque lo estaban arrestando, pero Gajardo será el único procesado. Cuando éste comprende que va a ser arrestado, consigue entregar a su mujer documentos y fotografías de oficiales golpistas para que los destruya, pero olvida el manuscrito con la declaración de pricipios del movimiento que está en su chaquetón.

Al llegar al cuartel Silva Palma, Gajardo coloca el delicado documento en una maleta donde lleva libros y ropa. Pero, casi de inmediato, le retiran los cordones de los zapatos, junto con otros objetos personales, y se llevan la maleta. la situación es gravísima. A la primera detención de un miembro del grupo de marinos, sus captores están a punto de dar con la prueba que confirma la existencia de un movimiento masivo. Sin embargo, durante los interrogatoriosen la fiscalía nadie menciona el documento, y tampoco lo hacen cuando lo carean con el acusador.

Finalmente, el día que lo ponen en libertad provisional le entregan sus pertenencias, incluyendo la maleta, encuentra el mauscrito intacto. “Yo doy gracias a Dios”, dice Julio Gajardo, ya que sus captores tuvieron en sus manos, sin saberlo, la prueba que buscaban, y la devolvieron. Aunque tal vez la maleta cayó en manos solidarias, que “no vieron” el documento.

El mismo 15 de junio, se presenta un oficial a la casa de Luis Jorquera, donde está con licencia médica, ordenándole que lo siga de urgencia, sin tomar el tiempo de vestir de uniforme. Llegado a la base, se entera de la detención de Julio Gajardo. Inmediatamente lo dejan en un cuarto donde ahy otro “detenido”, un tal Pizarro, que en realidad intenta sonsacarle informaciones. Poco después lo llevan ante el comandante, quien inquiere bruscamente: “Lo mandé buscar porque quiero saber si Ud. está de acuerdo con Julio Gajardo o no”. Luis Jorquera pregunta a propósito de qué. El comandante replica que debería saberlo y, después de una discusíon, formula el cargo: querer que el segundo comandante entregara el cargo a un suboficial. Jorquera responde que no apoya nada así y que le extraña que gajardo lo haya dicho. le comunican que está citado por el fiscal naval, al día siguiente.

El fiscal lo interroga inmediatamente por las “reuniones”. Socarronamente, Joquera le responde que asisten cabos y sargentos, acompañados de sus señoras…”¡quiero que me hable de las reuniones políticas!” replica. “No tengo idea” responde el cabo. Después de los interrogatorios, Jorquera volverá un corto tiempo a la base. Días después lo envían al cuartel Silva Palma a esperar el retiro, que será cursado el 16 de agosto. Durante su arresto verá llegar a los detenidos de la Escuadra.  ([E] Jorquera, 2003).

Las detenciones de Jorquera y Gajardo son claramente políticas y constituyen sin duda un paso osado por parte de quienes preparan el golpe. Casi no tienen sustento jurídico, pues la acusación no presenta nada que pueda asemejarse a una prueba. El propio fiscal de la causa C-3879 contra Gajardo se ve incómodo, hasta el punto de que le dice en privado: “Yo no tengo ninguna razón para tenerte detenidon no hay pruebas, no hay evidencias, no hay nada”, pero le explica que ha recicbido una orden superior de que no vuelva a la base de EL Belloto.

El abogado Emilio Contardo asume la defensa de Gajardo y obtiene rápidamente su libertad incondicional. “En efecto para juzgarlo por “sedición y motín”, como quiere la Marina, se requiere el acuerdo de la autoridad política: el Presidente de la República, el ministro del Interior o el intendente de la zona. A falta de ellas no pueden mantenerlo detenido. La situación cambiará en el mes de agosto, cuando el intendente firma el requerimiento de la Armada contra los marinos de la Escuadra. ([E] Gajardo, 2003).

Extracto del Libro, Los que dijeron “NO”, Editorial LOM, del Historiador Jorge Magasich Tomo I, 375 – 376

En la Escuela de Ingeniería

Las detenciones en la Escuela de Ingeniería*

Es muy probable que en junio y julio de  1973, los servicios de inteligencia que preparan el golpe hayan puesto en marcha una operación para detectar y alejar de la Armada a los marinos predispuestos a resistir órdenes de derrocar al gobierno. Esos meses los controles internos recrudecen. Antes, la regla de apuntar el nombre de las visitas a las unidades no se aplicaba a la letra. Ahora, toda persona que ingresa es rigurosamente anotada. Por esos meses, el grupo de la Escuela de Ingeniería se entera de que varios marinos reciben su desahucio, algunos recién llegados a las unidades, y se da cuenta de que los despedidos son los que tienen antecedentes de haber protestado alguna vez, explica Mariano Ramírez:

“ nos dimos cuenta que la Marina estaba sacando gente de diferentes reparticiones, que por sus antecedentes hubieran hecho reclamos que tenían que ver con las comidas, o que se hubieran enfrentado verbalmente con un oficial, que normalmente era un castigo de 15 a 20 días, ¿me entiendes? Pero como quedaba en la hoja de vida, todos aquellos que tenían una roja, fueron saliendo de la Marina” ([E] Ramírez, 2001).

Por su parte, Miguel González, instructor de electrónica, en varias ocasiones es seguido a la salida de la Universidad Católica, “ descaradamente”. Èsta da cuenta de que hay un trabajo sistemático para detectar al personal con ideas de izquierda; “hacían una labor de exploración para ir trazando un mapa de aquellos posibles líderes dentro de la tropa, y especialmente en las escuelas” ([E] Ramírez, 2001).

El 28 de julio, un día después del asesinato del edecán, el suboficial Triviño, conocido también por sus opiniones de izquierda, es alejado de su trabajo y de las tropas que comanda. El comandante Pinto lo llama para informarle de su traslado a Santiago. Mientras se despide de sus colegas, es vigilado por un teniente y además encuentra a otro oficial revisando sus archivadores. En Santiago, dice “no hacía nada, no me daban trabajo. Reclamé por eso” (Fajardo, 2000, 190).

El día antes de su detención, José Jara es asignado a una patrulla como tirador escogido. Durante la ronda, el teniente que va detrás lo amenaza, recordándole que marcha con una pistola en mano ([E] Jara, 2002). Su nombre ya está en la lista de los que serán detenidos el día siguiente.

Sábado 28 de Julio: ocho detenciones en la Escuela de Ingeniería

El viernes 27 de julio, el director de la Escuela de Ingeniería, Homero Salinas, envía una nota al comandante de la Primera Zona Naval, Toribio Merino, comunicándole que, “por información del servicio de inteligencia militar [no del naval] se ha tenido conocimiento que el siguiente personal ha tenido contactos o pertenece a grupos extremistas, por lo que se procede a detenerlos o a incomunicarlos”.

Siguen ocho nombres:

  • cabo 2°José Jara (cursos electricidad en el 2° año, 29 alumnos)
  • cabo 1° Carlos Alvarado (curso de perfeccionamiento de cabos mecánicos, 200 alumnos)
  • cabo 2° Abdón Villouta (cursos de perfeccionamiento en electricidad)
  • sargento 2° Ernesto Suenzen (instructor de electricidad y de intercomunicación)
  • marinero 2° (alumno de electricidad)
  • marinero 1° Nelson Córdova ( sigue el curso de combustión interna)
  • cabo 2° José Polanco (encargado de la sala de armas)
  • marinero 2° Miguel Muñoz (sigue el curso de electricidad).

El 30 de julio se agregan:

  • marinero 1° José Maldonado,
  • el cabo de la infantería de marina Rubén Bustos (Causa 3941, fojas 1 y 2).

Las detenciones en la Escuela de Ingeniería se inician el sábado 28 de julio, hacia las 11 horas, cuando se escucha por los parlantes: “Cabo Jara, tráigale el tráfico al comandante de la Escuela”. José Jara es conocido como hombre de izquierda, su actividad es demasiado abierta y tiene mucha confianza en sí mismo ([E] Ramírez, 2002), comenta Ramírez. Cuando Jara se acerca a la comandancia, advierte un camión de Infantería de Marina con varios infantes, y luego ve un infante armado en la secretaría del comandante. Jara lo saluda: “Buenos días mi comandante, le entrego el tráfico”. A lo que Homero Salinas responde: “ Jara, tengo información de los servicios de inteligencia de que Ud. es el representante de MIR en la Escuela de Ingeniería”. Sorprendido responde; “ No, realmente creo que está equivocado, no soy representante de ningún partido, nunca he militado en nigún partido, no tengo nada que ver con eso”. Intercambian algunas palabras y el comandante le dice: “ Bueno, para salir de la duda queda detenido. Yo lo voy a mandar al cuartel de seguridad Silva Palma para que sea interrogado y después veremos”.

Lo llevan al camión de la Infantería de Marina donde, bajo la lona, descubre a los miembros del grupo antigolpista más conocidos, detenidos como él. Jara piensa inmediatamente en los documentos políticos que tiene en su cajón. Mientras lo revisan, el cabo consigue deslizar las llaves del cajón y un colega jóven y le murmura: “anda y saca”. Al parecer el jóven marino algo retira, pero, pese a la limpieza, queda en su cajón su maletín donde guarda una agenda con tres números de teléfonos. Jara recuerda ahora los documentos políticos que tiene en su casa. Nada ilegal – precisa – son libros, como la Revolución de la Escuadra o Camino de Victoria , algunos ejemplares de El Rebelde y de Punto Final, “pero para ellos era un crímen”. Entre sus aprehensores hay un sargento de la Escuela que conoce a su suegro. Jara le da la llave de su casa pidiéndole que se la entregue a su suegro y le diga que saque todo.

El sargento cumple. En casa de Jara, en el cerro Los Placeres, se ejecuta quizá por primera vez la escena desesperada –que se repetirá miles de veces – de destruir diarios y libros que pueden ser utilizados como “pruebas” de tener ideas de izquierda. El suegro los hace desaparecer en un pozo séptico.

En realidad, los 10 detenidos son los marinos más activos del grupo y los más conocidos; toda la célula central del grupo y miembros de otras dos células: Cuando nosotros fuimos golpeados, fue golpeada la base mía, cayó completa, y otra base cayó la mitad y una tercera base que se cortó el vínculo. Pero se consigue mantener un cierto nivel de seguridad” ([E] Jara, 2002). Los detenidos son llevados al cuartel Silva Palma e incomunicados. Ahí comienzan los interrogatorios.

Los arrestos son conocidos rapidamente gracias a una red de solidaridad que se crea en torno a los detenidos. Para los marinos organizados urge informar de las detenciones a los partidos de izquierda. El MIR había organizado un dispositivo de emergencia: cuatro marinos (“Moair”, Guillermo Vergara, José Jara y Mariano Ramírez) conocen un número de teléfono donde comunicar informaciones urgentes. El teléfono pertenece a un conocido de Félix Vidal, próximo a las Juventudes Comunistas y colaborador del MIR. Por esa vía, el cabo Mariano Ramírez consigue informar de las detenciones.(Anexo 19). Pide a un “héroe incógnito” que llame al teléfono convenido e informe de las detenciones mediante la contraseña acordada, gesto que salva “vidas y materiales” ([E] Ramírez, 2005), afirma Ramírez, que muy prionto será detenido.

El MAPU también se entera de las detenciones. La noche del día 29, Leopoldo Luna va a casa del cabo Carlos Alvarado, con quien mantiene contactos regulares, y encuentra a su mujer afligida porque alguien la ha llamado para informarle que “pasó algo”  y su marido no ha llegado ([E] Luna, 2003). En el MAPU se inquietan, pues saben que hay algunos nexos entre los marinos detenidos de la Escuela de Ingeniería y los de los buques. Durante esa semana los mapucistas preguntan a los marinos de la escuadra si notan algún cambio de tono. Respponden que no hay nada nuevo.

La causa criminal 3941 por sedición o motín en las escuelas

La desición de abrir una causa es tomada por el almirante Toribio Merino, el 30 de julio,en su calidad de comandante en jefe de la Primera Zona Naval: “En relación de vinculaciones que personal de la institución haya tenido con elementos de tendencia política extremista y lo dispuesto en el reglamento 7-38/1 y 9-10/1” y designa fiscal a Samuel Ginsberg (Causa 3941, foja 3).

La acusación de relacionarse con políticos extremistas describe exactamente lo que el propio Merino y otros oficiales de su fracción están haciendo esos días, aunque con una diferencia mayor: los marinos han establecido contactos con civiles de los partidos de izquierda para defender al gobierno legítimo; en cambio, Merino y otros están en contacto con civiles de extrema derecha y con agentes de una gran potencia extranjera, para amotinarse contra él.

La lectura de la causa revela que los antecedentes proporcionados por el Servicio de Inteligencia Militar y el subdirector de la Escuela capitán de corbeta Edgardo Musso, son irrisorios. han detenido a los marinos conocidos por sus ideas de izquierda, pero de su organización no saben casi nada.

La primera acusación la formulael capitán Antonio Costa, jefe del sector oriental. Informa el 30 de julio, que desde hace 10 días, la inteligencia militar se enteró de que un grupo de gente de mar participa de un movimiento llamado Comité de Izquierda revolucionaria de la Marinería (CIREMA) “con finalidad de quebrar la disciplina institucional”, y que mantiene contactos con el MIR. El informe explica que han vigilado a los cabos Jara, Alvarado y al sargento Suenzen, y apuntaron los nombre  de los que hablaron con ellos (Causa 3941, foja 5).

El cabo Jara es acusado de haber hecho contactos políticos con dos infantes de marina y…de estudiar en la Universidad Católica. Al cabo Alvarado se le echa en cara que “ se le ha visto en muchas oportunidades con Jara “ y “ al parecer trató de ingresar a INACAP (Instituto de Capacitación Profesional) en donde inquirió datos para ingresar al MIR “. Al cabo Villouta “ se le ha visto con Jara “. El sargento Suenzen “ha tenido contactos con el cabo Jara y existen presunciones que forma parte del mismo grupo”…  Muňoz ha sido visto con Jara en forma reiterada. Bustos “ha sido visto en repetidas ocasiones con esta gente”. Igual que Maldonado. Eso es lo que comunican los servicios de inteligencia. (Causa 3941, fojas 4 y 5).

Es bastante poco. Los cargos contra Jara son endebles y los cargos contra otros marinos son haber conversado co Jara, lo que no puede ser utilizado como prueba ante ningún tribunal medianamente imparcial.

A partir de ahí, la causa 3941 contiene una sucesión de declaraciones, principalmente de oficiales, que buscan criminalizar las opiniones de izquierda de los detenidos. La declaración principal la hace el capitán Edgardo Musso Gutiérrez (Subdirector de la escuela), quien , dice tener dos fuentes: las informaciones transmitidas por un oficial alumno de la Escuela y las del teniente Faunes, del departamento A-2 de la Primera Zona Naval.

Durante la primera semana del proceso, las acusaciones tornan sobre elementos que se aproximan al ridículo, y a veces lo alcanzan. El capitán Musso informa que “observó” a Jara entre el 8 y el de julio aproximadamente, aunque con un resultado muy relativo. Sus sabuesos lo vieron ir a la Escuela de Infantería de Marina, pero “no se pudo establecer con quien conversó”; luego se reunió con gente en la Plaza Aduana pero “no  se logró reconocer a las personas”; y el viernes 20, se le vió en la Plaza de Viña  “en compañía de personal no identificado”. En la Escuela se le ve “conversando o en parejas o en grupos de hasta cuatro personas”. Además , fue “sorprendido en una ocasión a puertas cerradas con llave dentro de la sala de armas, aproximadamente a las 10 de la noche, en compañía de Polanco, Villouta y Alonso, quienes al abrir la puerta jugaban a las cartas” (Causa 3941, fojas 7 y 8)

Jara explica su visita a la Escuela de Infantería de Marina y su conversación con el cabo Olmos, diciendo que fue a buscar una encomienda y un colchón. Le preguntan con insistencia si son una estrucrura del MIR y si han participado en reuniones, pero Jara siente que acusan con poca convicción y comprende que no están en condiciones de probar nada.

El capitán Musso acusa luego a Carlos Alvarado, de “haber manifestado que deseaba ingresar al MIR” durante su inscripción en INACAP;  de ser  “una persona difícil en el trato con los oficiales, habiendo llegado en una ocasión a la justicia […] donde tuvo expresiones para con el jefe de brigada teniente Schmidt, en el sentido que era prepotente e inhumano para tratar al personal”.

Declara luego el teniente Carlos Rivas quien describe al cabo Alvarado como una persona “no confiable”, ya que  “le gustaba leer de todo tipo de literatura y prensa y que seguramente lo marcaban como de izquierda por esta razón. Dijo [Alvarado] haber leído la Revolución Rusa y textos similares”. El teniente reconoce que  “a pesar de todo” la posición de Alvarado es de constitucionalidad y que, accesoriamente, es casi campeón de ajedrez de Valparaíso (Causa 3941, foja 7). Aparece luego un teniente Jorge Salinas, quien “tuvo conocimiento que Alvarado pretendió ingresar al MIR de Inacap y comenzó a seguirle (Causa 3941, foja 14).

Carlos Alvarado, en su declaración, reconoce que trató al teniente Schmidt de prepotente e inhumano, ya que éste le había negado un día de franco para atender a su hijo que había sido mordido por un perro, diciéndole que la Escuela no era una guardería infantil. Y efectivamente le gusta leer de todo (Causa 3941, foja 16).

Luego las emprenden contra el cabo Abdón Villouta. El teniente Jorge Bosaans descubre que, ni más ni menos: “la supuesta esposa del cabo Villouta estaría perteneciendo a un estanco de lanas, ubicado en la vecindad de una sede del PC”. De pasada, acusa a los otros detenidos de conversar con Jara y añade que Alonso asiste a curso de kárate (Causa 3941, foja 10). El teniente Raúl Pinto ha visto a “Villouta entregar un papel al cabo de guardia, que se lo pasó a otro marinero que iba saliendo” (Causa 3941, foja 10). Otro oficial, Jorge Guerra Genskwsky acusa a Villouta de recibir “un llamado exterior de una señorita Ana” (Causa 3941, foja 11) y mientras hablaba, el teniente Juan Gaete cree haber escuchado “no, ese tipo de info no te la puedo dar” y “los chiquillos están de franco, mañana les informo”. Además, Villouta es acusado de fotografiar a los cabos Ulloa y Olivares en “posiciones militares” (Causa 3941, foja 12).

La réplica del cabo Villouta es contundente. La misteriosa “Ana”, insinuada como una especie de Mata Hari, que se comunica con él en códigos secretos, resulta ser la señora Ana Bernal, la mujer del sargento Lagos y vicepresidenta de un estanco de lanas. La señora informa a menudo a las esposa de algunos oficiales – a pedido de sus maridos – de las ofertas interesantes. Las fotografías que el cabo hizo a dos colegas en “posiciones militares”, sospechosas de revelar altos secretos, son similares a miles de fotografías que los militares suelen enviar a sus familias, y las pone a disposición del tribunal. Por su parte, Alonso “acusado” de asistir a cursos de kárate, había dejado de asistir a ellos. Otro acusado había conservado un revólver durante una noche en su cajón y sólo el día siguiente lo había entregado al armero. El control de armamento y munición confirma que todo está conforme (Causa 3941, foja 35).

Al ser interrogados, los alumnos que siguen cursos impartidos por los instructores arrestados, son extremadamente elogiosos con los detenidos, y sin duda solidarios. Los califican de “personas tranquilas”, “buenos compañeros”, que no realizan labor proselitista y que tienen una formación superior  a la media, aunque hablan de la “sutuación actual” y de “temas económicos” (Causa 3941, foja 40). Por último, las hojas de vida de los acusados confirman que se trata de marinos destacados: en los últimos cinco años, tres de ellos han sido calificados en lista 2, cuatro en lista 1 y lista 2, y dos en lista 1 (Causa 3941, fojas 57 a 137).

En tiempos Normales, “en cualquier proceso nosotros habríamos quedado libres, cuando mucho una amonestación por indisciplina, falta a la disciplina militar solamente, leve”, afirma Jara ([E] Jara, 2002).

Pero la causa 3941 es eminentemente política y el fiscal vuelve a la carga. Consigue una declaración contra Alvarado por parte de Gloria Gómez, mujer de un oficial y secretaria de INACAP. Ésta declara que, en marzo, el cabo Alvarado se había presentado en INACAP y le había comentado que algunos oficiales lo llamaban para interpretar un circuito electrónico, y que había demasiada diferencia entre la tropa y la oficialidad, lo que no ocurría en Suecia, añadiendo que, si pudiera, ingresaría al MIR. Doña Gloria afirma haberle respondido que el chileno no está preparado para eso porque cuando le dan la mano se toma el codo (Causa 3941, foja 51).

Ahora el fiscal interroga a Alvarado sobre las “inquietudes personales”. Éste responde que en la Marina las peticiones del personal no pasan el nivel de oficial de división; que se dan pocas facilidades para estudiar, que hay dificultades en los ascensos y el mando es, a veces, injusto y humillante, pues suele utilizar la expresión “la gallada” o “los indios” cuando se refiere a la tropa (Causa 3941, foja 156).

La situación se pone más dura para los detenidos cuando los acusadores consiguen declaraciones  de marinos que habían intentado reclutar. Jara recuerda su dfícil careo con el cabo Gutiérrez, con quien solía comentar la prensa durante algunos minutos, cuando le entregaba una guardia. Gutiérrez recuerda que Jara había afimado que, si había golpe, las fuerzas armadas se dividirían de forma horizontal, y también sus comentarios sobre las declaraciones golpistas del general Canales, aparecidas en La Tercera. En realidad, Jara no había hecho más que emitir, ante Gutiérrez, opiniones contrarias al golpe, “pero eso, para la Marina, era pecado” ([E] Jara, 2002)….

En total, hay algo más de 20 marinos detenidos en las escuelas de especialidades. Aunque casi todos son parte del grupo, en la mitad de los casos no consiguen probarlo. Finalmente procesan a 10, uno de ellos casi sin relación con el grupo. Los detenidos de la Escuela de Ingeniería son, a veces, golpeados durante los allanamientos a sus casas, pero no serán torturados como los detenidos de la escuadra. Más tarde, a partir del de agosto, comienzan a llegar al Silva Palma los detenidos de la escuadra ([E] Jara, 2002), lo que modifica la situación.

Pese a su importancia política, estas detenciones no son anunciadas en la prensa, ni de gobierno ni de oposición. Sólo serán mencionadas 11 días más tarde, después de las detenciones en la escuadra. ¿Por qué? Talvez porque el Alto Mando está poniendo a prueba la capacidad de reacción del gobierno y de la izquierda. No ha coseguido acusar a los detenidos de nada serio y la clara naturaleza política de los arrestos abre un flanco a la crítica.

Pese al silencio de los medios de comunicación, las detenciones son conocidas por los militantes. Ahora la represión deja de ser una eventualidad para transformarse en una realidad próxima y probable…

. El jueves 9 de agosto, 12 días después de las detenciones en la escuela de Ingeniería, el Servicio de Inteligencia allana prolijamente los cajones de los detenidos y da con una lista que contiene dos otres números de teléfono (Causa 3941, foja 56), entre los que figura el de Juana, la mujer de Miguel González   [E] González, 2003. Al día siguiente después del cambio de guardia, seis marinos son detenidos y encerrados en el Silva Palma, en las celdas húmedas, cavadas en el cerro, donde sólo hay un catre (sin colchón) y una frazada. Alejandro Retamales, Miguel González, Mariano Ramírez, Luis Fernández, Bernardino Fariña y Víctor Martínez. En este caso, a diferencia de los marinos de la escuadra, no son sometidos a torturas sistemáticas [E] González, 2003.

*  ( Extracto del Libro, Los que dijeron “ NO “, Editorial LOM, del Historiador Jorge Magasich  Tomo II, 68 – 75 y 184 )

La continuación del proceso contra los detenidos de la Escuela de Ingeniería*.

Los detenidos por la causa 3941 son dados de baja de la Armada el 30 de octubre de 1973, sin que los pedidos de excarcelación o de pronto cumplimiento de las diligencias surtan algún efecto (Causa 3941, foja 216).

El fiscal pide 15 años de presidio contra José Jara, acusándolo de sedición o motín y cinco años contra los otros acusados* por “conspiraciónpara cometer el delito de sedición o motín”.                                                                                                                   Argumenta diciendo que estos marinos deben ser condenados por “organizar un grupo de ideología marxista” y por reunirse “con sujetos civiles ajenos a la Armada, que resultaron ser miembros de partidos marxistas, y a quienes no fue posible de identificar”. La idea básica del grupo, dice el fiscal, era “evitar un golpe de Estado por parte de las FF.AA., o que al menos lo neutralizara, y, si se daban las condiciones, hacer una revolución ( Causa 3941[R], 53.                                                                                                                                             La sentencia, firmada por el juez naval de Valparaíso contralmirante Antonio Costa Badilla, condena a José Jara Troncoso a siete años por “sedición y promotor de ella”, ya que promovió la insubordinación (Causa 3941 [R], 61); los otros detenidos son condenados a tres años. Y todos son condenados a la “inhabilitación absoluta y perpetua para derechos políticos”. En segunda instancia, la pena de Jara se rebaja a cinco años (Causa 3941[R], 67) mientras que la apelación de Eugenio Neira resulta denegada (Causa 3941, foja 340).

* Carlos Alvarado, Tomás Alonso, Nelson Córdova, Bernardino Fariña, Luis Fernández, Marianos Ramírez y Alejandro Retamales.

*  ( Extracto del Libro, Los que dijeron “ NO “, Editorial LOM, del Historiador Jorge Magasich  Tomo II, 336-337)

En ASMAR, Talcahuano

Las detenciones en ASMAR, Talcahuano*

Las detenciones en los astilleros se desencadenan dos días más tarde, al mismo tiempo que Allende anuncia un nuevo gabinete. De los aproximadamente 25 organizados en ASMAR, serán detenidos diez trabajadores. El martes 7, el jefe de la segunda zona naval, Jorge Paredes Wetzer, anuncia:

“Se ha determinado irrefutablemente que en esta Zona Naval, elementos civiles de extrema izquierda intentaron infiltrarse en algunas unidades y en la planta ASMAR de Talcahuano, logrando que un muy reducido número de personal naval infringiera gravemente sus obligaciones militares”….(El Diario Color 8-8-73)

El jueves 9, hacia las 15 horas, se presenta un operario al taller de combustión interna, donde trabaja Tomás Matus, para informarle que el comandante lo necesita. Cuando Matus entra al despacho, lo encañona un infante de marina y el comandante dice: “Ud. se mueve y es hombre muerto”. Camino al fuerte Borgoño, el detenido ve cuerpos desnudos en el lodo, quizá parte de un montaje para aterrarlo, quizá marinos torturados. Las torturas duran dos días. Igual que a los otros, le dan muchos golpes brutales; colgado de los tobillos, lo sumergen en un tonel con agua, orina y excrementos. El capitán Luis Kohler le pregunta por el movimiento subersivo en la Marina, su estructura, y el “golpe de Estado” que darían. Cuando las respuestas no corresponden al escenario del capitán, lo vuelven a colgar y la tortura continúa. Más tarde, ante el fiscal Jiménez deberá repetir “ lo que Kohler en la práctica nos había metido en cabeza”, si no los amenazan con volver a la tortura ([E] Matus, 2003).

El conocido noticiario radiofónico Reporter Esso informa de detenciones de marinos en Valparaíso, difundiendo algunos nombres, y de las probables “ramificaciones” del grupo en Talcahuano. Víctor Reiman escucha mencionar a un marino con el que había estado en contacto. Comprende que su detención es inminente; piensa desertar y toma algunas disposiciones. Sin embargo, impulsado por una mezcla de inercia e incertidumbre, continúa presentándose al trabajo, donde finge una vida normal.

El juevez 9 llega tarde al trabajo, hacia las 11 horas, a causa de la huelga del transporte, y se incorpora al equipo que repara el crucero O’higgins. Tres cuartos de hora más tarde, cuando sale al rancho, su carnet de identidad ha desaparecido de la guardia, el lugar donde todos debían dejarlo, pero poco después un oficial del buque lo trae de vuelta. Durante el almuerzo, un amigo le informa de otras detenciones y le aconseja que se vaya en ese instante. Reiman va entonces a la guardia, pretextando un fuerte dolor de muelas y pide ir al hospital, pero le responden que no puede salir. En otra puerta cuenta una historia parecida, pero la respuesta es la misma. De regreso al taller, el oficial lo manda llamar a su despacho, y de inmediato cierra la puerta, le entrega su ropa para que se cambie y le anuncia que está detenido. Allí se encuentra con Sergio Villar, también arrestado. El oficial le informa que no puede hablar con el codetenido y le pregunta si es comunista o mirista y si ha tenido reuniones con ellos. Antes de obtener respuesta, el interrogador hace varias llamadas anunciando “los tengo”. Reiman pide hacer una llamada para avisar a su familia, pero la respuesta es negativa: “Ud. no tiene ningún derecho”.

A la media hora irrumpe un grupo de carapintadas en tenida de combate, con ramas en el casco y armados hasta los dientes, que los suben a un camión en cuyo techo han colocado una ametralladora punto 30, apuntándoles. Reiman ve que llegan al fuerta Borgoño, donde había estado en entrenamiento. Ahí comienza la tortura.

Su situación es dfícil, pués días antes un mirista le había entregado una lista  de los agentes del servicio de inteligencia en la unidad, para que él y los otros se cuidaran de ellos, encargándole que la destruyera lo antes posible. Pero Reiman no lo hizo a tiempo y la lista se encuentra en su cajón.

Los carapintadas, dirigidos por Luis Kohler, quien no oculta su nombre, le preguntan por la organización secreta. Al cabo de un aluvión de insultos, culatazos, golpes y bofetadas, lo llevan a un galpón. Allí lo amarran de pies y manos, lo cuelgan de una viga y lo sumergen regularmente en el tonel con agua sucia hasta que está al borde de morir asfixiado. Le exigen nombres que en realidad no conoce. Luego lo llevan hasta una laguna y le dicen que los otros ya han dicho que él es miembro de la organización y sólo quieren saber cuál es su rol. Antes de que responda algo, un golpe seco detrás de la oreja lo arroja al agua y lo deja casi inconsiente, sin poder moverse. El mismo torturador le tiende su fusil diciéndole         “ ¡Agárrate de este fusil si no te vai a ahogar huevón! ” . Lo sacan semi ahogado y vuelven a llevarlo al galpón, donde continúan sumergiéndolo en el tonel.

Con la ropa empapada, lo llevan a una sala donde varios oficiales lo presionan con los clásicos roles del bueno y del malo: uno le ofrece cigarrillos, café y comida; el otro entra gritando  “¡ quién le está dando garantías a este hijo de puta cuando es comunista ! ”, para luego patear la mesa y derramar todo sobre él. Finalmente lo tiran en un galpón maloliente, donde se escuchan disparos, golpes y los desgarradores gritos de los torturados ([E] Reiman, 2003).

Al día siguiente (o quizá dos días más tarde), lo llevan ante el fiscal Jiménez, quien lo interroga en compañía de una secretaria que transcribe los interrogatorios, mientras los infantes de marina esperan en la puerta. El fiscal suele pedir respuestas de tipo sí o no. Cuando la víctima no dice lo que espera escuchar, Jiménez amenaza y a veces golpea. A Víctor Reiman lo abofetea gritando “ ¡ oye, hijo de puta, vas a seguir mintiendo ! ” y le exige que repita lo dicho ante los torturadores; “ si no te mantienes en línea con esto, te voy a mandar para el fuerte Borgoño nuevamente”.

Después de este interrogatorio “oficial”, lo conducen a los camarines del estadio de la base. Allí permanecen unos días, junto con otros detenidos. El grupo es trasladado brutalmente a la isla Quiriquina y más tarde al cuartel Rodríguez, donde los marinos que les llevan la comida tienen prohibición estricta de hablarles. Víctor Reiman está tan enfermo de un oído que lo llevan al Hospital Naval, donde le dicen que van a operarlo, pero en realidad no lo hacen (Sólo años más tarde, en Suecia, será operado del tímpano dañado por las torturas). Pocos días después, a principios de septiembre, su padre, cuidador del sindicato Caupolicán de Chiguayante desede 1947, también es llamado a declarar (Causa 3926, foja 665).

* Extracto del Libro, Los que dijeron “ NO “, Editorial LOM, del Historiador Jorge Magasich  Tomo II,138 – 141

 

Las detenciones de Henry Gómez , Q.E.P.D.

y Humberto Lagos*

En 1973 Henry Gómez estudia medicina de día y trabaja de noche como miembro del equipo de bomberos de ASMAR. Los pocos militantes de los Astilleros que conoce son detenidos en agosto, o están tan despavoridos como él. Esa semana le corresponde, por primera vez, actuar contra un incendio de la máquina de un buque, pero cuando llega al fuego había sido sofocado. Entre los que vienen saliendo ve a su amigo José Maldonado, miembro de la organización. Mientras conversan de las detenciones sin saber qué hacer, los interrumpe un teniente, quien llama a Maldonado a su oficina, donde lo detiene y comienza a interrogarlo.

Cuando Henry Gómez sale del trabajo el viernes 10, sabe que tiene por delante tres días feriados. El lunes 13 de agosto se entera por la prensa de que están torturando a detenidos. Ese día lo contacta Humberto Lagos, próximo al MIR, para informarle lo que sabe, incluidas las torturas, y le aconseja no volver.

Gómez se decide y deserta el 14 de agosto. Los miristas lo ubican en una “casa de seguridad”, donde conversa con Pedro Henríquez, uno de los abogados de los marinos. Con Humberto cambian de casa regularmente. Pasan los días y cuando la tensión ha decaído, al menos en apariencia, le proponen instalarse en una “cabina”, es decir en una habitación para estudiantes en forma de cabañas, construidas en las colinas que entornan la Universidad de Concepción. Lo instalan en la cabina 7, “del coro”, que exhibe un imponente retrato del Che Guevara…Gómez prefiere quedarse en un hogar de estudiantes más distante de la universidad, pero la noche del 10 de septiembre duerme en la cabina 7. Allí lo detendrán.

El 11 de septiembre, los primeros estudiantes que salen de la cabina pasan por entre los militares que, aparentemente, aún no han recibido la órden de detener. Cuando Henry sale, un oficial grita: “ ¡Ya! Ese último pelucón de vuelta!” Dos conscriptos muy nerviosos lo tiran contra el retrato del Che y le hunden en el cuerpo los cañones de sus fusiles, mientras resuenan disparos contra los que intentan escaparse por los cerros y se escuchan aviones volando raso. Gómez se da cuenta de que es el golpe de Estado.

Le pregubntan el nombre: “Jaime Bello” responde, ya que poco antes había destruído la tarjeta que lo acredita como miembro de la Armada. Lo registran y le encuentran un volante del MIR que había recibido el día anterior en la universidad.

Lo trasladan a la Isla Quiriquina, transformada en un campo de concentración. Entre un centenar de detenidos, él y otros siete son marcados con una venda blanca. Entre los prisioneros se encuentra con Cheto ( ¿Alberto Malbrán? ), uno de los militantes que asistían a reuniones de su grupo, quien le dice “tú no me has visto aquí”. Un poco más tarde, cuando lo interrogan, le retiran el reloj donde está grabado su nombre. esta vez debe aceptar que se llama “Henry Gómez”, que ha participado en reuniones en las que se hablaba de la lucha de clases, etc, y da los nombres políticos de los que asistían, lo que lo vincula al proceso de los marinos. Le preguntan entonces si los ha visto entre los detenidos, y un poco inseguro responde “ No “. Lo envían a la cárcel y debe repetir la declaración ante el fiscal.

En una ocasión, Henry es llevado al fuerte Borgoño, donde ve a Humberto lagos, “con la cara llena de cicatrices de cigarrillos quemados, y gente torturada por todas partes, con los brazos quebrados, con las caras hinchadas, las bocas hinchadas, lo ojos hinchados, me dio miedo”, recuerda. H. Lagos había perdido contacto con los militantes que lo cobijaban, y lo detienen cuando va a juntarse con su mujer en el teatro Rex. (Causa 3926, foja 676). A Gómez le preguntan por Lagos, pero sólo quieren confirmaciones.

Finalmente, Gómez es parte de un grupo que sale del fuerte Borgoño. Les ordenan subir a un furgón; su amigo Jaramillo entra el primero. En el vehículo ve una metralleta instalada, aparentemente abandonada. No cae en la trampa; se detiene y llama al sargento, quien lanza algunas groserías y la retira. Muy probablemente se trataba de una provocación para incitarlos a la fuga; “estuvimos cerca de…” piensa Henry Gómez, quien es condenado a tres años. ( [E] Gómez, 2003 )

*  Extracto del Libro, Los que dijeron “ NO “, Editorial LOM, del Historiador Jorge Magasich  Tomo II, 286 – 288.

Las detenciones en las Reparticiones de Tierra

Proyectos de resistencia en las escuelas  de especialidades*

Después del Tanquetazo, los grupos de las escuelas discuten cómo enfrentar un golpe. Su situación es desfavorable, pues casi no tienen armas sólo “algunas ametralladoras de defensa personal”, comenta José Jara, y las escuelas se encuentran al lado de la Infantería de Marina, de donde esperan recibir el “ataque principal”.

El proyecto de resistencia es ocupar y mantener las unidades, combatiendo si es necesario. En caso de repliegue, lo harían a la zona industrial “cordón 15 Norte” situado en las proximidades, aunque los trabajadores de este cordón ignoran todo.

La mejor manera de evitar un ataque de la Infantería de Marina – explica Jara – es ganar a los infantes. Las últimas semanas, los marinos del grupo de la Escuela de Ingeniería inician un trabajo de contactos; consiguen ganar dos infantes que estudia en al Escuela, y conversan con otros. Poco después establecen otraos contactos con el regimiento Miller de la Infantería de Marina, pero ya el golpe se viene encima. ([E] Jara, 2002).

El grupo de la Escuela de Ingeniería – recuerda Mariano Ramírez – no tenía coordinación con las otras escuelas del sector ( telecomunicaciones, artillería) quizá a causa del desacuerdo de 1961, cuando estas no apoyaron el bandejazo. “ la idea central era parar el golpe el día que se diera. Nos íbamos en principio a salir, y en segundo lugar, si las cosas se ponían feas, íbamos a defender con las armas nuestra posición”. Se trata de un plan defensivo, explica Ramírez:

“nuestro propósito no era como el que ocurrió en la escuadra, nosotros nunca nos planteamos hacer algo ‘antes digamos’, sino nuestro propósito era hacerlo el día ‘D’, y por eso es que la organización es un poco diferente. Es más hacia adentro, es más clandestina, nunca quisimos hablar con nadie, nos vinculamos algunos con partidos pero tampoco dejamos de que los partidos nos impusieran cosas ni nada de eso. . ([E] Ramírez, 2001)…

Días más tarde, los marinos detenidos serán interrogados sobre el plan, La causa 3941 registra algunas respuestas, obtenidas bajo presión. Alvarado: “neutralizar cualquier intento que afectara la seguridad interior del Estado, que pusiera en peligro la vida de los chilenos    (Causa 3941, foja 163). Jara afirma que tenían un esbozo de plan para tomar la Escuela de Ingeniería: neutralizar el casino de oficiales, tomarse la guardia y la sala de armas. Esto es lo que figura en el proceso, sin duda dicho bajo presión:

“ la idea básica fundamental era formar un frente que permitiera evitar un golpe de Estado, o al menos neutralizarlo. Que asimismo, si se daban las condiciones, hacer una revolución con el mínimo de costo social a fin de cambiar este gobierno, que estimaba reformista, por uno revolucionario, en que hubiera igualdad de oportunidades. Que se creara una escuela matriz a la cual entraran todos y de la cual egresarían los tripulantes entre  los cuales, al cabo de unperíodo de cinco a diez años se eligirían los mejores para hacer los cursos de oficiales”  (Causa 3941, foja 160-161).

Los marinos organizados en la Escuela conocen la existencia del grupo de la escuadra, sobnretodo a través de la información proporcionada por los partidos, pero no mantienen contacto directo entre ellos. El grupo de la escuadra intenta establecer  un vínculo que no perdura: después de las detenciones en las escuelas, el sargento Cárdenas pide a Jaime Salazar que va a informarse a la Escuela de Ingeniería y a la Escuela de Armamentos. En esta última , Salazar contacta a Nelson Bravo, Ricardo Tobar y José Ojeda, y consigue saber algo ([E] Salazar, 2002). Luego intentan entrar en contacto con el grupo de la Escuela de Ingeniería.

Mariano Ramírez recuerda la llegada de Jaime Salazar a la Escuela, un día de julio, hacia el mediodía. Un marino de guardia ve aproximarse a Salazar y previene a Ramírez. Éste último sabe que el visitante es parte del grupo de la escuadra y que viene a contactarse con ellos; pero Ramírez le sale al encuentro y le pide que se retire: “Ándate compadre que estás quemando la Escuela ([E] Ramírez, 2002). El otro dirigente de las escuelas, José Jara, sólo conocerá al sargento Cárdenas meses más tarde en la cárcel ([E] Jara, 2002).

El grupo de la Escuela de Ingeniería es invitado a las reuniones entre los marinos y líderes de izquierda, pero las fuentes divergen sobre quíen  y cómo se extendió la invitación. Mariano Ramírez  afirma que Félix Vidal les propone asistir a la reunión con Carlos Altamirano y Miguel Enríquez y les comunica el lugar de contacto para ir a Santiago ([E] Ramírez, 2002). Vidal, por su parte, insiste en que él no les propuso esa reunión, de la que no estaba informado. Quizá fue Carlos Díaz, dice, “pero yo no” ([E] Vidal, 2002). Sea como fuera, el grupo de la Escuela opta por no asistir, ya que para lo que se proponen, no requieren contactos con dirigentes, recuerda Mariano Ramírez:

“Nosotros sospechábamos que una reunión de esa naturaleza con los líderes de la época era algo que no se podía hacer. No se iba a mantener en secreto, iba a haber filtraciones, etc., etc. Y así fue, por eso nosotros pensamos que nosotros no teníamos nada que ir a hablar con el Miguel Enríquez ni con Altamirano, para lo que nosotros nos proponíamos no necesitábamos a nadie” ([E] Ramírez, 2002).

El cabo Miguel González, de la Escuela de Telecomunicaciones, también es invitado a las reuniones con Altamirano, Enríquez y Garretón, pero prefiere no asistir. Los dirigentes de la izquierda – piensa – debían estar al tanto de la conspiración y no había necesidad que la confirmaran los marinos: “Ésas fueron las dor razones, primero riesgo para nuestros intereses de organización incipiente; y segundo, ir a regalarles a los civiles información que ellos ya sabían, pero que no tenían idea de cuál era la envergadura que tenía ese movimiento”. González concluye que los marinos no consiguieron desarrollar una organización que pudiera detener el golpe ” ([E] González, 2003).

Por su parte, Ricardo Tobar, de la Escuela de Operaciones, explica que el plan de su grupo era tomarse “las reparticiones de la Armada para impedir una matanza que hubiese sido muy, muy grande. Y la cual de hecho fue ” ([E] Tobar, 2001).                                                                                                      En resumen, los grupos de las escuelas se enteran del plan de toma de la flota, pero no adhieren a él. Ramírez lo explica así: “Nosotros no quisimos hacer eso, nunca nos quisimos coordinar [con el grupo de la escuadra] hasta que nosotros no estuviéramos absolutamente seguros de que la cosa iba a funcionar ” ([E] Ramírez, 2002). Resulta paradójico que el MIR no haya insistido en convencer a los marinos de la Escuela de Ingeniería para que participen en el proyecto de ocupación de la flota. Quizá, como lo dice Mariano Ramírez, el movimiento sabe que no estaban de acuerdo….

Reunión de coordinación de los marinos de las escuelas, en Quillota

La reunión de coordinación – y la última – se efectúa el sábado 21 de julio (Jara habla de la última semana de Julio y Fernández de un sábado. Sólo puede tratarse del sábado 21 pues el sábado 28 Jara será detenido), a las 18 horas, en Quillota, en casa de un tío del marino electricista José Luis Fernádez. Según las declaraciones que figuran en el proceso asisten: Alonso, Alvarado, Fernández, Jara, Ramírez y el “Rucio” ” ([E] Causa 3941, foja 160; 184). Sin duda hay algunos más, ya que según los recuerdos de Jara, “éramos como 15”.                                        Para Mariano Ramírez , llegan a la reunión entre 15 y 20 personas, entre ellas Félix Vidal acompañado de otro mirista que se limita a escuchar: “va todo el mundo, va gente del PC también” que pronto debían se trasladados a Talcahuano ” ([E] Ramírez, 2002).  “Logramos hacer una coordinación”, concluye   ([E] Ramírez, 2001)….

…Por poco tiempo, pues las detenciones en las escuelas comenzarán dentro de 7 días.

*Extracto del Libro, Los que dijeron “ NO “, Editorial LOM, del Historiador Jorge Magasich  Tomo II, 52 – 56

En el crucero O’higgins

Las detenciones en el crucero O’higgins, Talcahuano.

Crucero CL O’higgins

 

Declaración Forzada del cabo 2° Arestey ante el Fiscal Jiménez después de una sesión de torturas. Diseño gráfico donado por W. Arestey

( Extracto del Libro, Los que dijeron “ NO “, Editorial LOM, del Historiador Jorge Magasich Tomo II, 110 )

  La ola de arrestos en los dos viejos cruceros O’Higgins y Prat, inmovilizados en los diques, se inicia cuando el capitán Victor Henríquez Garat informa a Jorge Paredes, comandante de la Zona de Talcahuano, que se dispuso que el departamento A2 “vigilara a posibles sospechosos”. También indica que deben interrogar al cabo Aurelio Aravena, quien se habría reunido con los marinos Uribaldo Arestey y Maximiliano Domínguez. Y éste último había dicho “que el rancho era de mala calidad”. (Causa 3926, foja 64).

( Extracto del Libro, Los que dijeron “ NO “, Editorial LOM, del Historiador Jorge Magasich Tomo II, 134 )

 En el proceso, aceptan haber formado parte del grupo los cabos Aurelio Aravena, Juan Arestey, Maximiliano Domínguez, (se agrega aquí al cabo Santiago Rojas Campos que no aparece en la página 366), así como los marineros, Juan Carlos Montecinos, Jaime Balladares, Silverio Lagos y Alejandro Rojas, aunque este último lo “confesó” bajo tortura, pero en realidad no fue parte del grupo.

( Extracto del Libro, Los que dijeron “ NO “, Editorial LOM, del Historiador Jorge Magasich Tomo I, 366 )

La detención del Cabo Maximiliano Domínguez

(extracto del Testimonio del cabo maximiliano Domínguez)

 Estando embarcado en el crucero O”higgins que estaba atracado en Asmar Talcahuano,  a la hora de haber cumplido con un día más de trabajo y pronto para irme franco, el sub Oficial de división Escanilla me viene a buscar aduciendo que tenía que cumplir con una misión extraordinaria en el transporte que estaba atracado al lado del crucero O`hhigins , pero en vez de subir al buque, me suben a una camioneta donde ya estaba sentado el cabo Arestey para posteriormente llevarnos a el centro de entrenamiento militar de infantería de marina, ubicado en una zona llamada las canchas, ahí nos estaba esperando un camión con personal de infantería de marina. Armados con ametralladoras, en el camión ya estaba una cantidad de detenidos y nos empezaron a tirar como paquetes al camión, para luego continuar el viaje hasta el centro de entrenamiento donde empezó la tortura; nos sacaron la ropa nos dejaron desnudos en el mes de agosto, el mes, más helado del año, nos pusieron en posiciones de tendidos las cuales consistieron en manos arribas abiertas apoyados en una pared y piernas abierta para luego empezar a golpearnos por todas las partes del cuerpo, luego empezó el submarino que consistió en sumergir nuestras cuerpos con la cabeza en dirección al fondo del tambor con agua con barro, al cual fui sumergido en repetidas oportunidades combinado con la introducción de medio cuerpo  a un hoyo en la tierra, con la cabeza sumergida en el hoyo con el trasero al aire, durante todo el periodo de la tarde y noche  hasta el otro día, rotando entre los diferentes métodos de tortura; al otro día nos vistieron y nos llevaron al cuartel de orden y seguridad ubicado en la base naval frente a la entrada Asmar de Talcahuano, durante todo ese periodo estuve incomunicado. El 10 de septiembre de1973 somos divididos en dos grupos, unos llevados a la isla Quiriquina y otros enviados a la cárcel de Talcahuano. En noviembre de 1973 soy trasladado a la cárcel de Talcahuano, el 9 de septiembre de 1975 soy nuevamente trasladado, esta vez a la cárcel de Concepción, en octubre de 1976 soy puesto en libertad.

 La represión se extiende  a la familia, el  tio de Domiguez , Arcadio Ortiz fue detenido y torturado en la ciudad de Tomé, en la costa  a las afueras de Concepción. Su primo, Hernán Ortíz, también marino, fue detenido y torturado.

La detención del marinero  Silvero Lagos

(extracto del Testimonio del marinero Silverio Lagos)

    El 8 de agosto sacan de la enfermería del O’higgins con fusil al pecho, al marinero mecánico electrónico Silverio Lagos Muñoz, que padece de asma. En la guardia estaba Rafaél Jimenez quien vé cuando lo suben a una camioneta  y lo conducen al fuerte Borgoño, después lo bajan con violencia y una patada que le dan en la columna lo deja tendido en el suelo, luego lo llevan ante el capitán Kohler quién lo interroga sobre una reunión a la que había asistido en Las Higueras (se trata de la  reunión que organiza el marinero del Prat José Maldonado para el 7 de agosto). Silverio niega haber asistido a esa reunión, Kohler le amenaza de muerte y le dice:

“abre la boca huevón”, “puso su fusil en mi boca”, sentí con mi lengua el metal helado, ahí pensé: “será cuento corto, una muerte rápida”. No disparó, pero gritó: “este huevón ha estado en Cuba”, “hay que darle otro tratamiento”…después de unas sumergidas desnudo en el tambor de las aguas pestilentes, reconoce haber estado en la reunión de Las Higueras con dirigentes del MIR.

Posteriormente, después de la torturas, me conducen a una oficina a la entrada del cuartel, donde me esperaban alrededor de 6 personas sentadas a un escritorio, Kohler, el teniente infante de marina Cáceres “con el cual habíamos navegado en el crucero de La Esmeralda en 1970, cuando era subteniente egresado de La Escuela Naval”, también estaba el teniente primero Santiago Lorca González , quien fuera encargado del curso de electrónica en La Escuela de Operaciones y el jefe de los buzos tácticos que no tenía ninguna participación activa, “él solo miraba”, no así el capitán Vergara, que era el que ataba, por decirlo así, los nudos de las declaraciones que habían sido sacadas en base a torturas.

 “Mientras esperaba, escuché al marinero electricista, Jóse Maldonado (del Prat) gritar;  “ porque soy Marxista me persiguen ” al sacarlo de la sala, éste, sangraba de su rostro, después supe que el Tte. Cáceres le habia pasado por la cara un palo, algo asi como una astilla”                                                                                           

 “Al ser ingresado a esta improvizada oficina, pedían los nombres de todos lo que habían estado en la reunión de las Higueras, que relación teníamos. Los que asistimos allí éramos un grupo muy mezclado, yo, solo ubicaba a Mario Patricio Cordero y a José Maldonado que fueron los que me invitaron a la reunión. Los que nos tenían detenidos, trataban de hacerlo todo rápido ya que eran las dos de la mañana y tenían muchos por detener y esperaban las horas de la mañana para detener a un empleado civil de Asmar que era estudiante de la universidad de Concepción de apellido Jaramillo. Ví como lo trajeron a puras patadas y nos gritaban a nosotros; “ Sigan cantando Hueones que ya desarticulamos sus celulas ” . A éste jóven lo llevaron para la pista de obstáculos para ser pasado por los maltratos”.

 “Durante el interrogatorio el teniente Cáceres tomó una taza, la llenó mas de la mitad con polvo de nescafé, un poco de agua y me obligó a beber, me agarró del pelo echándome la cabeza hacia atrás obligandome a tomar el cafe… terminé vomitando”.

Una vez que me habián ubicado dentro de este enorme rompecabezas que era ésta gente “que se habían sublevado dentro de la marina”,  me pasaron a la próxima pieza donde habían muchos marinos tendidos boca abajo, ahí estaban Carlos García, Víctor López, Antonio Ruiz, Mario P. Cordero, José Maldonado, Bernardo Carvajal, entre los que recuerdo.

Algo anecdótico fue que, por el frio de Agosto todos tiritábamos y como el piso era de madera se movía toda la pieza con un sonido de terror. Pensé, cuando entré, que estaban horrorizados de miedo, era mas bien el frío del invierno. La tortura para nosotros fue una sorpresa, no estábamos preparados, aunque ya habíamos visto fotos de las torturas que fueron víctima los Tupamaros en Uruguay, pero en la práctica, la realidad era más salvaje.

En Fiscalía

  “Fuimos llevados a fiscalía en una camioneta, a mi me tocó en el grupo que tenía relación con nuestra emblemática reunión. Éramos cuatro con un infante armado, íbamos en la parte de atrás de un vehículo.

Al llegar a la fiscalía nos bajaron y nos obligaron entrar a la fiscalía a vuelta de carnero fueron alrededor de seis metros en que dabamos una y otra vuelta de carnero …Era parte de su humillación, era el camino a lo que se venía para Chile. Estábamos abandonados, sin justicia.

El interrogatario del fiscal si se le puede llamar asi, ya que las respuestas eran rechazadas y daba lo mismo lo que uno dijera, ellos la acomodaban dentro del esquema de sus planes golpistas. Si las respuestas no eran de su gusto, me amenazaban con enviarme al fuerte Borgoño con la amenaza de que “ahí me iban a resfrescar la memoria”. Puesto que no deseaba volver allí le dije …”ponga lo que Ud. quiera y le firmo, ya que no me cree” .Nunca acepté que pusiera que íbamos a matar oficiales esto era la falacia de parte de la Marina.    Después de las declaraciones en fiscalía, fuimos incomunicados por 10 días. También participa en mi detención el oficial de mar, teniente primero Kelly.

La detención del marinero René Alejandro Rojas Trincado

  El marinero René Rojas es detenido en el crucero O’higgins  y llevado a los altos del fuerte Borgoño de la Infantería de Marina, en el “sector canchas” (Causa 3926, foja 64), donde comienza a operar el sugundo grupo de torturadores. Rojas no es miembro del grupo y nunca a asistido a reuniones políticas, pero cuatro o cinco días antes, al final de un acalorado discurso golpista, había preguntado al oficial ¿qué ocurre si uno no está de acuerdo? esa pregunta le cuesta la detención.  El marino reconoce al capitán Luis Kohler herrera, “el jefe directo de todo lo que se hizo ahí”, y a los capitanes Boetsch y Alarcón, éste último apodado el “pata de cacho”. Poco tiempo antes, Kohler había dirigido los allanamientos a las industrias COSAF de Penco y Marco Chilena. (Chile Hoy 64, 31.8-73)

Rojas es acusado de ser miembro de MIR. Le exigen que “confiese”, dándole golpes con guantes mojados (para evitar huellas en el cuerpo) y sumergiéndolo en el siniestro “submarino”. Los torturadores pronuncian varios nombres de miristas con los que creen que se ha reunido, exigiéndole que hable de ellos. En medio de gritos y golpes el torturado escucha “hable de Marx y Lenin”. Por esos días, Rojas que desconoce a estos personajes, los toma por dos miristas. En su impotencia responde “si yo no los conozco”; pero insisten, “y yo juraba, les decía que no los conocía”. En un momento dado, el marino dice: “Mi capitán, si yo no tengo idea, no tengo idea de nada de lo que Ud. me está diciendo”. Kohler replica indignado: “Cómo sabís que soy capitán concha de tu madre”. “Si yo también fui infante y Ud. fue instructor mío”, responde Rojas, sin darse cuenta de que acaba de cometer un error. El capitán Kohler decreta entonces: “Ración doble porque éste sabe lo que le va a pasar: está entrenado para eso” ([E] Rojas, 2001)

En el crucero Prat

Las detenciones en el crucero Prat, Talcahuano.

CL Capitán Prat. Pintura en Acrílico, Mario Cordero Cedraschi

Registros fotográficos de los marineros detenidos en el crucero  Prat

Cabo Antonio Ruiz Uribe (Q.E.P.D.)
Marinero José Maldonado Alvear (Q.E.P.D.)
Marinero Mario Cordero Cedraschi
Marinero Víctor López Zambrano
Marinero Carlos García Herrera

 

Marinero Guillermo Castillo Esquivel

Mientras el personal detenido en Valparaíso en gran parte ya había pasado por el primer proceso de torturas, la acción del aparato represivo se expande a la segunda Zona Naval.

El martes 7 de agosto, el comandante del crucero Prat, capitán de navío, Maurice Poisson Eastman, ordena formar a la tripulación en el molo e informa que se han detectado en Valparaíso, células extremistas infiltradas en las naves y espera que en su buque no haya ninguno de estos elementos. El marinero electricista Mario Patricio Cordero miembro de la dotación, está en la formación, días atrás había salido a peticiones por conducto regular y logra una entrevista con el comandante. Cordero le presenta su solicitud de retiro por motivos políticos, por los desacuerdos que éste tenía con las estructuras de mando, que se sentía limitado en la institución, el mal trato, etc… El comandante le preguntó: “usted ha leído a karl Marx”, Cordero respondió:  “No mi comandante”…Poisson se alzó y en un tono violento le gritó: “ ¡ Fuera, váyase, retírese…que se vayan todos los marxistas y comunistas de aquí ! ”. después de este altercado, Cordero, 19 años de edad, abandona el camarote del comandante con la esperanza que se le diera curso a su solicitud.

Después de la arenga del comandante Poisson en el molo, el marinero José Maldonado, también electricista, se acerca a Cordero para decirle que había que hacer algo por los compañeros que estaban siendo detenidos en Valparaíso y le confiesa: “yo conosco a un civil de Asmar el cual tiene contactos con políticos”. Se refiere a Luis Jaramillo, empleado civil de Asmar, quién organiza una reunión con civiles en el sector de “Las Higueras”. La reunión es confirmada,  Maldonado tiene al parecer contactos con marineros del O’higgins y con Cordero van allí y se reúnen con algunos marineros fuera de la nave, Cordero por sorpresa se reencuentra con su camarada de la Escuela de Grumetes y con el cual había navegado en la Esmeralda el año 1970,  el marinero mecánico electrónico Silverio Lagos, a los otros no los conocía.

La reunión de “Las Higueras” sería la última reunión registrada de los marineros constitucionalistas para intentar frenar el golpe de Estado. Cordero recuerda:

“Era un día de invierno, lluvioso, frío, oscuro. Cuando abandonamos la nave con José Maldonado rumbo a esa reunión, nos rodeó un silencio, no intercambiamos palabra, creo que ya se nos había metido el horror en el cuerpo, sólo una pregunta le hice, presintiendo que el estado de derecho se desvanecía:  “ ¿y si nos torturan?”…no hubo respuesta, alzamos el cuello de nuestros chaquetones para combatir el frío de la noche cuando abandonamos el molo de abrigo. Sentí en esa caminata que él también tenía miedo, era casado y pensaba en su esposa. Además era dificil de preveer la dimensión de la catástrofe que se nos venía encima, sentíamos que la muerte nos pisaba los talones.

Al llegar a la ciudad-puerto, entramos a un Bar y nos ubicamos en la barra encargando algo para beber… aire denso por el humo de cigarrillos y el televisor “Antu”que comenzaba el noticiero… “infiltración de extremistas en unidades de la Escuadra”…mi mochila se hacía cada vez más pesada…Ya, esa noche del 7 de agosto, no había camino de retorno, para mí, el futuro de Chile estaba echado”.

“Nos subimos a la citroneta que nos condujo a Las Higueras, nos vendaron para no reconocer el camino, mi cabeza zumbaba por el movimiento y los efectos de los cigarrillos y el alcohol. Lo que tengo claro hasta hoy,  es lo que habíamos acordado antes con José: Nuestra misión era ir allí a informar de las detenciones en Valparaíso, que se estaban haciendo en este momento públicas y de lo que estaba ocurriendo. Por otro lado, informarnos si habían posibilidades de que álguien interviniera para parar todo esto. Pensábamos que el Presidente de la República tenía los mecanismos inmediatos para frenar lo que se venía.  Nosotros, no llevábamos ningún plan de toma de barcos, de matar a oficiales o algo por el estilo, se especuló sobre la posibilidad de neutralizar a los golpistas, pero a estas alturas esa era una alternativa imposible de realizar cuando ya las detenciones estaban en marcha.

El 8 de agosto, Cordero y Maldonado estaban de guardia a bordo del crucero Prat . Por la tarde se dá alarma de incendio, una nave menor se quemaba atracada en puerto. En ese contexto, según testigos, es desembarcado del crucero Prat el marinero Maldonado en condición de detenido.

Maldonado cubría guardia conmigo, pero no lo encontraba y me puse a buscarlo en los lugares que frecuentan los electricistas cuando están de guardia, ni señas de José… me puse intranquilo. Partí a mi ropero a buscar mi chaquetón presintiendo que había llegado la hora. Abrí la caja de mis pertenencias y controlé todo lo que había, cerré todo y me fuí al salón de máquinas, ahí llegó alguien que no recuerdo y me dijo que tenía que presentarme a la oficina del Jefe del Departamento de Ingenieria de la Nave. Al llegar allí, el jefe del Dpto. sentado detrás de su escritorio ordena al Tte. ¿ Orellana?  y me conduce  a un camarote donde me esperaban oficiales de la inteligencia naval, que ya tenían en condición de detenido al colega electricista Mr. 1° Bernardo Carvajal. Nos obligaron a desembarcar de la nave y nos subieron a una Camioneta Chevrolet de la Base Naval. Pregunté a dónde nos llevaban, el oficial de la inteligencia  desenfundó una pistola y amenazándonos, nos dijo que guardaramos silencio, que estabamos detenidos. Por momentos confié aún en el estado de derecho y llegué a pensar que nos conducirían a la Fiscalía Naval, pero el vehículo torció cerro arriba conduciéndonos al Fuerte Borgoño de la Infantería de Marina. Llegamos a la ciudadela en la parte de la cima del cuartel, donde nos aguardaba un batallón de Infantes de Marina en tenida de combate y mimetizados, me obligaron a desnudarme a punta de golpes de yataganes, culatazos, puntapiés, rodillazos y de puño, dándome un tratamiento de prisionero de guerra. Identifiqué desde el suelo que tenían al cabo Antonio Ruiz y al marinero Maldonado en unas casetas.

“ Me condujeron al interior de una caseta donde se encontraba el capitán infante de marina Köhler quién dirigía las torturas y vejámenes junto a un pelotón , le pedí que se respetara el fuero militar, ahí me colgaron de los pies y me sumergieron en un tambor con aguas servidas, me preguntaban por la reunión de las Higueras, que confesara que mataríamos a los oficiales, que me matarían y lanzarían mi cuerpo en “Tumbe” si no confesaba. Me golpeaban el tórax, estómago, espalda y nalgas con guantes mojados hasta el punto que me desmayaba, estaba bañado en sangre, me amenazaban de muerte si no denunciaba a colegas que tuviesen posiciones constitucionalistas. Reconocí haber estado en la reunión de las Higueras y en la del restaurante los Pingüinos en Valparaíso, después querían saber del lugar y los participantes, yo dije que no me recordaba porque andaba bajo los efectos del alcohol. Debía reconocer fotos de civiles que después me enteraría que eran de Altamirano, Garretón y Enríquez  y así continuaron durante toda esa noche hasta la mañana del día siguiente. Posteriormente me mantuvieron detenido, aislado e incomunicado bajo fuerte protección armada durante nueve o doce dias en el cuartel de “Orden y Seguridad” en la Base Naval de Talcahuano y me obligaron a repetir  la declaración ante el Juez Naval, bajo amenazas de seguir torturándome si no lo hacía. En la fiscalía al prestar declaración, me encontré en la sala de espera, con los marinos que trajeron de Valparaíso, algunos venían con los oídos reventados, al parecer ya habían pasado por las manos de Köhler”. ( Extracto del Testimonio del marinero Mario Patricio Cordero Cedraschi).

( Extracto del Libro, Los que dijeron “ NO “, Editorial LOM, del Historiador Jorge Magasich Tomo II, 110 )

…en declaraciones arrancadas con torturas, algunos marinos mencionan una reunión el martes 7 en Las Higueras (Talcahuano) con representantes de algunos buques, entre ellos Patricio Cordero y José Maldonado ambos del Prat; el cabo Aurelio Aravena, Silverio Lagos y Juan Carlos Montecinos, del O’higgins, Luis Jaramillo y Humberto Lagos, de ASMAR; y los civiles Luis (probablemente Víctor Hugo Banvallet) y Cheto. Este último habría informado que los oficiales estaban a punto de perpetrar un golpe de Estado; para impedirlo había que inmovilizarlos encerrándolos, sin emplear violencia a menos que fuese necesario, tomar la sala de armas y la radio. Para esto los marinos recibirían cuatro revólveres. Otra declaración añade que se habría dicho que se necesitan 25 personas para mantener el control del buque sin navegar. Sin embargo, Luis Jaramillo afirma que el objetivo de la reunión era “hacer una evaluación de la reacción del personal a las detenciones”….

Extracto del Testimonio del marinero 1° Electricista Bernardo Carvajal

MI  SECUESTRO  Y  TORTURA

A partir de Julio – Agosto de 1973, altos oficiales de la armada, con el argumento de que se gestaba un plan subversivo, comienza a detener  y a torturar marinos para obligarlos a confesar que se conspiraba contra la armada apoyados por políticos de la época.

Fue así entonces que el día 08 de Agosto de 1973, aproximadamente a las 19:30 horas, entra al taller de electricidad del crucero Prat, un oficial y me pide que lo acompañe, llegamos a una oficina donde había un grupo de oficiales. Uno de ellos era el teniente primero JAEGGER, tenía una carpeta en la mano, supuse era la mía. Me dijo que lo acompañara donde el comandante del buque, siempre acompañados por los otros oficiales. Fuimos hasta el camarote del comandante, hablaron algo entre ellos. Entretanto otro oficial traía al marinero primero, también electricista, Mario Cordero. Después nos condujeron a una camioneta que estaba esperando afuera del buque. Este vehículo consta de tres corridas de asientos, atrás había dos oficiales sentados, nos hicieron sentar en el asiento del medio. JAEGGER se sentó junto al chofer, Mario estaba muy nervioso, me preguntaba que estaba pasando y a dónde íbamos. Yo le respondía que no sabía. Enseguida los oficiales sacaron sus armas y nos apuntaron en la cabeza y nos dijeron que guardáramos silencio. Sinceramente yo no entendía nada, en ese momento me hacía muchas preguntas y no tenía respuestas. Hasta ese momento yo estaba tranquilo pero me fui asustando cuando vi el camino de bosque por el cual íbamos, la oscuridad era total. Pensé Nos van a matar!!… pero …¿Por qué?… Comencé a tener la idea de lanzarme del vehículo, pero no tenía ninguna posibilidad… llegamos a un claro donde habían muchos infantes de marina con el rostro pintado, junto  las luces de otros vehículos, se veía muy aterrador. Había unas casetas de madera de 2×2 más o menos y distantes unas de otras.

Los oficiales y el chofer se bajaron del vehículo, quedamos solos adentro esperando algún tipo de desenlace. JAGGER  hablaba con otro oficial que al parecer estaba a cargo . Asombrados por lo que veíamos, se acercaron algunos infantes de marina que rodearon el vehículo, abrieron las puertas y nos sacaron. Nos agarraban de todos lados, ropa, cabellos, manos, piernas, nos tiraron abajo y comenzó la fiesta para ellos, nos golpearon con los fusiles, las manos, los pies, nos insultaron, después nos hicieron apoyarnos con los brazos extendidos y las piernas abiertas en la muralla de una caseta y nos revisaron buscando no sé qué cosa, tal vez en sus mentes enfermas, pensaban que llevábamos armas. Yo preguntaba porque estábamos siendo tratados de esa manera, pero era peor porque  los golpes e insultos se multiplicaban. Se llevaron a Mario al interior de una caseta, yo quedé esperando afuera apoyado en la pared  y me vigilaban algunos soldados con la orden de abrir fuego si yo intentaba escapar.

Desde allí sentía los gritos de dolor de Mario, lo estaban torturando, lo cual me puso muy mal y lo peor era que no sabía por qué. Todo me parecía tan injusto. Estaba con mis pensamientos cuando escuché ¡¡ Hagan pasar al siguiente!!  Los guardias me dicen que corra, yo no quise hacerlo y seguí caminando y recibí muchos golpes por esto, pero no los sentía ya, seguí caminando, tal vez el nerviosismo y la bronca que llevaba era la causa de no sentir dolor. Cuando entré en la habitación había muchos soldados con el rostro pintado, al igual que sus armas. Uno de ellos me dijo que me desnudara. Recuerdo el frío de esa noche, Agosto era terrible, ya no podía controlar mi cuerpo, temblaba entero, la única manera de parar ese descontrol de mi cuerpo era cuando me golpeaban, los golpes me daban calor , no temblaba y no sentía dolor.

Me preguntaban nombres de mis contactos políticos, me sorprendía todo eso pues nunca los tuve, sencillamente nunca se dieron a conocer ni tuve charla alguna con ellos. Como mis respuestas no les gustaban , seguían golpeándome. Optaron por traerme a Mario para que viera como había quedado, me decían que yo iba a quedar peor si no hablaba. Miré un instante a mi compañero, solo brevemente para que no me afectara y lo que vi me dejó muy impresionado, su rostro ensangrentado con una palidez mortal y todo mojado y una mirada llena de odio el cual transmitía. Agaché la cabeza para no verlo más, seguramente él ya no sentía dolor pero sí mucho odio, era tan intensa su ira que casi escupiéndole el rostro al oficial verdugo le gritó ¡¡ Mueran los Oficiales!! . Lo miré y lo vi tan decidido que produjo en mí un efecto contrario a lo que ellos esperaban. Dentro de mi sentí  una sensación tan extraña, alegría, felicidad de ver a mi compañero tan decidido y valiente, algo que ellos no esperaban. Las cosas les estaban saliendo mal porque en vez de doblegarnos, nos fortalecían, esa era mi alegría y satisfacción.

Esta vez cambiaron la técnica conmigo, me ataron las manos a la espalda, los soldados me izaron y me introdujeron en un tambor de 200 litros de agua cabeza abajo la cual topaba el fondo. Con las manos atadas a la espalda, los soldados agarrándome las piernas, me desesperaba, era una sensación horrible. Cuando estaba casi ahogado me izaban para pedirme nombres, contactos, etc. Como mi respuesta era negativa, volvían a zambullirme y cada vez era más tiempo dentro del agua. Mi desesperación era tan grande que en un momento logre zafar de las ataduras y de los soldados, ellos trataban de agarrarme para ponerme otra vez dentro del tambor nuevamente y yo luchaba con todas mis fuerzas, tiraba patadas y golpes de puño, mordía. Era una situación desesperada. Yo desnudo defendiéndome y los soldados tratando de agarrarme . De repente una voz de mando les pide a los soldados que se retiren , saca el seguro de su arma y me apunta. Viendo lo que se me venía , me dije “debo luchar para sobrevivir, me acordé de mi familia, mi mujer y mis dos hijos, uno de tres meses y otro de cinco años, no podía dejarlos a la deriva , debía luchar.

Le dije al oficial: “Ustedes no van a poder meterme adentro del  tambor nuevamente, déjenme meterme solo”… El oficial aceptó y eso me alegró porque me di cuenta de que el oficial era un tarado.

Esta vez metí los brazos primero, mi cabeza ya no tocaba fondo y mis manos ya no estaban atadas a la espalda, era otra sensación, más llevadera, menos desesperante. Después de un rato largo  en que los soldados me izaban y me zambullían nuevamente y como yo iba con las manos libres y adelante con lo cual me podía apoyar,  se aburrieron.

Después comenzó la tortura psicológica, iban a matar a mi familia si no cooperaba, sabían donde vivía.

Como yo no tenía contactos con ningún político, querían saber quiénes eran mis amigos en el buque y no queriendo comprometer a nadie, inventé un apellido Garcés y además di el nombre de Carlos Barroillet. Yo sabía que Carlos se había retirado de la armada mucho tiempo atrás y estaba viviendo en otro país junto a sus hermanos.

Con esto me dejaron tranquilo y me ordenaron ponerme la ropa. Recuerdo no poder hacerlo, mi rostro a pesar de no poder verlo lo tenía todo inflado y sangraba en forma abundante por la boca, nariz y oídos, era un desastre. Un soldado que me vigilaba, ya era un hombre mayor  me dijo:  “Hijo trate de vestirse pronto”. Estas palabras en medio de todo lo irracional, me emocionaron y solo atine a mover la cabeza en señal afirmativa.

Me separaron junto a  un grupo de marinos, éramos más o menos seis, nos hicieron formar en línea, uno al costado de otro con las manos en la cabeza frente a un pelotón de fusilamiento, pude ver de reojo a mi lado estaba Antonio Ruiz, que también era del buque, yo solo lo conocía de vista en ese momento pero después nos hicimos muy amigos.

En ese momento  deseé que las balas me dieran muerte enseguida, no quería quedar herido. Gritaron ¡¡Fuego!! Y no pasó nada, me di cuenta que estaban actuando, era otra forma de tortura psicológica ya que el susto, el nerviosismo y el miedo se quedaron por mucho tiempo.

Más tarde nos subieron a un camión tirados en el piso uno encima del otro y  todos los soldados sentados encima de nosotros. Nos trasladaron a unas oficinas que estaban en otro sector, al llegar nos bajaron del vehículo y nos tendieron en el piso boca abajo, nos llamaban de a uno para interrogarnos. Nuevamente lo mismo, esta vez el que dirigía todo, era el capitán Cohen, estaban también los oficiales Bustos, Letelier, Luna, Alarcón, Tapia, Maldonado. Algunos estaban sentados  detrás de un escritorio, dejaron una pistola encima de la mesa, seguramente como carnada , que ridículos y torpes eran. Dos oficiales estaban al lado mío, cuando me preguntaban algo y no les complacía mi respuesta, me quemaba con un cigarrillo distintas partes de mi cuerpo o me agarraban a bofetadas, también tenían una madera delgada como una regla con la cual me golpeaban el rostro ¡¡Como dolía eso!! , yo sangraba por todos lados, mi hombro izquierdo quemaba de dolor, estaba todo magullado cuando amaneció.

Nos pararon en línea de nuevo frente a una muralla pintada de blanco. Después de un rato comenzó a salir el sol y nos pegaba en la nuca, la luz solar comenzó a reflejarse en la pared y esta al rebotar  hacia nosotros nos ponía en una situación crítica. Después de una noche de tortura había que soportar esto, estábamos muy  agotados.

En un momento nos dieron permiso para orinar y no pude hacerlo, a pesar de tener ganas no podía, me dolía la vejiga y no podía orinar.

Después nos dieron un tazón con café, entonces pensé que significaba que nos querían con vida.Era mediodía cuando nos llevaron a declarar a la fiscalía. El fiscal un tal comandante Villegas, me amenazó con mandarme de vuelta al centro de tortura porque le dije que el apellido Garcés lo había inventado para que no siguieran torturándome, igual que el nombre de Carlos Barroillet.Fui trasladado al cuartel Rodríguez en calidad de incomunicado junto a 18 marinos más .

Nuestra detención y tortura  estremeció al país, organizaciones sociales, políticas y culturales junto a nuestras valerosas familias salieron a defendernos y a aclarar que las acusaciones en nuestra contra eran todas falsas y que nos imputaban cosas que no eran ciertas.

Primero se nos acusa de incumplimiento de deberes militares y después cambian la carátula de acusación y se nos acusa de sedición y motín frustrado.

Después de algunos días de incomunicación, dan de baja a la mayor parte de los marinos enviándolos a la cárcel de Talcahuano. Quedamos solo cuatro en cuartel Rodríguez. José Maldonado, Juan Carlos Montecinos, Maximiliano Domínguez y yo, Bernardo Carvajal.

Fuimos enviados a la Isla Quiriquina la tarde del 10 de Septiembre de 1973. Cuando llegamos a la isla cerca de las  22:00 horas, la escuela de grumetes salía con armamento de guerra hacia Talcahuano. Supuse que era el comienzo del golpe de estado…

Al día siguiente comenzó la gran pesadilla en Chile. Los que tenían dudas con respecto a las torturas, comienzan a experimentarlas en carne propia, el golpe de estado que denunciábamos, se hizo realidad y de paso queda al descubierto quienes eran los verdaderos amotinados y sediciosos y quienes defendíamos las leyes, las instituciones democráticas y la constitución.

A partir del 11 de Septiembre de 1973, se marca el inicio de nuevas vejaciones, se nos denuncia como traidores a la institución, se nos mantiene aislados en diferentes campos de concentración y cárceles, se nos mantiene como desaparecidos y aislados, dependiendo mucho del oficial de turno que estuviera a cargo. Ese era el trato que recibimos, tortura y más tortura como juguetes de los más sádicos oficiales e infantes de marina…

Bernardo Carvajal Sepúlveda

Extracto del Libro, Los que dijeron “ NO “, Editorial LOM, del Historiador Jorge Magasich Tomo II, 134 – 138

La ola de arrestos en los dos viejos cruceros O’Higgins y Prat, inmovilizados en los diques, se inicia cuando el capitán Victor Henríquez Garat informa a Jorge Paredes, comandante de la Zona de Talcahuano, que se dispuso que el departamento A2 “vigilara a posibles sospechosos”…

…Después de la cena, hacia las 20:30 horas, un oficial de inteligencia irrumpe en la sala de artillería, donde Antonio Ruiz está interpretando planos.- “Vamos en comisión de servicio”, le dice. “ ¿Puedo ir a buscar mi chaquetón?”, pregunta Ruiz.- “No, así no más”. De inmediato salen del dique seco, suben a una camioneta y el oficial se sienta atrás, con él. Parten rumbo al fuerte Borgoño. Ruiz pregunta “ ¿Qué clase de comisión de servicio? ”, pero no obstiene respuesta. Cuando la camioneta se detiene, se termina el trato correcto. Un grupo de infantes se abalanzan sobre él, “se dejan caer como perros”, y lo golpean con furia. Lo obligan a desnudarse, mientras lo someten al interrogatorio de guerra: nombre, grado, serie, todo sin dejar de darle culatazos. Inmediatamente después lo llevan a un lugar de entrenamiento para el combate antidisturbios, llamado la “ciudadela”. Ahí lo cuelgan. Después de golpearle violentamente el estómago, lo amenazan de muerte y lo sumergen en un tambor lleno de agua con barro, orina y excrementos. Los torturadores vociferan preguntas sobre la reunión en Los Pingüinos, si conoce a éste o a otro, “si formaba una célula y si íbamos a matar oficiales, íbamos a bombardear Valparaíso, y contactos principalmente”.

En el crucero Prat, cuando Víctor López termina su guardia en el radar a la media noche, el teniente Santiago Lorca, su oficial de división, le pide que lo acompañe a buscar unos equipos a la Puerta de Los Leones. López responde que desea descansar. El teniente insiste, diciendo que no quiere despertar a los que duermen. A la salida del buque los espera una camioneta con otros oficiales. A los pocos minutos el vehículo se aparta del rumbo previsto y toma la pendiente hacia el fuerte Borgoño. El marino pregunta ¿qué ocurre? le gritan que se calle, qué él sabe dónde va. López , que piensa que han dado el golpe de Estado, intuye lo peor. Consigue engullir los papeles con contactos con el PC local que llevaba escondido en su chaquetón. Cuando abren la puerta de la camioneta, se abalanza un grupo de carapintadas que lo saca con violencia y le da una golpiza con puños, pies y culatas. El suplicio dura entre 10 y 15 minutos. Cuando ya no puede mantenerse de pie, los infantes lo arrojan a un galpón, lo obligan a desnudarse, y se colocan uno a cada lado con el que tortura delante. Ahí llega el interrogador exclamando: “vos sabís por qué estai aquí, tenís que hablar”. Ante el silencio de López, que intenta saber de qué lo acusan, lo golpean en el estómago hasta que vomita, lo dejan recuperar un momento y luego continúan con los golpes. A continuación traen ante él a Carlos García en un estado lamentable, “peor que yo”, y le preguntan “ ¿a este huevón lo conocís? ” ([E], López, 2003).

Carlos García es también un marino de la división electrónica del Prat, a quien Víctor López había reclutado para la organización ([E], López, 2003). Esa misma noche lo había despertado el teniente Santiago Lorca, quien dirige las detenciones en el crucero. El teniente era considerado como menos extremista que los otros –explica García – , pero luego se demostraría que era un oficial de inteligencia.

Más o menos lo mismo ocurre con otros marinos, despertados y llevados detenidos al fuerte Borgoño. Allí los desnudan, los hacen correr mientras los golpean, los sumergen en un tarro lleno con orina y excrementos, los llevan a una sala para preguntarles “quienes son los jefes del movimiento” y “por qué no confían en los oficiales”; les permiten tenderse en el suelo y, sorpresivamente, vuelven a comenzar. Así los tienen toda la noche; “era moler a palos”, recuerda García ([E], García, 2002)                              Victor López, ante García responde: “Sí, somos compañeros de buque”. Pero los torturadores le dicen: “este huevón habló ya”. López en situación difícil, se prepara a decir lo que su compañero podía haber dicho. No obstante, García disipa sus dudas, pues consigue decirle antes de que se lo lleven: “Yo no hablo ni una huevá”. Cuando vuelven a traer a García, en peor estado, uno de los verdugos exclama “ al duro colóquenlo allá abajo ”, lo que confirma su silencio. Víctor López es atado a una silla, donde continúan golpeándolo, pero la noticia de que García no había dicho nada lo ayuda a callar ([E], López, 2003).

Durante la noche llega el teniente Lorca, acompañado por el capitán (probablemente Köhler), quien le pregunta: – “¿Y a este huevón para qué lo trajiste?”. “No”, responde Lorca “si este huevón sabe, es del grupo de los que…” Víctor López había mantenido numerosas discusiones políticas con Lorca, y ante él no puede negar sus ideas de izquierda. Dice que es leal al gobierno, opuesto a un golpe de Estado que provocaría una masacre “me fui por lado político”, recuerda. Hacia las 4 de la madrugada lo arrojan, siempre desnudo, a una pieza glacial, sin nada para cubrirse. Al poco tiempo lo sacan y lo llevan al campo donde lo espera otro torturador, que vocifera: “Que te creís, qué somos huevones, nosotros sabemos todo lo que hiciste, huevón”. Y comienza una nueva golpiza, mucha más dura que las anteriores, que se prolonga unas dos horas. Lo hacen correr a la interperie. El frío y el efecto de los golpes anteriores son tales que la sensación de dolor es remplazada por un agotamiento de fondo. Afirma que va a hablar, y hace una nueva declaración basada en informaciones que sabe que ya conocen, insistiendo siempre en que defiende la Constitución.

Los detenidos de Talcahuano son mantenidos al interior de la base naval. Algunos quedan en libre plática limitada (pueden conversar con otros detenidos, pero no recibir visitas), al tiempo que otros son incomunicados entre tres días y una semana, según el caso. Otros son encerrados en los calabozos de un metro y medio de los torreones que forman la Puerta de Los Leones (hoy no existen), y luego en las cabañas del Club Naval, donde finalmente disponen de mantas y colchones. Más tarde les permirten hablar entre ellos y tener acceso a la radio. Así se enteran de las manifestaciones de solidaridad, que reivindican el derecho de los marinos a denunciar la conspiración y denuncian las torturas.

La movilización les dá cierta confianza, recuerda Carlos García, “estábamos todos optimistas en cuanto a que dentro de poco seguramente íbamos a ser liberados por el gobierno de Allende”

Días más tarde serán llevados provisoriamente a la cárcel de Talcahuano, para luego instalarlos en la cárcel pública de Concepción, donde pronto les asignan una galería especial: “Éramos los primeros presos políticos de la dictadura antes que comenzara la dictadura” , afirma Carlos García. El 1 de septiembre los hacen firmar la hoja de retiro de la marina”…

El miércoles 8 se inicia oficialmente la causa criminal 2737 –que luego fusionará con la 3926- por el delito de “Incumplimiento de deberes militares”. Se trata de un cargo menor previsto en el Código de Justicia Militar. El proceso está a cargo del contralmirante Jorge Paredes, del fiscal Fernando Jiménez Larraín y del secretario René Gajardo Alarcón, quién participa directamente en las torturas.

En el crucero Latorre

Crucero Latorre adquirido para la Armada de Chile bajo el gobierno de Allende. Construcción 1958, bajo el nombre de Göta Lejon al servicio de la Marina Sueca

 

Las detenciones en el crucero Latorre*

El lunes 6 en la maňana, el segundo comandante del crucero Latorre (Blaset dice que fue el comandante Carlos Fanta, pero la relación con el personal es generalmente tarea del segundo. Ibarra afirma que fue el segundo comandante) llama a todos a la toldilla (la parte de atrás de la cubierta) para informar que se ha descubierto un grupo de “terroristas” infiltrados: el sargento Cárdenas del Blanco ha sido detenido – dice -, pero hay otros, y sabe que a bordo hay un grupo de marineros involucrados en acciones sediciosas que él no va a aceptar. Todos van a ser enjuiciados. Quienes hubiesen tenido comportamientos de ese tipo que se acerquen a su camarote a conversar con él, voluntariamente, para evitar problemas ( [E] Blaset, Ibarra, Salazar, 2003). Por supuesto que nadie se entrega. Los marinos de cubierta (Salazar, Ibarra y otros) consiguen conversar rápidamente y deciden reunirse fuera del buque para evaluar los daňos a la organización y reestructurarla (Salazar, 2003).

El cabo Pedro Blaset es conducido por un teniente frente al (¿segundo?) comandante, quien le exige que confiese sus acciones sediciosas. Blaset responde que sólo ha intentado responder a la hostilidad de los oficiales contra el gobierno del presidente Allende y que está dispuesto a defender la Constitución y las leyes.-“No es eso lo que quiero que confiese”, replica el oficial, “quiero que usted me diga qué es lo que está haciendo para hacer un golpe de Estado”. El marino arguye que defiende al gobierno constitucionalmente legítimo. El oficial se indigna, cambia de tono y lo amenaza con torturas: “ Si no confiesas vas a recibir un trato frente al cual yo no voy a poder hacer nada y lo vas a pasar muy mal […] te insisto, tú vas a ser muy maltratado”. Blaset responde: “ Yo estoy dispuesto a enfrentar las consecuencias”. Un grupo de infantes de marina lo desembarca ([E] Blaset, 2003), al tiempo que detienen a José Lagos ([E] Ibarra, 2003).

A Blaset lo hacen recostarse en el molo, le amarran las manos y le vendan los ojos, explicándole que es el procedimiento y le piden calma. Parten con destino desconocido, pero durante el trayecto, se escurre la venda y logra reconocer el fuerte Vergara y un lugar donde había estado en entrenamiento. Ahí lo desnudan y alcanza a ver que lo conducen al campo de entrenamiento de combate de los infantes. Desde el medio día hasta la noche será torturado: lo cuelgan, y en esa posición lo golpean constantemente, para luego introducirlo en tambores llenos de orines y excrementos; cuando se desvanece lo despiertan con chorros de agua y continúan los golpes, pidiéndole nombres de otros miembros del grupo y quieren saber si había asistido a las reuniones con Enríquez y Altamirano. Por la noche lo llevan al cuartel Silva Palma, a la celdilla de incomunicados, donde están José Lagos y Sebastián Ibarra ([E] Blaset, 2003).

El cabo Pedro Blaset es el segundo interrogado por el fiscal Bilbao. Reconoce la reunión del domingo con Carlos Díaz (Roberto). Al igual que Cárdenas, acepta “pertenecer al grupo en el Latorre para tomar el control del buque en caso de que la oficialidad tratase de llevar a cabo un golpe de Estado” (Causa 3926, foja 5). Blaset permanecerá aproximadamente una semana incomunicado. No tiene derecho al menor aseo personal y siente que los alimentos continen antiinflamatorios. Días depués, Bilbao le repite las preguntas. Blaset responde que nada de lo que ha declarado ahí es válido, pue lo había hecho bajo torturas. “Yo todavía tenía inflamada la cara y no podía caminar bien”, recuerda. Pero Bilbao  pregunta irónicamente: “ ¿De qué tortura me habla? ” y aňade:        “ ¿Así que sigues rebelde? ”. Y lo vuelve a enviar incomunicado. Lo vuelven a interrogar y se obstinan: “ Cuéntanos cómo van y hacer el golpe”. El cabo responde: “Aquí los golpistas son Uds.”: “ son Uds. los que tienen que escribir ahí, no yo” ([E] Blaset, 2003).

Bilbao* interroga a José lagos, quien también acepta formar parte del grupo organizado del Latorre ( Causa 3926,foja 6 ).

Mientras tanto, a bordo del Latorre, atiborrado de sacos de papas, muy por sobre lo normal ([E] Ayala, 2000), Ibarra y Salazar ven salir detenidos a Blaset y a J. Lagos. Durante todo ese largo lunes 6, se preguntan sobre lo que deben hacer. Cuando llega la ansiada hora de salida, a las 16 horas, el portalón se abre, parten a cambiarse, pero hacia las 16.10 escuchan la orden “portalón cerrado”, lo que significa que continúan recluidos a bordo. Lo mismo ocurre en los otros buques anclados en Valparaíso. Hacia las 17 horas llaman por los parlantes a los marinos de cubierta que habían participado en reuniones: Araneda, Ayala, Claros, Dotte, Ibarra, López, Salazar y Valderrama. Otros cuatro miembros de es grupo escapan a la detención. Los nombrados son llevados por separado a camarotes de oficiales, y luego a retirar sus pertenencias: El comandante Fanta   – reticente a dar el golpe – interroga a Ibarra: “¿Por qué hicieron esto? ¿Por qué no me vienen a hablar?”, y agrega que “se pueden conversar estas cosas”. No obstante, les exige que le entreguen toda la información, y ante el silencio, entrega los detenidos a los buzos tácticos.

Al anochecer del lunes, los detenidos del Latorre , amarrados y con la vista vendada, salen en una camioneta que hace un trayecto extraño: antes de llegar al Silva Palma pasa por otro lugar, probablemente el fuerte Vergara –intuye Ibarra- donde es posible que el recinto de torturas estuviera aún ocupado por el grupo que tortura al sargento Cárdenas. En el Silva Palma los introducen a un dormitorio. Allí hay entre 30 y 40 personas sobre literas, con guardia al interior y prohibición estricta de hablar entre ellos ([E] Ibarra,2003). Claros y Valderrama son los últimos en llegar esa noche.

Para otros detenidos, como Ayala, los interrogatorios comienzan esa misma noche. Allí son sacudidos, golpeados, amenazados de ser enviados donde los infantes de marina, pero aún no son torturados científicamente. Las preguntas revelan que los interrogadores tienen “el cuadro bien claro ya. No había información que sacar”. Como Ayala era encargado de la sala de armas, lo investigan minuciosamente. “Afortunadamente no faltaba nada”, recuerda ([E] Ayala, 2000).

Nadie les comunica el motivo de la detención. Los encierran en celdas individuales, con los barrotes tapiados y un “cosaco” que custodia cada puerta. Luis Ayala y David Valderrama permanecen unos quince días encerrados en una cueva subterránea, cavada en el cerro, húmeda y totalmente oscura, sellada con una puerta metálica. Pueden salir al baño sólo una vez al día, en la mañana. Como los marinos ignoran lo que los interrogadores conocen del grupo, continúan negando todo hasta que otros compañeros  consiguen hacerles llegar el mensaje de que pueden reconocer ciertas cosas ( [E] Ayala, 2000, Ibarra, 2003, Salazar, 2003, Valderrama, 2002).

La situación es diferente para Sebastián Ibarra, quien la noche del martes 7 es llevado al fuerte Vergara junto a José Araneda, el que había delatado al grupo. Aunque van vendados Ibarra se da cuenta de que están en el fuerte Vergara, donde los desnudan. Aún tres décadas más tarde , opta por detener su relato ahí. Lo que sigue fue simplemente terrible: “Prefiero no hablar de eso: hay tortura ¿ya? Durante 8 ó 10 horas”.

A diferencia de los torturadores de Talcahuano, que se presentan a rostro descubierto, los de Viña del Mar se ocultan. Sus víctimas conservan en todo momento la vista vendada. Sin embargo, escuchan las voces de otros detenidos y de los interrogadores e Ibarra reconoce la del teniente Jorge Muratto. Lo que más impresiona es que golpean y torturan horriblemente, pese a que ya tienen toda la información. Los interrogadores saben quién ha asistido a las reuniones con dirigentes políticos en Valparaíso y Santiago, aunque no tienen la lista completa de los marinos que han participado en ellas. Le pregunta a Ibarra si asistió a la reunión con el “Mayoneso”, apodo displicente con que la derecha se refiere a Carlos Altamirano.

“ A mí me preguntaron por ‘Mayoneso’ -¿Qué Mayoneso?…’Mayoneso, cómo no vai a conocer al loco Altamirano’ –No, les dije, tengo un contingente que se llama Altamirano, pero no le dicen Mayoneso.- ‘Huevón…’ Eso es parte de la anécdota, digamos”.

Al mismo tiempo, Ibarra cree escuchar, aunque sin poder ver, el interrogatorio al que es sometido José Araneda, quien es tratado aparentemente de la misma manera, aunque sin seguridad, “yo no lo ví”, insiste Ibarra. Al día siguiente los llevan de regreso al cuartel Silva Palma. Allí, José Velásquez, escucha a Araneda mofarsecruelmente de las reacciones de un colega durante la tortura ([E] velásquez, 2003).

Poco más tarde llevan a los detenidos a la Academia de Guerra. Allí deben declarar ante el fiscal Bilbao, mientras su secretario, el teniente Benavides, desenfunda su pistola, se pasea y juega con ella y los apunta a la cabeza ([E] Ibarra, 2003).

En resumen: en Viña del Mar torturan a Juan Cárdenas durante la noche del domingo 5 y todo el lunes 6; a Pedro Blaset y a José Lagos el lunes 6, desde el medio día. El martes 7, de noche, es el turno de Sebastián Ibarra y –quizá – de José Araneda, quién había comunicado a su superior la reunión del domingo 5. El conocimiento que los interrogadores tienen del grupo es bastante completo. En el cuartel Silva Palma, previsto para unos 20 detenidos, los marinos alcanzan un centenar. En los dormitorios agregan literas de a cuatro o de cinco([E] Valderrama, 2002).

* Extracto del Libro, Los que dijeron “ NO “, Editorial LOM, del Historiador Jorge Magasich Tomo II, 126 – 129

 

En el destructor Blanco Encalada

Comienzan las detenciones

El domigo 5 de agosto se despliega el operativo para detener a los marinos. Juan Cárdenas sabrá más tarde que, al parecer Julián Bilbao lo coordina desde la Academia de Guerra, al día siguiente éste será designado fiscal.   ([E] Cárdenas, 2002)

Domingo 5, en la noche

Juan Cárdenas es detenido cuando llega al destructor Blanco, al caer la noche. Un grupo de oficiales –recuerda- lo lleva a la sala de mando, lo amarra, le coloca una venda y lo saca, sin darle ninguna explicación (Cárdenas, 2002 ), lo mismo ocurre con otros marinos.

La versión de Hernán Julio, el comandante del destructor, es parcialmente diferente. Éste recuerda que lo impresionó la cantidad de marinos organizados en su barco. No conoce personalmente al sargento Cárdenas. Después se sabrá – afirma – que está casado con una “mirista”, secretaria del actual “Tohá”, y que “esta mirista convirtió en mirista a Cárdenas y bueno, ese fue el nexo” ( la mujer de Cárdenas, Regina Muñoz Vera, es comunista y una de las secretarias de Daniel Vergara, subsecretario del Interior.) ese día, el sargento llaga al buque hacia las 6 de la tarde. Es detenido e interrogado por el segundo comandante Renato Tepper, de quien el comandante Julio tiene bastante mal concepto:

“ A medida que fue llegando esta gente, entonces se le fue interrogando y este sargento Cárdenas, como la mujer vivía en Santiago, regresaba temprano, así es que llegó tipo seis dela tarde. Entonces, interrogó primero el segundo comandante que era Renato Tepper, una persona muy poco criteriosa, de muy poco criterio, y a mi juicio de muy poca cabeza, poca materia gris [… ] El asunto es que el hombre [Tepper] me fue a dar cuenta: niega todo. En última instancia – “¡ Tráiganmelo !” – me lo suben. Sube el gallo que era flaco, blanco como papel “.

Le pregunta “ ¿ qué sabe de ésto ? ”. Juan Cárdenas replica que no sabe de qué hablan y que nunca ha formado parte de ningún movimiento. Julio le dá cinco minutos para reflexionar. Trancurrido el plazo, Cárdenas regresa para reiterar que es inocente argumentando “yo soy de máquinas, cómo voy a dirigir yo un movimiento…” Para el comandante el argumento es razonable ¿ cómo un sargento de máquinas, que poco sabe del puente, lugar desde el cual se gobierna el buque, podría dirigirlo? Sin más trámite entrega a su prisionero a la Infantería de marina; viene un camión y se lo llevan. El comandante Julio no volverá a verlo ( Entrevista a Julio, 2004 ).

Esa noche a los pocos minutos de iniciadas las detenciones, los servicios de inteligencia descubren un documento primordial. Al allanar el cajón de Juan Cárdenas, encuentran el “Zafarrancho de combate” que precisa el lugar que tendrá cada marino una vez tomado el control del destructor. El documento habría sido redactado por Cárdenas y Roldán y trascrito por Velásquez (E. Cárdenas, 2002). Además hallan un sistema para cifrar números de teléfonos (“sume al número real la clave 289254”), así como la mitad de un billete de 10 escudos, instrumento de reconocimiento del portador de la otra mitad (Causa 3926, fojas 4; 11-13),

El sargento es sacado del buque con la vista vendada y lo conducen a un lugar que, en un primer momento, no consigue identificar. Luego se da cuenta que está en el regimiento Miller (fuerte Vergara),donde nunca le quitan la venda. Allí lo espera un equipo de torturadores.

Desde su llegada , Juan Cárdenas, siempre amarrado y vendado, comienza a ser torturado por un equipo de oficiales de la infantería de marina. Luego de flagelarlo, lo cuelgan en una cruz en forma de “X”, “ con las piernas tan abiertas que la intención que tenían era rajarme”; le golpean especialmente los genitales. La tortura se prolonga durante toda la noche, hasta la mañana del día siguiente.

En la entrevista que dará a Chile Hoy veinte días después, el sargento describe el tratamiento: le aplican también electricidad, de tal manera que los estremecimientos hacen que se zafe su brazo izquierdo; luego lo encierran en un ataúd, que consigue ver, y lo lanzan rodando por una pendiente; siguen las immersiones en un recipiente con aguas servidas; a la tercera zambullida pierde el conocimiento. Cuando vuelve en sí lo golpean sobretodo en la cabeza “ porque ya no tenía lugar del cuerpo donde me puedieran pegar “ (Chile Hoy 64,31-8-73)….

….le preguntan “ sobre los bombardeos, de que íbamos a eliminar a todos ellos, a la infantería de Marina “ y comenta:

     “ Yo sabía de antemano lo que me iba a pasar si es que perdíamos. Primero, con suerte, quedé vivo. Yo sabía que me las jugaba muchos compañeros se la jugaban ahí era cuestión de vida o muerte” ( E. Cárdenas 2002 ).

 Lunes 6 y martes 7

Durante la noche de domingo, el sargento Cárdenas es trasladado, medio muerto, a la Academia de Guerra. Lo encierran en un recinto de detención ubicado en la parte inferior del edificio donde continúan los golpes, ahora sin preguntas. La mañana del lunes lo llevan a la enfermería, pero el enfermero al ver su estado, se niega a atenderlo: “ yo no me meto en este forro – dice – este hombre tiene que ser visto por un médico”. Sin embargo no lo hospitalizan. El enfermero dirá lo mismo frente a Blaset y Lagos (Chile Hoy 64, 31-8-73).

El proceso jurídico se abre el día 6, con la información del jefe del departamento A2 (inteligencia) , capitán Hugo Hernández Ibáñez, al comandante en Jefe de la escuadra almirante Pablo Weber:

“ se ha detectado un grupo de personal que aparece implicado en acciones tendientes a quebrantar el orden y disciplina a bordo de las unidades […] han sostenido reuniones a bordo y en tierra el día 5 de agosto de 1973, en las cercanías de la avenida Argentina”.

El capitán de inteligencia cuenta lo que el marino José Araneda les ha informado de esto el día anterior, citando los nombres de Cárdenas, Blaset y José Lagos. El almirante Weber designa a Julián Bilbao fiscal administrativo (Causa 3926, foja 1). Blaset afirma que también actúa como fiscal Juan Mackay Barriga.

Ese lunes, en un estado lamentable, Cárdenas declara por primera vez ante el fiscal Bilbao. Acepta ser el jefe de un grupo organizado en el destructor Blanco, “ para tomar el control del buque en caso de que la oficialidad tratase de llevar a cabo un golpe de Estado ” y de haber participado en reuniones con civiles del Mir,  Mapu y PS. Su contacto es un tal Tito, les dice, y debe reconocer la autoría del “ Zafarrancho “ encontrado en su cajón ( Causa 3926, foja 4 ).

Lo que no dice el proceso, pero el sargento recuerda, es que él denuncia ante el fiscal Julián Bilbao  que ha sido torturado. El fiscal se limita a responderle que “ en caso de golpe de Estado, no va a quedar vivo ningún dirigente de izquierda” (Chile Hoy 64,31-8-73).

Casi treinta años más tarde, el sargento explica que “Tito” – que figura en el proceso como su contacto con el Mir- fue un invento. “ Yo inventé varias cosas, así quedaron libres muchos compañeros”, recuerda. Aö día siguiente, el martes 7, el sargento es conducido, de nuevo, ante el fiscal Bilbao. En una segunda declaración, se hace el único responsable, explica que había consultado a un abogado para saber si el movimiento era legal y que no informó por conducto regular porque pensó que sería detenido. Añade que Altamirano y Henríquez no consideraban factible la operación, y recuerda que el capuitán Tepper había afirmado que el gobierno caería dentro de 15 días (Causa 3926, foja 7 ).

El lunes 6, en los buques, los marinos se despiertan con el portalón cerrado, lo que significa que nadie puede salir (E. Cifuentes, 2000)….

….En el Blanco, durante al formación matinal, se informa que han sido detenidos miristas, entre ellos el sargento Cárdenas, que los sevicios disponen de una lista y termina gritando: “¡Los que estén involucrados en esto que salgan!”. Cunde el temor entre los que saben que figuran en la lista (el zafarrancho) pero poco pueden hacer (E.Roldán,2003).  Pronto detendrán a Roldán, Alberto Salazar, Velásquez y varios otros.

La noche anterior, José Velásquez había notado más guardias que de costumbre, y que, desde su ingreso al buque, advierte que lo observaba el mismo oficial que hacía unas semanas había intentado escuchar sus conversaciones en Huasco. Pronto irrumpe un cabo armado al centro de control de fuego, apunta a Velásquez y le ordena de avanzar a la cámara de oficiales. Ahí lo interrogan primero los oficiales subalternos, luego el segundo comandante Tepper y enseguida el comandante Julio. A todos les responde que no sabe nada y que prefiere declarar ante un fiscal. Su oficial de división , que lo aprecia como buen profesional, lo acompaña al Silva Palma, e incluso se despide  deseándole suerte y recordando a la guardia que el detenido está en libre plática (E. Velásquez, 2003).

Hacia las 9 horas, el cabo Roldán recibe la orden de presentarse al camarote del segundo comandante Tepper, para informarle de la salud de la mujer del cabo, hospitalizada en Talcahuano. Roldán comprende que es un treta, pero sólo puede obedecer. Tepper “al tiro me agarró, me acusó de traidor, me sacó la madre, me insultó lo más que quiso”. El cabo hace esfuerzos para no ofuscarse y le responde: “Mire, sabe que más, me está insultando, yo no soy un niño chico, ¿qué es lo que quiere?”. Luego de un aluvión de acusaciones, el oficial lo arresta en un camarote. Poco después, un grupo de infantes lo saca con destino al cuartel Silva Palma, junto con Alberto Salazar.

Todo el día martes 7, Roldán y A. Salazar permanecen incomunicados con una vigilancia estricta, para evitar que hablen entre ellos. De noche los conducen a la Academia de Guerra, ante el fiscal Julián Bilbao. Juan Roldán se encuentra en una situación extremadamente difícil : sus interrogadores tienen el plan de ocupación del destructor Blanco que él había elaborado con otros, y conocen a los 56 marinos que ahí figuran. “ Ellos me la mostraron, así es que yo no podía negar esa lista”, explica. Intenta defenderse y defender a sus compañeros esforzándose en olvidar: “Traté en ese entonces de olvidarme del máximo nombre de personas […] yo me quedé callado, de repente como que me les quedaba dormido, ahí parado. No quería escuchar, escucharlos a ellos, ni quería decirles nada”, sabiendo que lo que ahí reconociera sería utilizado en su contra (E. Roldán, 2003).

Lo presionan físicamente, “me dan con un puntero en los brazos y en la cabeza”, mostrándole que tienen informaciones  y leyéndole declaraciones de otros. Se da cuenta de que algo tiene que reconocer. Confirma así su participación en la reunión con Altamirano, diciendo que ha sido una tontería, y que no estaba de acuerdo con los que asistieron. Acepta también haber confeccionado el “Zafarrancho” con Velásquez y haberlo entregado luego a Cárdenas. Pero tiene el cuidado de de añadir que los nombres que figuran son gente con la que sólo ha conversado, sin preguntarles si se embarcarían en la aventura (Causa 3926, fija 9).

Al atribuirse la autoría exclusiva de la lista, Roldán abre una vía que permitirá evitar el proceso a muchos que figuran en la lista. Estos podrán afirmar que ignoraban su existencia; y cuando no consiguen probarles otra cosa, salen indemnes o al menos evitar lo peor.

Interrogado acerca del tenor de las reuniones con dirigentes políticos, Roldán indica que “ante la posibilidad de tomerse los buques, los mencionados políticos no se manifestaron ni a favor ni en contra”, ya que, cuando los marinos les solicitan apoyo, “los personeros políticos manifestaron que lo pensarían sin dar un pronunciamiento final” (Causa 3926, foja 9).

Al término del interrogatorio le leen la declaración y se la extienden para que la firme. Juan Roldán pide leerla, ya que podrían haber apuntado algo que él no dijo. “No”, le responden, “aquí está escrito lo que dijiste; firma no más y vay a quedar bien”. El marino replica “quiero ver”, y coge el papel, pero se lo arrebatan de las manos y con el forcejeo se arruga. De muy mal humor, vuelven a vuelven a dactilografiar la declaración y la colocan sobre la mesa cubriendo su contenido con otro papel que deja libre sólo el espacio para firmar. Agotado, Juan Roldán firma. El documento está fechado al día siguiente, el 7 de agosto. La firma de este documento, como el de otros en el proceso, no se efectúa con pleno consentimiento y conocimiento del interrogado.

El Lunes 6 en la noche, el cabo Pedro Lagos está de guardia solo en la unidad de comunicaciones del destructor Blanco, a cargo del teletipo, de los cuatro equipos de frecuencia de socorro marítimo y de la máquina de criptografía. Sabe que puede ser arrestado en cualquier momento. El tráfico de comunicaciones es normal hasta que el teletipo arroja un mensaje que dice: “Comunicado urgente, transbórdese en comisión de servicios, a la Academia de Guerra Naval, al cabo segundo radiotelegrafista serie de tango 2999, Pedro Lagos Carrasco”.

Desamparado ante el télex que ordena su propia detención, el cabo Lagos experimenta la patética soledad, en el sentido propio y figurado, que viven los marinos constitucionalistas. Aislado del estado de derecho, el cabo no puede apelar a la legalidad que defiende. No tiene otro recurso que transmitir la orden a su superior directo, el teniente Badilla, conocido por sus posiciones golpistas.

“ ¿ Por qué te mandan transbordado? ”, pregunta el teniente. “No tengo idea”, responde el cabo. –   “¿ Y a la Academia de Guerra? Debe ser porque están cayendo los marinos detenidos, los subersivos”, comenta, y añade:-“A lo mejor vai a cumplir funciones de seguridad”.

Lagos viste su uniforme de salida (será el único detenido uniformado) y va a la Academia de Guerra. Allí se le presenta una segunda oportunidad de escaparse. Está de guardia un sargento amigo, que parece ignorar el verdadero significado de la “comisión de servicios”, y le dice: “Vai a tener que esperarte; sabís que más, si querís dejai el equipo aquí y te presentai mañana”. Temeroso de caer en una trampa y ante la angustiosa duda de saltar a lo desconocido, el cabo prefiere esperar. Llega el teniente Pedro Benavides, lee el mensaje y le dice: “Vos estai detenido huevón”. De inmediato llama a la guardia, que lo inmoviliza contra la pared. Benavides lo revisa personalmente y lo encierra en un dormitorio ( [ E. ] Lagos, 2001 ) que, por mera coincidencia, es el de Luis Aguirre, marino dimisionario, en servicio en el cuatel Silva Palma, y secretamente miembro del MIR. Cuando Luis Aguirre se presenta a hacer su guardia nocturna, encuentra su dormitorio custodiado por infantes de marina. Le permiten ingresar a retirar sus pertenencias para llevarlas al nuevo dormitorio común del personal, acompañado siempre por un infante. Así puede ver a Pedro Lagos con huellas de maltrato. Éste le sonríe, pero no pueden hablar. Màs tarde Aguirre verá al sargento Cárdenas ( [E.], Aguirre,2000; 2005).

Extrañamente (o no tanto ), antes del arresto de Pedro lagos, un grupo de marinos del buque va a informar a su mujer, Ibis Caballero, de la detención inminente. Poco después, le comunican a ésta que su marido ha sido trasladado en un Jeep al cuartel Silva Palma.. Ninguno de estos informantes  solidarios fue descubierto ( [E.],  Lagos, 2001 ).

*Extracto del Libro, Los que dijeron “ NO “, Editorial LOM, del Historiador Jorge Magasich Tomo II,119 – 126

Las detenciones en las Naves de la Escuadra

La detención de los marinos de la escuadra y el inicio de la tortura en Chile*

La Academia de Guerra naval es (era) un edificio antiguo de cuatro pisos erguido en la cima del cerro Artillería, en Valparaíso, pintado entonces de color verde óxido. Un poco más abajo se encuebntra la prisión de la Armada, llamada “Guarnición IM de Orden y Seguridad”, conocida como cuartel Silva Palma. Ambos edificios, que comunican directamente, serán lugar de historias trágicas.

En el puerto, a principios de agosto, se encuentran los buques de guerra japoneses, los mas modernos de la escuadra nipona según El Mercurio de Valparaíso, 7-8-73, al mando del vicealmirante Jikio Ishino. La presencia de esta flotilla es parte de la política del gobierno de diversificar las relaciones militares. Cerca de los buques nipones está el destructor Blanco y el crucero Latorre, amarrados juntos en el molo de abrigo.

*Extracto del Libro, Los que dijeron “ NO “, Editorial LOM, del Historiador Jorge Magasich Tomo II,119

 

La prisión de la Armada, cuartel “Silva Palma” en Valparaíso.

La respuesta anticipada del grupo de la escuadra

Las similitudes históricas entre los planes de ocupación de las flotas a lo largo del siglo XX, y del plan – o los esbozos del plan – de los marinos chilenos de 1973, son sorprendentes. Éste se asemeja al de los marinos rusos de 1905 (recordemos que el plan no se ejecutó porque la tripulación del acorazado Potemkin se adelantó) así como al de los marinos brasileños en 1910 y al de sus antecesores chilenos de 1931.

A principios de agosto de 1973 están anclados en Valparaíso el crucero Latorre, con problemas en sus máquinas ([E] Salazar, 2003), los destructores Blanco, Cochrane y Orella, y los dos submarinos. El Blanco y el Latorre están atracados juntos ” ([E] Blaset, 2003). Los cruceros  O’higgins y Prat se encuentran en los diques en Talcahuano, aunque éste último está siendo reparado aceleradamente y estará en Valparaíso para el golpe.

   A diferencia de los grupos antigolpistas de las escuelas, los marinos de la escuadra – o al menos sus dirigentes – piensan que la mejor forma de detener el golpe es a través de una toma preventiva de los buques, horas antes del golpe, es decir, de una respuesta anticipada. Pero esta posición no es unánime.

El plan (o los esbozos de plan) de ocupación de la flota

   El plan consiste en actuar de noche, cuando suele haber pocos oficiales a bordo, mientras los marinos comprometidos permanecerían en los buques. En Valparaíso y en Talcahuano, los grupos de marinos desarmarían a los oficiales, los detendrían en sus camarotes y los pondrían bajo custodia. Una vez controladas las naves, las pondrían de inmediato en Movimiento. Para no perder tiempo arriando anclas, se cortarían las cadenas y saldrían del puerto rápidamente, explica el sargento Cárdenas ” ([E] Cárdenas, 2002). Una vez en el mar   – continúa – emitirían una proclama indicando que defienden al gobierno legítimo y que están evitando una matanza:

   “lo que habíamos planificado era comunicar que nosotros – en el caso que hubiésemos triunfado – , habíamos tomado el poder naval para defender el gobierno establecido y evitar con ello una matanza de lo cuadros políticos de los partidos de izquierda, que estaba planificada” ([E] Cárdenas, 2002).

    El cabo Pedro Blaset corrobora este proyecto. Anunciarían – recuerda – que habían abortado el golpe de Estado, junto con los partidos políticos, y que están bajo las órdenes del Presidente.

   “nos manifestamos en favor del gobierno del presidente Allende y no participamos del golpe de Estado y que nos ponemos a las órdenes del generalísimo de las fuerzas armadas que es el Presidente Allende” ([E] Blaset, 2003).

Los marinos – continúa – Blaset pedirían al gobierno que detenga y excluya de la Marina a “todos los oficiales que estaban conspirando”. Y añade que “una vez que zarpáramos y tuviéramaos las condiciones claras de dominio y de echar abajo este golpe, obviamente que los golpistas iban a ser enjuiciados” por los tribunales. ([E] Blaset, 2003).

    El cabo Lagos confirma, añadiendo que se proponen “tomar detenidos a los oficiales y llevarlos a sus camarotes o al casino de oficiales y encerrarlos”.

   Para teodosio Cifuentes, el plan consiste en dar apoyo a civiles que resistirán al golpe; “tomándonos la escuadra, dándole un apoyo al gobierno de Allende”. Para eso el personal asumiría el rol de la oficialidad, a través de “una operacióbn militar en que los jefes serían tomados prisioneros” ([E] Cifuentes, 2000).                                                                                                                                    Jaime Salazar precisa que no llegan a tener un plan claro, acabado, pero que hay un cierto acuerdo general:

   “Nosotros éramos un grupo que estábamos apoyando el gobierno de Allende, estábamos con la Constitucíon, queríamos parar el golpe, queríamos hacer una acción para impedir el golpe de Estado. Entonces la acción nuestra era coordinarnos de tal forma de capturar a los oficiales antes que se produjera el golpe”.

 El debate entre reaccionar en el momento del golpe o reaccionar anticipadamente lo conocerá más tarde, como muchos de sus colegas. Salazar, igual que casi todos los marinos organizados en el Blanco, es partidario de adelantarse al golpe: “ Dar el golpe antes de que ellos  lo dieran y detener a los oficiales y entregárselos al gobierno” ([E] Salazar, 2003)

   Disponemos de dos descripciones que proporcionan un buen resumen del plan: La primera de David Valderrama:

   “Una era prevenir el gobierno, la gente de gobierno, del punto en que estaban las fuerzas armadas, programando el golpe de Estado y segundo anticiparse al golpe de Estado, neutralizando la escuadra, por lo menos en Valparaíso. Neutralizarlas significaba tomarse los buques y sacarlos fuera del puerto”.                                                                                                                                            

– ¿Y qué hacían con los oficiales?                                                                                               

 “ ¿ Los oficiales ? muy simple. Nosotros teníamos todo programado en el sentido que nosotros sabíamos cuándo la escuadra salía a navegar. Para eso esta gente había cargado los buques con municiones y con víveres. La escuadra normalmente no tenía que salir en esa época, para la época que nosotros pensábamos que iba a pasar el golpe de Estado. Y el día antes – para nosotros la escuadra salía el día miércoles y el día martes nosotros teníamos que tomarnos la escuadra – la mayoría de los oficiales estaba en tierra y la mayoría del personal también estaba en tierra. Eso era en teoría. Entonces la órden nuestra era quedarse al interior, no salir francos, para aprovechar la noche anterior de tomarse los buques. Si había que neutralizar los oficiales, sería el oficial de guardia y unos tres, cuatro oficiales más que quedaban en el buque, todo el resto estaba franco, ésa era la manera que nosotros habíamos programado. Y nos tomaron el día lunes. Si no nos hubieran tomado el día lunes el día martes nosotros nos hubiéramos tamado los buques” ([E] Valderrama, 2002)

  Y la otra descripción viene de Rodolfo Claros, entonces marinero en el Latorre y militante del MIR, detalla la preparación de la toma:

 “ Primero que nada vimos la gente que estaba disponible para participar en una toma de los buques. En concreto una toma de buques. Vimos las especialidades de cada una de la gente, después de tener las especialidades de la gente, si éramos capaces de sacar los buques de los puertos, sacarlos frente a Valparaíso, tratar de conjugar los puestos de guardia o la guardia que era mayoritaria con participación de gente que estaba en el grupo que se reunía con Cárdenas y la gente que en ese momento no estaba de guardia que permanecía a bordo, para conjugar el hecho que estuviera toda la gente en los buques. Se distribuyeron la tareas: compañeros que iban a estar en el puente de mando, que iban a estar en la sala de máquinas, que iban a estar en el armamento. Se hizo esta organización, con nombres, con todo, bien organizado, y se decidió que se iba a tomar los buques dos días antes” ([E] Claros, 1986).

 En toda acción de este tipo, la cuestión decisiva es el apoyo de las tripulaciones. Los marinos saben que la mayoría de los indecisos no es golpista. Cuentan con la tradición de disciplina y jerarquía, que hará que las tripulaciones se sometan a quien ejerza el mando ([E] García, 2002). Una vez que el mando de un buque está establecido, explica Lagos, lo ejerza “un cabo, un teniente, un sargento, un comandante […] le hubieran obedecido igual y de eso yo estoy seguro ([E] Lagos, 2001).

 Sin embargo, no todos adhieren al proyecto de toma preventiva de la flota. Los marinos organizados en el Latorre – recuerda Blaset – se tomarían los buques en caso de un intento de golpe de los oficiales: “Simplemente detenerlos, porque teníamos gente en todos los departamentos en los cuales íbamos a poder contar inclusive con armas que estaban a bordo de los buques ([E] Blaset, 2003). Y precisa: “Nuestra actitud iba a ser fundamentalmente, yo diría, reactiva, es decir, íbamos a reaccionar frente a la acción del golpe de Estado”, aunque había colegas partidarios de anticiparse. En realidad, concluye Blaset, “nunca llegamos a definir así concretamente cuál iba a ser el plan.” ([E] Blaset, 2003)

 Por su parte Víctor López, reticente a la acción anticipada, piensa que “no había ningún plan”. El objetivo del movimiento es informar de la conspiración a la autoridad máxima del Estado, ya que no pueden hacerlo por conductos regulares. Se proponen neutralizar a la oficialidad inhabitándola, es decir arrestándola para quitarle el mando e impedirle así perpetrar el golpe. Entonces, en una declaración pública – continúa López – se diría que la flota está a la disposición del generalísimo de las fuerzas armadas: el Presidente de la República. Al menos en su grupo, no existen intenciones de matar a los oficiales, porque, aunque el movimiento triunfe, luego viene la nomalización “y ahí te van a pasar la cuenta por todo lo que hiciste”. La única intención del grupo es detener el golpe e impedir la utización de los buques contra la población. Piensan – erróneamente – que el golpe se limitará a la Marina, sin imaginar que sería urdido por militares de todas las fuerzas armadas. ([E] López, 2003)

La preparación de la toma en algunos buques

Los últimos día de julio, la organización de la ocupación del destructor Blanco  está bastante avanzada. Pocos días antes de la detención, se reúnen Roldán y Velásquez, en casa del primero, para poner por escrito los preparativos de toma. El cabo Roldán, redacta un Zafarrancho repetido y condición uno, (condición uno es la guerra), es decir un plan de ocupación del destructor. El Zafarrancho asigna a 56 marinos antigolpistas las acciones necesarias para hacer navegar el buque. Se mencionan actividades como timonel, señalero, vigías,telemetrista, radiooperaciones, radar, torres, etc (Causa 3926, fojas 10-12). Velásquez va tomando nota ([E] Velásquez, 2003).

 En el crucero Latorre, los marinos antigolpistas de la división de electricidad, en la que está Blaset, buscan vincularse con los de las divisiones de artillería, máquinas, telecomunicaciones, e intentan establecer una organización fuerte que pueda detener el golpe ([E] Blaset, 2003). En cubierta, Luis Ayala piensa que están en condiciones de mover el buque, ya que, disponen del “equipo mínimo de gente que podía tomar el control de la unidad”. Él es parte del departamento de artillería y encargado de la mantención del “armamento menor” (las armas personales), por lo cual tiene las llaves del depósito de armas ([E] Ayala, 2000). Sebastián Ibarra sabe simplemente que hay que tomar los buques y hacerlos navegar. Retrospectivamente Ibarra piensa que pudieron hacerlo, ya que disponían del apoyo confirmado de 40% de la tripulación ([E] Ibarra, 2003)

 En la ùltima y decisiva semana de Julio, el grupo del Latorre se reúne prácticamente todos los días. A las dos primeras asistirá el cabo electricista JC, personaje controvertido, como veremos; muchos marinos sospechan que los delató.

 La primera reunión se efectúa la tarde del martes 31 de julio en el casino de Estibadores, calle Blanco, hacia las 19 horas. Asisten Luis Ayala, Rodolfo Claros, Juan Dotte, Sebastián Ibarra, Jaime Salazar, David Valderrama y JC (quien no figura en el proceso), más Alberto Ortega del destructor Blanco.  Posiblemente visten el uniforme de salida. Se trata de reuniones informales y amistosas, sin tabla ni presidente. Hablan de la llegada inminente de los navíos norteamericanos que participarán en la operación Unitas, lo que parece confirmar la inminencia del golpe, Los marinos intercambian informaciones prácticas necesarias para actuar: ¿Quién tiene la llaves de la santabárbara y de la sala de armas? ¿Qué oficiales están de guardia los días siguientes? ([E] Ibarra, 2003).

 La segunda reunión, el miércoles 1 de agosto, también en la tarde, se hace en el café “Nador” . Participan más o menos los mismos, más el cabo Pedro Blaset, líder de los marinos del departamento de máquinas del Latorre. J. Salazar informa que el golpe se dará el 8 de agosto y “hace mención que había una reunión importante en Santiago, una reunión con los políticos”. No se sabe quién va ni con qué dirigentes se reunirá. En esa reunión alguien habla de bombardeos ( algún exaltado que no conocí, afirma Ibarra), pero casi todos se oponen ([E] Ibarra, 2003; Causa 3926, fojas 18-19; 220). En todo caso JC ahí presente, se entera de los proyectos de reuniones con los dirigentes políticos.

  Para la tercera reunión, el jueves 2 de agosto, se juntan en el círculo de ex alumnos de la Escuela de Grumetes, en el Parque Italia. Participan los mismos marinos, salvo JC quien cuando van llegando los abandona diciéndoles: “Ya cabros, yo los dejo aquí no más; Uds. no me conocen”. No hay novedades importantes. ([E] Ibarra, 2003; Causa 3926, fojas 32;45; 48; 220).

 Sebastián nunca supo – igual que muchos marinos organizados – si el plan consistía en anticiparse al golpe o responder cuando se produjera. Personalmente, está más bien por responder, aunque hay marinos como Ernesto Zúñiga, que están claramente por tomar la iniciativa. En algún momento se habla de un aporte externo de armas, pero esto no tenía mucho sentido, ya que “teníamos nosotros las armas a la mano y en permanencia” ([E] Ibarra, 2003).

 En esos días Blaset se encuentra con Guillermo Vergara, su ex colega en la Escuela de Electricidad, quien está vinculado al MIR. Conversa con él y éste le cuenta que está en contacto con grupos de izquierda en la marina. Le explica además los rudimentos de la organización compartimentada, lo que para Blaset resulta evidente, y le propone una reunión. Es la reunión que se efectuará en Viña el domingo 5, con la desgracia de que esta reunión es detectada ([E] Blaset, 2003).

 En el crucero Prat – en reparaciones en Talcahuano – la causa 3926 registra 9 marinos organizados. Bernardo Carvajal, Guillermo Castillo, Patricio Cordero, Carlos García, Víctor López, José Maldonado, Rodríguez, Antonio Ruiz y Nelson Vargas.. Figura una reunión a mediados de Julio, en un restaurante de Concepción, a la cual llegan el sargento Cárdenas, un marinero de la Papudo, Patricio Cordero del Prat y los militantes civiles Lucho y Cheto. Hablan de evitar el golpe tomándose la escuadra el día que se produzca, o el día anterior. (Causa 3926, foja 77 y siguiente). Más adelante el proceso indica que habrían mencionado una futura reunión de “alto nivel”. (Causa 3926, foja 114).

 En el crucero también habría existido un plan que detallaba las misiones de los marinos organizados en caso de toma del buque, que resulta inaplicable mientra permanezca en el dique. Según García, basta un centenar de marinos, ya que la dotación de 860 hombres está dividida en guardias que manejan el crucero sucesivamente: “Tiene que haber un grupo de maquinistas, un grupo en la sala de navegación, un grupo en los radares, un grupo en la radio; un equipo”. Sin embargo, en el Prat, los marinos miembros del movimiento no son informados que se habían progreamado reuniones con Altamirano y Enríquez, lo que no significa que las desaprueben. Se enterarán de ellas más tarde, por la prensa. Piensan que buena parte de los marinos seguirá a quien ejrza el mando. García insiste que el plan consiste en oponerse al golpe cuando se produzca, no en anticiparse:

 “La idea central es rechazar el golpe en el momento que se produce, no antes, no hacer nada antes. Yo me acuerdo bastante bien que debíamos tener muy claro eso, de que nosotros somos un grupo que defiende al régimen constitucional, defiende la Constitución y en caso de subversión, en caso de rompimiento del régimen constitucional por parte de los mandos de las fuerzas armadas, nosotros en ese momento raccionamos en contra”. ([E] García, 2002)….

¿Y si los oficiales resisten? ¿Y si ataca la aviación como en 1931?

Es evidente que la toma preventiva de la escuadra puede suscitar resistencias de los oficiales y reacciones militares, tales como bombardeos terrestres o aéreos.  A la pregunta ¿Y si los oficiales resisten? Luis Ayala responde:

“Ah, ¿si resistían? El problema era saber quién resistía más. Ése era uno de los grandes problemas. Nosotros decíamos, hay que neutralizarlos, para eso hay que pillarlos durmiendo”.

  -¿Iban a hacerlo desarmados?               

“No. Nosotros teníamos acceso a la sala de armas e íbamos a ir también armados. Pero si los pillas durmiendo no es necesario usar las armas. Nuestra arma secreta era la sorpresa”.               ([E] Ayala, 2000).

   En caso de ataque terrestre o aéreo, los marinos responderían. Según Claros, habín contemplado la eventualidad de un ataque aéreo. Primero buscarían una mediación del Gobierno para evitar un enfrentamiento, pero en caso de ser atacados replicarían con la artillería antiaérea: “Se contaba con todo, con la capacidad técnica, con el material”            ([E] Claros, 1986).

Pedro Lagos asegura que, “en el caso que nosotros recibiéramos un ataque aéreo, iba a ser repelido. Iba a ser repelido con todos los medios que cuenta la escuadra para evitar desgastes”. ([E] Lagos, 2001)…

Se organizan los contactos con los partidos

   Cuando se aproxima la hora de hacer algo, los marinos  se dan cuenta de que el alcance de la acción los supera. Es cierto que podrían abortar el golpe en la marina tomando los buques, pero ¿y después? Necesitaban formar parte de un movimiento “global”, apoyado por los partidos de izquierda y por el gobierno. La memoria social de los marinos recuerda la derrota de la sublevación de la escuadra en 1931 a causa de su aislamiento social. “Nosotros, en las reuniones nuestras, estábamos conscientes que la sublevación y la toma de los buques aislada del contexto nacional, no servía de nada” – recuerda Claros – y los marinos no pretenden decidir solos acerca de la acción. La desición de la acción y del momento le corresponde a los partidos: “Nuestra actividad era en respaldo, simplemente que siguiera como presidente Salvador Allende. Ése era el objetivo”.

Les resulta esencial entonces comunicar la información al Presidente: “Primero que nada hacérselo saber al Presidente de la República, antes que se llegara a realizar el hecho”. Los marinos reuqieren el apoyo de los partidos y también de la central sindical. “Nosotros contamos con el apoyo”, recuerda Claros y alguien (no recuerda quién) informa que la CUT los apoyaría.                  En el fondo, los marinos piden un llamado a la movilización social en apoyo a la toma de la flota, junto con algunas demandas de orden práctico: “Nosotros necesitábamos después abastecer los buques, si nosotros lográbamos salir, tener posibilidades de petróleo, alimentación, todas esas cuestiones. ([E] Claros, 1986).

   Los marinos, casi naturalmente, deciden reunirse con los dirigentes de los partidos con dos objetivos: denunciar lo que saben de la conspiración en marcha, pidiendo que informen al Presidente, y pedir apoyo para la toma preventiva de la flota, pues, a sus ojos, ésta es la única manera de detener el golpe que se dará el 8 de agosto.                                                                                                Para contactar los partidos, el sargento Cárdenas dispone de varias vías. Tiene contactos con el MIR. Además puede contactar al PC a través de su mujer Regina, militante comunista, al MAPU a través del marino del Prat José Maldonado, hermano del mapucista Hugo; y al PS a través del MIR. Así va a organizar las reuniones.

   Como veremos, las respuestas serán más bien negativas. Con los comunistas los contactos fracasan. Los otros jefes de partidos se comprometen a informar al Presidente, pero Garretón rechaza el plan, Altamirano se pronuncia por una acción en respuesta al golpe (no anticipada) sin comprometerse a nada, y Enríquez apoya los preparativos de toma, pero se opone a una acción aislada de los marinos.

Fuente: Extracto del Libro, Los que dijeron “ NO “, Editorial LOM, del Historiador Jorge Magasich Tomo II, 57 – 65

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